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Esperando a Rafa Nadal

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¿Qué le pasa a Nadal?

¿Qué le pasa a Rafa Nadal? Es la pregunta que se ha instalado en la cabeza de aficionados al tenis españoles y de todo el mundo. No es la crisis de resultados, como la última derrota ante Davydenko en la Copa Masters. Es algo más.

En cuanto a resultados, las cifras no mienten. El de Manacor ha sido la versión española del doctor Jekyll en 2009 y va camino de terminar el año con su segundo peor semestre desde 2006.

Con nada que jugarse en la Copa Masters -salvo, eso sí, el número 2 de la ATP ante Djokovic-, su punto de inflexión puede ser la final de la Copa Davis ante la República Checa, en Barcelona y sobre tierra batida. Un alivio.

Volviendo a las cifras, este año ganó su último torneo en abril, en Roma. Desde que volvió a las pistas después de una larga lesión sólo ha jugado una final, en Shanghai, precisamente ante Davydenko. Nadal no gana a un 'top ten' desde mayo, con la excepción de Jo-Wilfred Tsonga en París-Bercy.

Esas son las cifras. Pero lo más preocupante para una afición que le sigue apoyando es la manera en que ha caído en las últimas citas.

En partidos como el último ante Davydenko o en las semifinales del Masters de París ante Djokovic se vio a un Nadal acorralado por sus rivales, a la defensiva, incapaz de tomar la iniciativa del juego. Su repertorio de golpes se ve limitado e, incluso, su saque es más lento.

¿Problema físico o mental?

Por eso, muchos han abierto el debate sobre su estado de forma y se especula con su peso y su musculatura. Algunos 'especialistas' se han atrevido a decir que Rafa ha perdido masa muscular para no cargar peso sobre sus maltrechas rodillas y eso le está obligando a adaptarse a un nuevo estilo de juego.

Pero su representante, Benito Pérez Barbadillo despeja cualquier especulación: "Rafa pesaba 86 kilos hace un año y sigue pesando 86 kilos hoy", aseguró a El Mundo. No obstante, el propio Nadal matizaba en rueda de prensa: "No he perdido por el físico, pero es verdad que me falta un pelín de esto".

Hay quien dice también que es el calendario, que después de su lesión le ha tocado jugar en cemento, que no es su pista favorita. "Las pistas rápidas son, a veces, muy rápidas para él", dijo Davydenko. Y lo cierto es que se le ve llegar bastante justo a las bolas que le lanzan sus rivales. Incluso cuando gana se ve que gana sufriendo, como pusieron en evidencia Almagro, Robredo y Tsonga.

El propio Nadal se ha encargado de ofrecer las pistas de cuál es la causa de su crisis: es una cuestión mental. "Es ese puntito de tranquilidad y confianza en ti mismo lo que hace que caigan los puntos de tu lado", aseguró tras la última derrota.

El vaso medio lleno

Pero toca ver también el vaso medio lleno. Ya lo dijo el propio Rafa a los micrófonos de RNE: "Estoy subiendo. Voy a más. Me apetece terminar la temporada ganando la Davis, me apetece entrenar bien en diciembre con continuidad. Preferiría hoy por hoy ganar la Copa Davis antes que la Copa Masters".

Se acerca el gran momento y la 'ensaladera' es su gran objetivo del final de la temporada. Confianza y tranquilidad. La Copa Davis puede ser el punto de inflexión.

No sólo lo dice él, sino que otras voces autorizadas como Boris Becker aseguran: "Volveremos a ver al mejor Nadal". Por otro lado, el balance de la temporada no es tan malo. "Ha firmado unos cinco primeros meses increíbles", dijo en su momento Federer.

Muchos en su lugar firmarían que todos sus 'annus horribilis' fueran como este 2009 de Nadal: cinco títulos entre los que destaca el Open de Australia -Grand Slam- y tres del Masters 1.000. Y la Davis a tiro, insistimos.

Que no cunda el pánico. Nadal es mucho más que dos piernas explosivas, un trotón o un 'devuelvebolas'. Es mucho más. Nadal sabe jugar muy bien al tenis y lo ha demostrado con creces.

También ha demostrado que sabe levantarse cuando todo el mundo le da por caído, que nunca se rinde. Porque el tenis de Nadal no está sólo en sus muñecas o en sus piernas, está en su cabeza. Y ahí dentro hay mucho tenis.

Tranquilidad y confianza, ésa es la clave. Si sólo es eso, lo único que queda es esperar.