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'Té para todos' en el 10 de Downing Street

  • Tras el susto escocés, Cameron propone una amplia reforma constitucional
  • Ofrece una devolución de competencias a las cuatro naciones del Reino Unido
  • La respuesta del nacionalismo inglés puede ser un arma de doble filo

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Descartada la independencia de Escocia, la pregunta es: ¿y ahora qué?

El honour británico. 'Honrar' es una palabra de una fuerza extraordinaria. Y es la que muy hábilmente ha utilizado Alex Salmond en su discurso: "Los partidos unionistas hicieron la promesa a última hora en la campaña de devolvernos más poderes. Escocia espera que honren esta promesa de forma rápida".

Esta declaración es una seria advertencia. Si Londres no cumple, ya sabe de lo que el nacionalismo escocés es capaz. En apenas año y medio ha logrado que el apoyo a la causa pase del 33 al 44% que ha votado en el referéndum de este jueves a favor de la independencia.

Ante las cámaras, Salmond ha aparecido abatido. No es un disfraz. Ha dedicado toda su vida a un proyecto independentista que no ha podido ver completado. Por eso ha presentado su dimisión. Pero el nacionalismo escocés no ha perdido. Puede haber sido una derrota emocional, pero no racional, porque ha conseguido lo que Londres le negó hace dos años cuando negoció el reférendum: más autonomía.

"La denominada devolution max sería prácticamente una semiindependencia. Es la creación de un Estado escocés dentro del Reino Unido. Se convertiría en la región de la Unión Europea con más poderes competenciales", señala a RTVE.es Marc Gafarot, investigador del CIDOB y coordinador del área de procesos internacionales de secesión.

Devolution max, una semiindependencia

Los únicos poderes que retendría el Gobierno central serían en materia de seguridad, defensa, política exterior y asuntos monetarios. Todo lo demás sería transferido. Hoy, Escocia tiene menos competencias que, por ejemplo, Cataluña, pero más autonomía sobre su gasto público.

Hemos oído la voz de Escocia y ahora hay millones de voces inglesas que deben ser oídas

Nada más hacerse oficial el 'no' escocés, David Cameron ha recogido el guante de Salmond y ha dicho que cumplirá su promesa. Y ha ido más allá al anunciar un proceso de devolución de competencias en las otras naciones británicas. "Así como Escocia votará separadamente en un parlamento escocés sobre sus impuestos, sus gastos y su bienestar, Inglaterra, Gales y Reino Unido deberían poder votar sobre esos asuntos", ha afirmado.

"Hemos oído la voz de Escocia y ahora hay millones de voces inglesas que deben ser oídas", ha enfatizado. ¿Significa que estamos ante la versión inglesa del café para todos autonómico español?

Irlanda del Norte y Gales, pendientes del debate

El modelo competencial británico actual es asimétrico: no todas las naciones tienen el mismo número de poderes transferidos y se da la paradoja -la llamada cuestión inglésa o de West Lothian- de que los diputados escoceses pueden legislar sobre asuntos ingleses pero no al revés porque Inglaterra es la única nación de las cuatro que no tiene Parlamento propio.

El statu quo actual beneficia al Laborismo. De los 52 diputados escoceses en Westminster, 41 son laboristas y sólo uno torie. Si sacas estos escaños de la ecuación, la formación tendría más difícil obtener mayorías en temas importantes como educación o sanidad.

"El debate abierto por Cameron es complejo. Además de resolver la 'cuestión inglesa' tienen que decidir si apuestan por un modelo simétrico, el famoso café o, en este caso, té para todos, que es algo muy poco británico; o por un modelo ad hoc en el que todas las naciones verían aumentadas sus competencias pero se respetarían las particularidades de cada una", explica Gafarot.

El independentismo galés estaba muy pendiente de Escocia. También el norinlandés, donde sus singularidades apuntan a escenarios más controvertidos. Por eso, algunos ven la estrategia de Cameron como un "acierto" al adelantarse a futuras reivindicaciones. Otros, en cambio, le reprochan que haya abierto una "revolución constitucional" a ocho meses de las elecciones generales.

Revolución inglesa a ocho meses de las elecciones

El coste político para el premier y su partido dependerá de cómo lo gestione y, sobre todo, de la respuesta del nacionalismo inglés a este La devolución de competencias -devolution revolution lo llama el diario The Guardian- puede ser un sedante o un estimulante para la 'bestia'.

El líder del UKIP, el partido que consiguió romper el bipartidismo británico por primera vez en un siglo en las pasadas elecciones europeas, observa atento. No ha participado de la campaña unionista en su afán por diferenciarse del establishment. Es contrario a la cesión de poder a las naciones, pero ve con buenos ojos que el tabú de si los ingleses deben o no tener su propio parlamento esté, por fin, sobre la mesa.

"Podría ser un Parlamento o varios porque se podría optar por dividir Inglaterra en regiones con diferentes cámaras para que así no haya tantas diferencias entre el Parlamento inglés y los otros tres", señala a RTVE.es el investigador del Real Instituto Elcano Andrés Ortega. Una Inglaterra autónoma sería casi un gobierno paralelo al británico por su peso dentro del Reino Unido.

Sea como fuere, este proceso de devolución de competencias transcurrirá en paralelo en todas las naciones para que no se produzca una discriminación a favor de Escocia, ha dicho Cameron. Requerirá de un gran consenso de todos los partidos. Y deberá ser aprobado por Westminster. Para ello, ha puesto en marcha un comité a cargo del exministro William Hague. "Si se quiere será un proceso rápido porque al no haber Constitución escrita los cambios son más fáciles de hacer", apunta Ortega.

La presión de Escocia y la cita con las urnas en mayo de 2015 marcarán la agenda. Con el resultado del referéndum Cameron ha dado por cerrado el debate de la independencia, pero ha reabierto uno mucho más profundo sobre los principios constitucionales de todo el país. Y tras el susto escocés su partido no parece dispuesto a permitir más errores de cálculo. Ni unas décimas.