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La herencia del Apaktone

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Pueblo de Dios - La herencia del Apaktone

En el siglo pasado, y durante cinco décadas, un hombre enfrentó todos los peligros, pasó calamidades, estuvo a punto de morir varias veces y trabajó hasta la extenuación por llevar a buen puerto su ideal misionero. Se trata de José Álvarez, que pasará a la historia de la misión por el nombre de “Apaktone”. Este dominico asturiano llegó a la selva amazónica peruana en 1917 y estuvo en ella durante algo más de 50 largos y fructíferos años. La vida de José Álvarez es una epopeya por las condiciones en las que transcurrió, marcadas por los duros inicios de la misión.

El "papá anciano"

José Álvarez recorrió incansablemente los ríos de esta región para encontrarse con las poblaciones nativas. Lo tuvo muy difícil. Hay que tener en cuenta que los misioneros llegaron en los años finales de la explotación cauchera que persiguió, esclavizó y diezmó a los pueblos indígenas. Era lógico, por tanto, la actitud huidiza o agresiva de estos ante cualquier presencia extranjera. De hecho, dos compañeros de Álvarez fueron asesinados por huarayos e iñaparis. En ese tiempo, los grupos nativos carecían de cualquier derecho y Álvarez, junto a los demás misioneros, se dejaron la vida en reivindicar la dignidad de los pueblos amazónicos. La inquebrantable voluntad del padre Álvarez por llegar hasta los últimos rincones de la selva le llevó, surcando el río Colorado, a querer contactar con los míticos amarakairis. De hecho, se produce un encuentro tenso, al misionero lo despojan de casi todas sus ropas y cuando preguntan por su identidad, uno de los acompañantes nativos del padre Álvarez le defiende respondiendo: él es mi “apáktoné”. Es decir, el papá anciano. Desde entonces el nuevo nombre, consecuencia del cariño que le tuvieron, será el que defina al misionero.

Testigos y herederos

Un equipo de Pueblo de Dios ha recorrido muchos de los lugares en los que vivió el Apaktone. Hemos encontrado incluso un amarakairi que le acompañó y le salvó la vida. También hemos hablado con los actuales misioneros dominicos de esta región del Madre de Dios, dentro del Vicariato de Puerto Maldonado. Pedro Rey, Rufino Lobo, Pablo Zabala, el obispo Francisco González y Ricardo Álvarez, el misionero y antropólogo, nos dan su versión y su visión del mítico Apaktone. Este personaje, junto a otros compañeros, fundó varios puestos de misión, recorrió lugares hasta entonces desconocidos para los europeos, entabló una fuerte amistad con muchos grupos nativos y escribió cientos de páginas sobre esto. En una de ellas reconocía: “no puede negarse que tienen cariño al misionero. Al fin y al cabo, él es, entre todos los hombres, el que con más amor los cuida y los defiende”. José Álvarez murió en Lima en 1970 y hace tres años se abrió el proceso de canonización.