Enlaces accesibilidad

Las bodas "más sevillanas" de Fígaro

  • El Teatro Real repone desde este lunes la luminosa version de Emilio Sagi
  • Con Nathan Gunn, Annette Dasch, Aleksandra Kurzak y Pietro Spagnoli
  • Primera ópera transmitida en directo a traves de la web Palco Digital
  • Se transmitirá en directo también a 52 cines de España y Europa

Por
Simpática escena en la que Fígaro sonríe al paje Cherubino, normalmente interpretado por una cantante, en este caso Alessandra Marianelli.
Simpática escena en la que Fígaro sonríe al paje Cherubino, normalmente interpretado por una cantante, en este caso Alessandra Marianelli.

Los amantes del repertorio y los montajes convencionales, con decorados y vestuario que reflejen fielmente la época y lugar del libreto original, están de enhorabuena. Tras las divertidas incursiones de la cultura pop en la anterior propuesta , El rey Roger de Szymanowski, el Teatro Real vuelve al clasicismo con la reposición del montaje de Las bodas de Fígaro de Wolfgang Amadeus Mozart que Emilio Sagi, como director escénico, estrenó en este mismo teatro en 2009. Una coproducción del Teatro Real, con la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera (ABAO), el Teatro Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria y el Teatro Nacional de Ópera y Ballet de Lituania.

Sevilla es el lugar

Con obras tan famosas como éstas puede ocurrir que terminemos por olvidar algo esencial, la época y lugar de la historia original. En este caso, se ha querido dejar muy claro que el palacio del conde de Almaviva -que quiere intimar con su criada Susana a punto de casarse con el criado Fígaro- está en la idealizada Sevilla del siglo XVIII que fijó el libreto de Lorenzo da Ponte y no en una rococó Centroeuropa. El respeto por la integridad de la partitura y por la escenografía original marcan esta producción.

Aunque no haya exageraciones no hay tampoco lugar para el minimalismo. Ya en el primer acto divisamos desde el primer plano de la habitación de Fígaro, un delicioso patio sevillano. En el segundo, los rayos de sol inundan la aristocrática y elegante habitación de la Condesa donde ella entona la famosa aria Porgi, amor qualche ristoro, en la que se lamenta de las infidelidades de su marido.

Y en el último acto, toda la exuberancia de un jardín andaluz donde tendrán lugar los enredos y equívocos nocturnos para engañar al Conde. Los espectadores con buen olfato pueden notar el olor a azahar que inunda el patio de butacas. No es exageración, como aparece en el programa de mano la aromatización está firmada por A de Aroma.

Por algo el propio Sagi definió ya en su día, este montaje como "luminoso, hiperrealista en inspirador"

"No me parece casual la elección de Sevilla como marco de la acción", señalaba recientemente Emilio Sagi en La revista del Real y añadía: "Sevilla se convierte casi en un personaje más: ese lugar caluroso, sugerente, del sur. Y creo que en la ópera de Mozart, con esta música tan vital, el ambiente sevillano tiene muchísima gracia".

Para construir ese ambiente realista ha sido básico el trabajo el trabajo de vestuario de Renata Schussheim. Destacan los coloridos y alegres trajes de los sirvientes, algunos de ellos de estilo goyesco, y con tonos que van del rojo, al amarillo pasando por el teja y el naranja.

Los enredos del amor

Muchas veces se ha puesto el acento al explicar Las bodas de Fígaro en la cuestión política. Se ha incluso especulado con que era un elogio a los futuros valores de la Revolución Francesa, cuando en realidad la obra elogiaba un reciente decreto del emperador José II que eliminaba la autorización de los padres para casarse y consagraba los esponsales por amor, algo que al parecer, fascinaba a Mozart. También Emilio Sagi coincide con quienes resaltan el aspecto lúdico de esta opera buffa: "una comedia de enredos cargada de erotismo, de amores y desamores".

Como en Cosí fan tutte, en Las bodas de Fígaro se deslizan comentarios sobre lo voluble del género femenino por parte de los personajes masculinos. Pero también a la inversa, por parte de ellas hay críticas a los hombres. Y de hecho, son las mujeres (la Condesa y su sirvienta Susanna) quienes manejan realmente todos los hilos y, como dice Sagi, "hacen planes de guerra en contra de los hombres en el acto III".

Los intérpretes

Hubo aplausos en muchas ocasiones, aunque no muy prolongados, durante la representación, en el ensayo general este sábado. Sin duda, una de las ovacionadas fue la soprano alemana Annete Dasch que encarna a una muy carnal Condesa. También para el barítono estadounidense Nathan Gunn, en el papel de su marido, el Conde de Almaviva.

Sobre su magnífica "presencia escénica", Gunn y Dasch bromeaban este lunes en una entrevista concedida a Efe, asegurando "No estamos mal del todo". Y es que conviene recordar que según el libreto original los Condes de Almaviva no son ningunos ancianos, sino que tendrían unos cuarenta años, unos pocos más que sus actuales intérpretes ahora en el Teatro Real. Aunque nunca sabremos si Da Ponte los imaginó tan apuestos como Gunn y Dasch.

"Estamos muy cansados porque los ensayos con Sagi han sido intensísimos. Hemos tenido que concentrar en cuatro días todos los matices cantando sin parar y eso es muy duro para la voz pero no había otra forma de encajar las agendas", relata Gunn, uno de los barítonos más completos y solicitados de la escena internacional.

La soprano polaca Aleksandra Kurzak, que en estos días promociona su álbum Gioia, es Susanna en esta producción. Todo el mundo puede apreciar algo que la crítica ha destacado mucho en ella: sus aptitudes dramáticas, interpretativas. Tampoco pasó desapercibido, como no puede ser de otro modo, el divertido y galante Cherubino, encarnado aquí por la soprano Alessandra Marianelli.

Al término de la representación, ellos tres recibieron de nuevo más aplausos del público. Aunque quizás, el más premiado por el público fuera Fígaro, es decir el barítono Pietro Spagnoli.