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Sin relevo para Giles

  • Muere Fernando de Giles, reportero de TVE y director de En Portada

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Adiós a Fernando de Giles, maestro de periodistas de TVE

"Soy bajito, calvo y con voz aflautada. Cuando vi a Miguel de la Quadra entendí que en televisión tendría que tirar de mucho ingenio”. Quizá el entrecomillado no es textual, pero lo que sí es cierto es que a Fernando de Giles nunca le falló ese ingenio.

Giles fue un reportero fresco, brillante y con una facilidad desbordante para reírse de sí mismo. Eso le bastó para hacerse un hueco en el Olimpo de los grandes reporteros aventureros de la televisión española de los años 70 y 80. Pionero de la ingenuidad fingida y genio de la narración aparentemente improvisada.

Le conocí una tarde de invierno. En la vieja redacción de Torrespaña. Gastaba el tiempo conversando sobre música y pintura en una de esas épocas en las que TVE malgastaba su talento. Me acerqué a su mesa y orgulloso le mostré la compra de un paquete de cedés de tangos remasterizados de Carlos Gardel. Leyó los temas y sentenció: “El tango está bien, pero no hay nada como un buen bolero”.

¿Cómo es Giles? Giles es un bolero cantado entre las tenues sombras del amanecer del malecón habanero. Giles es Cuba. Es Francis Bacon. Es humor ácido y mordaz (este año, me soltaste una vez querido Giles, se está muriendo gente que no se había muerto nunca). Es Pepito Grillo. Es enciclopédico. Es Greco toledano. Es Pompeyo (navegar es necesario, vivir no). Y es muy machadiano porque Giles será siempre poeta de verso suelto, de corazón helado y equipaje ligero. El día que se jubiló, una mala Nochebuena, le vimos dar la espalda al Pirulí cargado con un puñado de papeles que cabía en una bolsa de cartón de Ikea. Después de 28 años.

Giles me mandó darle la vuelta al mundo varias veces.  Fue un buen jefe –siempre con argumentos a mano- y yo un buen soldado. Y como jefe y soldado creamos un código nunca hasta hoy revelado. Cuando ya sentía agotada mi misión en cualquier conflicto le llamaba por teléfono y, según descolgaba, le cantaba a bote pronto y como santo y seña la primera estrofa de El emigrante, de Juanito Valderrama. “Tengo que hacer un rosario con tus dientes de marfil”. Nunca me falló. Con esa voz aflautada y algo pícara me respondía: “Vale, vale, ya te busco un relevo y lo mando cuanto antes”.

Hace unos días le visité en el hospital de la Virgen de la Salud de Toledo. Agonizaba lentamente. Le estreché su mano aún cálida y creí escuchar de su voz aflautada esa primera estrofa de El emigrante. Misión cumplida… Pero lo siento, amigo, para ti no he encontrado relevo.