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El uso abusivo de las nuevas tecnologías en los niños y adolescentes es cada vez más notable. La Fundación ANAR lleva 30 años ayudando a estos jóvenes en situación de riesgo y desamparo mediante el desarrollo de proyectos y a través de una línea gratuita y confidencial abierta las 24 horas del día. Hablamos con Diana Díaz, directora de la Línea de ayuda de la fundación que ha venido a visitarnos en Las Mañanas de RNE para hablar del último informe sobre tecnología y de las consecuencias en la infancia y adolescencia.

Díaz ha contado que este tipo de prácticas están relacionadas con el ciberbullying y la adicción a la tecnología, pero también refuerzan la violencia y "ya no es solo es el uso abusivo de las tecnologías en los menores, sino todo el acompañamiento que necesitan. Falta mucha formación a las familias, a los docentes y a los propios menores", dice. La directora de la Línea de ayuda ha recalcado: "Se necesita tomar medidas de prevención y protección en las aulas para que los menores no tengan acceso ilimitado a todo tipo de contenidos. Ya les está perjudicando", sentencia.

La miniserie Adolescencia pone el foco sobre los 'incels' y otras subculturas que forman parte de la manosfera. En este espacio de internet, los hombres ensalzan actitudes misóginas a través de códigos que extienden el machismo por las redes sociales. Los influencers antifeministas ganan terreno y logran captar la atención de los más jóvenes, que se sienten incomprendidos en otros ámbitos de su vida.

El 90% de los jóvenes extutelados estudian o trabajan. Además, dos de cada diez compaginan su formación con un empleo. A los 18 años, deben emanciparse, lo que puede resultarles un paso complicado; no todos pueden acceder a pisos de emancipación.

"Un piso de emancipación es un recurso necesario cuando los jóvenes que han pasado por el sistema de protección cumplen 18 años y tienen que salir del centro en el que en el que se encuentran", explica el director del Programa de Jóvenes de Aldeas Infantiles, Juan José Cerviño.

Un ejemplo de joven extutelada es Fátima, que con 20 años trabaja como auxiliar de veterinaria. Ella entró en Aldeas Infantiles con diez años más o menos. "La salida los 18 fue muy dura", confiesa. Fátima lo pasó muy mal porque "fue de un día para otro". "Tenía un día 17 años, era una niña y al día siguiente ya era una adulta que me tenía que hacer la compra o ir al médico sola", explica a TVE.

Por su parte, Nis entró a la aldea con nueve años y con su hermana mayor. Cuando tuvo que emanciparse, lo pasó muy mal. "No me hacía la idea de estar sola, de no estar ni educadora conmigo", declara. En cuanto a Marian, esta joven reconoce que sufría maltrato por parte de su madre, por eso entró en un piso tutelado. Cuenta a TVE que "en un futuro me gustaría acabar mis estudios, estar estable y que sea todo lo más normal posible".

Nuestra compañera Isabel Jiménez ha hablado con Catalina Perazzo, portavoz de Save de Children y Xavier Puig del Colegio de Educadores Sociales de Cataluña, sobre lo que sería centro de menores migrantes adecuado en el reparto de Comunidades Autónomas. De entrada, hace falta una buena valoración inicial: si han sido víctimas de guerra, violencia o si tienen familia. "Armar un itinerario individualizado", nos cuenta Perazzo, para seguir su situación con mediadores culturales y educadores sociales de referencia que conozcan sus necesidades y faciliten su integración: "Estas personas vienen de una cultura con determinadas características y esto se tiene que traducir en la sociedad acogedora", asegura Xavier.

Sobre formación, todos necesitan aprender castellano para encontrar empleo, sin olvidar los programas para cuando cumplan la mayoría de edad: "Continuar sus procesos de inclusión para que tengan una red y una capacidad para ser autónomos", afirma la portavoz de Save de Children. Sobre el coste, dependerá de la Comunidad Autónoma, pero piden fijarse en la rentabilidad social. Y por último, reclaman que todos los niños tengan idénticos derechos independientemente de la autonomía que los tutele.

Los jóvenes de las localidades afectadas por la Dana todavía no tienen acceso a un ocio normal. Los daños emocionales agravan su salud mental.