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¿De dónde era Cristóbal Colón? ¿Gallego, catalán, portugués o genovés?

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Isabel - La reina confía en Colón

¿Gallego, catalán, portugués o genovés? Todos hemos estudiado que sin quererlo y sin saberlo Colón descubrió América, pero ¿quién sabe dónde nació este hombre de aventura y mar?

Hemos querido charlar con Ángeles Irisiarri, autora de Isabel, la reina sobre este personaje y sobre otras curiosidades históricas que hemos visto en el capítulo 23 de Isabel... La historiadora nos lleva al siglo XV, a la corte de Sevilla, para ser testigos de los preparativos de un viaje que cambió el mundo:

¿Es cierto que Colón acudió a Portugal para que Juan II financiase  su aventura?

Sí, muy cierto. Vivió en ese país durante nueve años y hacia 1480 casó con Felipa Moniz, luego residió en la isla de Madeira y allí nació su primogénito  Diego, en 1482. Realizó varios viajes a Guinea y en 1484 expuso al rey de Portugal su plan de descubrir el camino de la India por otra ruta diferente a la habitual, es decir, no recorriendo la costa de África, sino emprendiendo un viaje por la mar ignota. Pero, como sus proposiciones no fueron aceptadas,  pasó a Andalucía, en busca de mejor suerte con los Reyes Católicos.

La 'pregunta del millón': ¿Dónde nació colón? 

Se le adjudican muchas patrias. Veamos: en los últimos años se le atribuye haber nacido en España, en Cataluña,  Baleares,  Galicia o Extremadura, y en Portugal o Córcega. Pero no es verdad, porque siempre, dentro y fuera de España, se le consideró genovés.  En 1940, Ramón Menéndez Pidal  expuso, basándose en las disposiciones testamentarias del almirante, que  el Colón,  que falleció en Valladolid en 1506,  era el mismo Colombo, un lanero de Génova, que aparecía en los documentos que se conservan de 1470 a 1479.  En España y Portugal a Colón se le tuvo siempre por extranjero, pues el mismo lo declaraba así. Su abuelo fue un tejedor de lana de Génova y su padre  también, aunque éste luego fue comerciante de quesos y de otras cosas, causándole a su hijo Cristóbal abundantes tribulaciones, pues debía ser muy mal administrador.

En aquella época, ¿ya se había extendido la idea de que la Tierra era redonda?

Varios filósofos griegos hablan desde el siglo V a.de JC. de  la redondez de la tierra. Así,  Pitágoras, Parménides, Herodoto, Zenón,  Hesiodo, Platón,  Aristóteles y Ptolomeo, etcétera. El geógrafo Estrabón también lo menciona  en sus escritos. Fue este último el que observó el horizonte  y enunció la teoría de la curvatura del mar. Esta hipótesis  se extendió, porque se constató,  en la Edad Media por toda Europa,  y en la época de Colón no cabía duda sobre la esfericidad de la tierra. 

¿De dónde sacó la idea Colón de viajar por el Oeste a las Indias? 

Cristóbal Colón era ya un marino perito en navegaciones, es decir, muy experimentado, cuando fue  a presentar su proyecto tanto al rey  Juan de Portugal, como a los reyes católicos,  había navegado desde los catorce años y para entonces, ya había recorrido los siete mares, y más. Había surcado  todo el Mediterráneo al servicio de corsarios o de señores, como Renato de Anjou, tanto hostigando las costas valencianas, como las islas griegas. Después pasó al Atlántico y se estableció en Portugal, desde donde viajó a Inglaterra,  Islandia y Guinea,   y más tarde se presentó en Andalucía. En este ínterin,  fue leyendo libros por su cuenta  entre ellos  Las Maravillas de Marco Polo y La Imago Mundi del cardenal de Ailly,  y estudiando astronomía, geometría y cosmografía, además de   aprender  a manejar instrumentos de navegación y a diseñar mapas. De todo lo anterior y más, sacó Colón la idea de llegar a las Indias por   el occidente.      

¿En qué basaba sus cálculos?

El padre Bartolomé de las Casas, que transcribió el llamado Diario de Colón, obra que  desgraciadamente se perdió, habla en  su Historia de las Indias (1559)  del “piloto anónimo”, sosteniendo que un barco que llevaba mercancías,  para vender en Flandes, fue sorprendido por una terrible tormenta y desviado de su ruta. De tal manera  que llegó a unas islas, que no tenían nombre y eran  desconocidas para los expertos marineros. El barco naufragó y murieron casi todos sus tripulantes, excepto a unos pocos, entre ellos el piloto anónimo, un español,  que respondía al nombre de  Alfonso Sánchez de Huelva. Añade Las Casas, que este hombre consiguió salvarse y regresar, muy maltrecho, a la ciudad  de Porto Santo, la capital de Madeira, donde residía Colón con su mujer y su hijo, y que éste atendió al náufrago y le dio cama y mesa. Sea o no cierta esta historia, el piloto correspondió a los favores de Colón y le indicó el rumbo que debía seguir para llegar al Catay.   Por otra parte, parece que Colón  también conocía la carta que Toscanelli  escribió a Fernando Martins, que era pariente de su mujer, en la que aquel contaba las maravillas que Marco Polo había conocido y disfrutado en la Corte del Gran Kan y, sin dudarlo,  se  puso en contacto con el italiano, que le contestó y le animó a navegar hacia el levante por el poniente.   No necesitaba más el futuro almirante para, primero,  exponer su idea al rey de Portugal, que la rechazó, y luego a los reyes de Castilla que, tras mucho dudar,  la aceptaron.          

¿Es cierto que los reyes encargaron a una junta el estudio del proyecto?

  Lo mismo en Portugal que en España, los respectivos monarcas encargaron a una junta de hombres sesudos el estudio del proyecto de Colón; en el país vecino a una de matemáticos, en el nuestro a unos hombres sabios,  letrados, cosmógrafos y  astrónomos,  que también desestimaron la propuesta colombina.

¿Qué es lo que terminó de convencer a los reyes?

Que el futuro almirante continuara insistiendo en su proyecto  y, que merced a su tesón y a la confianza que llegaron a tenerle los amigos que hizo en la Corte, pues se acercaba el final de la guerra de Granada y estaban con muy ocupados, logró que la reina Isabel  no sólo firmara con él las llamadas Capitulaciones de Santa Fe, donde el marino exponía sus  condiciones,  sino que atendiera a los amigos del impulsivo navegante y  fletara tres naves,  para que el entusiasta genovés partiera en viaje de descubrimiento, aceptando incluso todo lo que el futuro almirante pretendía sobre las tierras que encontrara en su largo y peligroso  camino al Catay.

Cómo enterrar a un emir

Otro de los momentos más impactantes del episodio 23 ha sido el entierro de Muley Hacén. En la montaña, directamente sobre la tierra, únicamente envuelto en un sudario blanco y sencillo y lo más cerca del cielo.

¿Cómo fue la  muerte de Muley Hacén? 

No sé de qué enfermedad murió,  quizá no soportó tantas  traiciones y falleció de un paro cardiaco.

¿Cómo se enterraba a un emir? ¿Es cierto que lo enterraron en el Mulacén? 

Los musulmanes sepultan a sus muertos con el cuerpo del fallecido todavía caliente, es decir, nada más muerto.  En  este caso en el palacio o en el  castillo donde Muley estuviere, en Almúñecar, quizá. El entierro sucedería más o menos de este modo:   Una vez que corrió la voz  de la muerte del rey y se enteraron las mujeres, seguro que éstas  lanzaron por sus bocas el zagharit, ese grito que se escucha en boca de las musulmanas en escasas ocasiones, sólo en situaciones de gran alegría o dolor extremo, pero nunca sin motivo. Las féminas, apresuradas, se encaminarían al lugar de procedencia del primer aviso y se quedarían en la puerta donde reposara el cuerpo sin vida del rey Muley, mientras sus criados y esclavos lavaban y aromaban el cadáver y lo vestían con una sábana. Para,  enseguida,  hacer sitio a los esclavos que, en angarillas, portarían el cadáver del señor de Granada con  los hombres que le habían sido fieles hasta aquel fatídico día. Y se sumarían al duelo, gritarían y llorarían, la que más Zoraida, pues no en vano había sido su esposa favorita en los últimos años, todas deshaciéndose en loas por su marido y señor, hasta que llegara el momento de abandonar el lugar, para regresar al harén y vestirse de blanco, como era preceptivo en los entierros. Y ya, hombres y mujeres en el patio, todos de blanco luto, se situarían los unos a un lado y las otras a otro, frente por frente del imán que se disponía  a oficiar el  funeral, que escucharían con mucho respeto, con los ojos anegados de lágrimas, subiendo y bajando las manos y, terminada la ceremonia religiosa, todos se acercarían a la tumba, previamente cavada en la tierra. Allí los hombres depositaron el cuerpo sin vida  del sultán con la cabeza en dirección a La Meca, lo cubrirían con unas tablas y lo llenarían de tierra. Los asistentes se retirarían cuarenta pasos y rezarían la primera azora del Corán (“En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso”, etcétera)   y, presto, abandonarían el lugar, para que el difunto pudiera responder, en la mayor soledad, a las preguntas que habían de hacerle los dos ángeles que le acompañarían  a la última morada. Al Paraíso, donde viviría con las huríes, que le servirían en copa de oro, durante toda la eternidad.  Todo lo anterior, suponiendo que no enterraran al sultán en la cima del pico  Mulacén, como dice la leyenda, por la casualidad de que el monte tenga el mismo nombre que el del rey, pero parece que no, pues se han hecho varias expediciones en busca de la tumba y sus tesoros, sin encontrar nada.

¿Qué ocurrió con Yusuf, el hijo de Muley Hacén? ¿Es cierto que lo mató El Zagal?

Sí,  es verdad. Muley Hacén, cuando había perdido Granada y estaba refugiado en Almería,  donde los habitantes lo habían reconocido como soberano,  como andaba enfermo o, al menos, melancólico y no quería o no podía tomar un arma, dejó la gobernación en manos de el-Zagal, su hermano, que fue el asesino de Yusuf, y a Boabdil hubiera matado también de no haber puesto pies en polvorosa con algunos de sus fieles.  

Cuando los cristianos conquistaban una ciudad hasta entonces musulmana, ¿qué pasaba con los cautivos que llevaban allí años y años retenidos? Liberaban de inmediato a aquellos hombres y mujeres, la mayoría convertidos en auténticos despojos. Para tener una idea como salidos de un campo de concentración de los nazis, pues estaban escuálidos y hambrientos, y muchos de ellos con la cabeza hecha agua. Les quitaban los grilletes y, por orden de la reina llevaban estos hierros  al monasterio de San Juan de los Reyes de Toledo, donde todavía se conservan. Les daban ropa y de comer, además de dineros para que regresaran a sus casas. El cautivo que llevara muchos años encerrado en una mazmorra musulmana, al regresar a su lugar de origen, podía encontrarse con todos sus familiares muertos y con su casa y campos ocupados por otros.

Fernando zanja los problemas en Cataluña

Al rey de Aragón los problemas no paran de crecerle. Fernando tiene a los remensas enfrentados con los nobles, a la vez que estos quieren acabar con la Inquisición que su monarca trata de imponerles...¿Cómo consigue apaciguar sus territorios? Parece que lo logra siguiendo el manual de Maquiavelo.

¿Quién era Santángel? ¿Qué pasaba con los conversos en los dominios de Fernando? ¿Es cierto que los nobles catalanes los atacaban? ¿Es cierto que los conversos organizaron una conspiración para acabar con la Inquisición? ¿Quién era Don Pedro de Arbués?

Luis de Santángel era  contador mayor del reino de Aragón, y provenía de familia conversa.  Algunos historiadores sostienen que la reina le empeñó sus joyas,  para con ese dinero fletar las tres carabelas de Colón, pero es falso, porque la villa de Palos le debía una gran multa y, para cancelar la deuda, Isabel ordenó que los pobladores fletaran dos naves  y,  la tercera,  pertenecía a los hermanos Pinzón que se sumaron aquel  viaje por la mar Tenebrosa.  Sobre la implantación de la Inquisición en Aragón, diremos que   no fue aceptada por la clases nobles  y burguesa que, vaya,  no  les busto miaja  que,  mediante un breve, el papa designara a Torquemada inquisidor general de Aragón, cuando ya lo era de Castilla.  No obstante,  fray Tomás nombró a dos inquisidores en este reino, entre ellos Pedro Arbués, canónigo de La Seo de Zaragoza, y el tribunal comenzó a actuar en 1485. Las autoridades aragonesas, a instancias del señor rey, aunque a regañadientes,  juraron solemnemente en la catedral ayudar a los inquisidores en su tarea de guardar y hacer guardar la fe cristiana. Pero muchos de ellos procedían de familias conversas y, como algunos fueron denunciados anónimamente, se quejaron ante el papa y acusaron al tribunal de atentar contra  los fueros de Aragón, y enviaron a Fernando una embajada. Además, algunos de los revoltosos se unieron para asesinar a Pedro Arbués, delito que perpetraron una noche dentro de la catedral zaragozana  La noticia corrió por la ciudad más rápida que  el viento, y los vecinos gritaron: “Fuego a los conversos”. Los oficiales del rey y  las gentes principales se reunieron y apoderaron a seglares y eclesiales para proceder con todo rigor contra los asesinos, del modo que fuere.  “No guardando, según Zurita, ni fueros ni costumbres del reino”. Los asesinos fueron pronto presos y quemados en la hoguera. Torquemada nombró nuevos inquisidores que abrieron   procesos a muchos conversos, entre ellos a Luis de Santángel.

Volvemos a todo el asunto de los remensas. ¿Cómo se solucionó el problema con ellos? ¿Qué pasó con Pere Joan Sala?

El rey Juan II de Aragón, dada la rebelión que tenía en Cataluña con los payeses de remensas, empeñó cuatro fortalezas en el Rosellón, entre ellas Perpiñán,   al rey de Francia, para poder hacer frente a los gastos de la guerra, recibiendo a cambio una buena suma de dinero. El  francés dispuso durante mucho tiempo de las rentas de las plazas empeñadas pero, en un momento dado, los habitantes de la citada ciudad se rebelaron contra el rey Luis y llamaron al rey de Aragón, por esta causa la población cambió varias veces de manos. El rey Juan falleció en 1479 sin haber desempeñado los castillos, que permanecían  en poder de los franceses. El rey Luis en su testamento mandó a su hijo el delfín Carlos que, si  los aragoneses rescataban los empeños les devolviera  las cuatro fortalezas.  Carlos VIII se hizo mucho de rogar,  pero con el tiempo Fernando lo consiguió, sin abonar un ochavo, por mantenerse fuerte en sus convicciones, por no ceder y por querer mantener la alianza con Francia. Esta larga disputa se acabó con el Tratado de Barcelona de 1493, cuando el prestigio de los reyes católicos era inmenso, pues habían conquistado el reino de Granada y el almirante Colón había llegado a la Indias por el occidente.