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La salida de Grecia del euro podría producirse pese a lograr un acuerdo, advierten muchos analistas

  • El Grexit sería muy probable si no se pacta un alivio real de la deuda griega
  • También afectan la crítica situación del país y la desconfianza con la UE
  • La economía helena se contraerá con fuerza este año aunque haya acuerdo

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Una mujer, delante de un graffiti que muestra una moneda de cero euror en una calle del centro de Atenas
Una mujer, delante de un graffiti que muestra una moneda de cero euror en una calle del centro de Atenas. AFP/ ARIS MESSINIS

El mantra más repetido de los últimos días es que debe hacerse todo lo posible para mantener a Grecia dentro del euro. Tanto en Atenas como en las instituciones y países europeos predomina el mensaje de que se necesita un acuerdo que evite el Grexit. Sin embargo, en las últimas horas, muchos analistas han abierto un nuevo frente: esa salida de la moneda única podría producirse aunque se consiga un pacto para conceder al país un tercer rescate.

Para la mayoría de esos economistas, la posibilidad de que Grecia salga del euro se mantendrá abierta si el acuerdo final no incluye una reducción inmediata de la deuda. Eso, combinado con la profunda crisis económica del país y la enorme desconfianza que ha crecido entre Atenas y el resto de socios del euro, haría que el nuevo programa de asistencia naciera ya herido de muerte.

Hay que recordar que ahora Atenas ha solicitado un nuevo rescate de tres años (hasta 2018) y que, en la actualidad, sólo está pagando los intereses por los préstamos, mientras que el principal no empezará a abonarlo hasta 2023.

Otros expertos, como el columnista del diario británico The Guardian Simon Jenkins, apuntan a que, “incluso si Grecia consiguiera esta semana algún alivio de deuda, esto no la situaría en la senda de la recuperación”, con lo que “Grecia no podrá crecer y no podrá devolver ni futuros préstamos ni los pasados”.

De esta forma, insisten, se perpetuaría la situación vivida en los últimos cinco años, con una Grecia incapaz de cumplir con los objetivos marcados desde Europa, hundida en la recesión y con una crisis social en aumento.

Sin embargo, -argumentan los defensores de la salida del país-, fuera del euro Grecia podría pactar la reducción de la deuda y tratar de impulsar su economía ganando competitividad con la ayuda de una moneda devaluada.

Según Jenkins, el Grexit sería “la luz al final del túnel, el mejor resultado posible para la agonía griega”. Su salida sería una pesadilla si no se planifica bien o se aplaza –asegura el británico-, “pero no lo será si se hace de forma ordenada”.

Una economía deteriorada

En estos momentos, el deterioro de la economía griega es tan intenso que, incluso con un acuerdo, los economistas coinciden en que Grecia volverá a contraerse este año. El propio Gobierno griego reconoce en el documento de propuestas presentado este jueves que el PIB nacional caerá un 3%, en lugar de crecer el 0,5% previsto.

El país no ha recibido ningún tramo de ayuda desde agosto del año pasado, por lo que ha estado drenando su sistema financiero interno para obtener los fondos necesarios y así cumplir con sus compromisos de pago.

La situación ha empeorado aún más con la congelación de la liquidez ofrecida por el BCE y el consiguiente corralito, que se prolonga ya más de diez días y que está secando la estructura productiva y de consumo del país.

En ese contexto, la firma de análisis londinense Euroasia Group calcula que ahora un nuevo programa de ayuda costará entre 18.000 y 27.000 millones de euros más de lo que hubiera costado si se hubiera negociado dentro del anterior rescate.

El alivio de deuda, imprescindible para lograr cierta viabilidad

“Nosotros defendemos que hemos salvado a Grecia proporcionándole un programa de rescate multimillonario. En realidad, hemos sobrecargado al país con un montón de deuda insostenible”, así resume las dos visiones enfrentadas que hay en Europa el líder de los liberales en el Parlamento Europeo, el ex primer ministro belga Guy Verhofstadt, en un artículo publicado este jueves en el medio digital Politico.

Según este político europeísta, solo se cerrará la crisis con una profundización de la unión dentro de la eurozona. “La estrategia actual nunca proporcionará una solución a largo plazo. La única forma de salir de esta crisis es un acercamiento nuevo y completo, que proporcione una solución para Grecia, pero también para el resto de la UE, para que estos dramas no vuelvan a ocurrir”.

Sin embargo, Berlín –instigado por Holanda, Finlandia y los países del Este más pequeños, como Estonia y Eslovaquia- se mantiene firme y descarta tajantemente no solo una quita de deuda, sino una reestructuración profunda, que vaya más allá de los ligeros retoques prometidos en noviembre de 2012.

“Alemania está pidiendo que Grecia cumpla íntegramente con el servicio de sus deudas, aunque el país está en completa bancarrota y el FMI ha constatado la necesidad de un alivio de deuda. La colisión entre realidad (insolvencia de Grecia) y política (las exigencias de Alemania) ha creado el desastre”, opina el prestigioso economista estadounidense Jeffrey D. Sachs.

El dilema de Merkel

De esta forma, la estrategia seguida hasta ahora por la canciller alemana, Angela Merkel, la coloca ante “un enorme dilema”, según Daniela Schwarzer, analista del Fondo Marshall de EE.UU. en Berlín:

Si Grecia sale del euro, ella será la canciller que fracasó en el mantenimiento de la unidad de la eurozona; si ella mantiene a Grecia dentro, después de todo lo que ha pasado, será duramente criticada por haber abandonado los principios de rigor que regulan la zona euro”, expone la experta.

Como lo ha expresado este jueves el gobernador del Banco de Estonia y miembro del consejo de gobierno del BCE, Ardo Hansson, "el Grexit no es deseable, pero sería un error evitarlo a cualquier coste y dando un cheque en blanco a Grecia, porque eso minaría los fundamentos de la moneda única".

A los cálculos económicos y políticos se suma otra dificultad: la enorme desconfianza generada entre Grecia y el resto de miembros de la eurozona a lo largo de un duro proceso de negociación, con continuos cruces de acusaciones y reproches.

Esa brecha, a su vez, deriva en otra que puede ser aún más costosa: qué fiabilidad tiene una unión monetaria que prolonga una crisis de este tipo durante más de cinco años y que la cierra sin solucionar los problemas de fondo, los que la acompañan desde su nacimiento y que están en el origen de la actual inestabilidad (la falta de coordinación real de políticas fiscales y económicas y la carencia de una comunitarización de deudas y activos).

Y esa fisura parece mucho más complicada de cerrar, ya que su reparación se escapa de las manos de la eurozona y depende de la percepción de los siempre volátiles mercados internacionales.