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Veinte años sin muro

Por
En portada - Alemania, año 20

FICHA TÉCNICA

GUION Y REALIZACION: Pilar Requena

IMAGEN: Luis Rapado

SONIDO: Aurora Alvarez

MONTAJE: Marta Garabatos

¡Ay, qué noche la de aquel día! Es lo menos que se puede decir de aquella noche cuyas imágenes es imposible borrar de nuestras retinas. "Wahnsinn", decían y repetían una y otra vez los alemanes.

Sí, es verdad, parecía una locura, parecía increíble, pero era cierto, tan cierto como que aquella noche del 9 de noviembre de 1989, sin sangre, de forma pacífica, caía el "muro de la vergüenza", el muro de Berlín, el que durante más de 28 años había dividido la ciudad, el país, Europa y el mundo. Acababa la guerra fría.

Llegué por primera vez a Berlín, unos meses después, en julio de 1990. Y esa ciudad se convirtió en parte de mi vida y en mi lugar de residencia y trabajo durante 5 años, de 1999 a 2004. En estos 19 años he vivido con los alemanes los cambios, el camino que empezaron a andar, todavía separados pero ya juntos, aquel 9 de noviembre de 1989. No ha sido un camino de rosas, en realidad, ningún proceso de transformación lo es.

Almas rotas

Y una y otra vez recordaba las palabras de Willy Brandt después de la caída del muro al  referirse al este: "lo que más me ha dolido no son los edificios destruidos sino las almas rotas".  Y quizás en los primeros años, fundamentales para evitar consecuencias negativas posteriores, se olvidaron de las "almas rotas", se creyó que con el dinero todo se podía arreglar. Pero dos sistemas de socialización diferentes durante cuarenta años habían dado mentalidades distintas. Y el muro de hormigón dio paso al llamado "muro en las cabezas" del que todavía se habla hoy día.

Las mismas voces, los mismos sitios...diez años después

Cuando recibí el encargo de preparar un reportaje sobre los 20 años de la caída del muro Berlín, pensé que no tenía sentido enfocarlo como el de hace diez años, como la historia del muro y que podría ser más interesante volver a hablar con los protagonistas de diversos reportajes que había realizado para En Portada en todos estos años y regresar a determinados lugares. Eso no sólo me ofrecía la oportunidad de volver a verles, sino también de analizar qué cambios se habían producido en ellos pasados los años.

He de reconocer que en no pocas ocasiones, la emoción con la que recordaban y contaban sus sentimientos de aquellos momentos, a punto estuvo de hacerme soltar alguna lágrima. Los tenían tan vivos como si hubiese ocurrido ayer. Y algunos, después de habernos visto en varias ocasiones, me contaron cosas personales que no me habían contado hasta ahora.

Fue el caso de Lothar de Maiziere, el último jefe de gobierno de la antigua RDA, que me dijo que lloró aquel día, que no siguió en la política después de la unificación porque había hecho lo máximo que podía hacer en política, que era unir las dos Alemanias, y muchas anécdotas más que yo desconocía.

O el ex ministro del Interior, el socialdemócrata Otto Shily, que recordó que de joven vivía en Berlín oeste y que le gustaba vestir bien, que compraba la tela para los trajes en el oeste y que luego iba al este para que se los confeccionase un sastre del otro lado. Y eso se acabó, me contó, el 13 de agosto de 1961,  el día que comenzó la construcción del muro.

Harmut Richter, al que conocí en 1999 y convertí en el protagonista de nuestra historia del muro al cumplirse una década de su caída. Entonces, acababa diciendo que su vida habría sido distinta sin el muro. Diez años después sigue su lucha para que no se olvide lo que fue el muro y el sistema totalitario. Ahora asesora a las víctimas de aquel régimen para que se haga justicia. Y probablemente nunca parará, porque él, como nosotros, sabemos que hay que seguir recordando a las nuevas generaciones, que como él dice han crecido con la democracia como algo ya consolidado, que un día existió un muro, una enorme pared de hormigón, que separó una ciudad, un país, un continente y el mundo. Y que todavía existen muros en el mundo que hay que derribar.

El muro en las cabezas y la botella medio vacía

¿Y el muro en las cabezas del que tanto se habla? Está ahí, pero sobre todo, como comentan muchos, en las de aquellos que perdieron los privilegios de los que gozaban en el antiguo régimen, o en la generación de aquellos que eran muy jóvenes para jubilarse y muy viejos para engancharse al sistema capitalista. En los jóvenes el muro no es sino un acontecimiento que estudian en los libros de historia o que les cuentan sus padres.

¿Y las quejas de unos y otros? También están ahí, y no todas injustificadas, pero hay que tener en cuenta que, como muchas veces digo a los alemanes, medio en broma, medio en serio, "vuestro deporte nacional es el fútbol, la salchicha, vuestra comida y "jammern", quejarse, vuestro estado anímico". Y ese estado de ánimo que muchos acaban reconociendo es lo que les lleva a ver la botella medio vacía en lugar de medio llena. Por cierto, el muro no consiguió hacerlos diferentes en eso.

Se quejan como dicen "auf hohem Niveau" (a alto nivel) tanto los del este como los del oeste. Es una pena, nos comentaba una gran mayoría de nuestros protagonistas, que eso "nos impida alegrarnos de la suerte histórica que hemos tenido". Porque, en el fondo, aquella inolvidable noche del 9 de noviembre 1989 la historia hizo a los alemanes el mejor de los regalos.