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Romney, el candidato del desencanto con Obama

  • El candidato republicano pone el foco en la decepción por su gestión
  • Romper el vínculo emocional del presidente y sus votantes es clave
  • La convención republicana se centró en humanizarle

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Clint Eastwood apoya a Romney al inicio de lo que se prevé una campaña electoral muy igualada

"La esperanza y el cambio tuvieron un atractivo poderoso, pero esta noche os quiero hacer una pregunta sencilla: si os sentistéis tan contentos cuando votásteis por Barack Obama, ¿no deberíais sentir lo mismo ahora que es presidente? Algo va mal con el trabajo que ha hecho como presidente cuando el mejor sentimientos que habéis tenido hacia él se produjo el día en que le votásteis".

Estas palabras de Mitt Romney en su discurso de aceptación no iban dirigidas al público asistente al cierre de la convención republicana, sino a los millones de espectadores que desde sus casas le escuchaban, algunos por primera vez.

Su objetivo era que que se planteasen seriamente las preguntas inevitables a medida que se acerca el 6 de noviembre, la fecha de las elecciones presidenciales.

¿Se puede a confiar la dirección de EE.UU. a Barack Obama pese a la mala situación económica? ¿Merece la pena darle una segunda oportunidad debido a la mala herencia recibida o ha tenido tiempo suficiente para realizar mejor su trabajo? Y, en última instancia, ¿es posible renegar del hombre que generó una ola de esperanza sin precendentes, el primer presidente afroamericano de la historia de Estados Unidos, para votar a alguien como Mitt Romney?

Comprensión a los votantes

Tras las críticas de su popular vicepresidente, Paul Ryan, (algunas cargadas de inexactitudes) hacia el candidato demócrata, el exgobernador de Massachussetts adoptó un tono comprensivo con la coalición de votantes (jovenes, mujeres e independientes, mayoritariamente) que impulsaron a Obama a la Casa Blanca.

"Muchos estadounidenses sintieron una nueva ilusion sobre las posibilidades del nuevo presidente", reconocía Romney, consciente de que a muchos de esos votantes les cuesta aceptar que la gestión de Obama ha sido un fracaso debido a los lazos emocionales construidos durante la inolvidable campaña de 2008, resumido en el lema "yes, we can".

Como si de una cura de desintoxicación se tratase, el candidato siguió con su argumento: "Los estadounidenses han sido pacientes, los estadounidenses han apoyado a su presidente de buena fe.  Hoy ha llegado el momento de pasar página", concluía en el pasaje que resumía su intervención de 45 minutos, quizá el más afortunado.

El razonamiento del candidato lo resumía antes de su intervención uno de sus asesores, Stuart Stevens: "No hay necesidad de hacer sentir a la gente mal por lo que hicieron para que se sientan bien sobre lo que van a hacer".

"Esperaba que el presidente Obama tuviese éxito porque quiero que Estados Unidos tenga éxito", decía Romney en su discurso, para añadir a renglón seguido: "Pero sus promesas dieron paso a la decepción y la división".

Baño de realidad

"El presidente Obama prometió empezar a parar la crecida de los océanos y curar el planeta. Mi primesa...es ayudáos a vosotros y a vuestras familias", resumía un Romney que quiere dar un baño de realidad a los votantes de Obama.

El problema es que conseguirlo no es tan fácil, tal y como asegura Mark McKinnon, antiguo asesor de Bush, al New York Times: "Va a ser difícil romper ese vínculo que muchos votantes sienten con Obama, aunque estén decepcionados. Puede que sea un mal matrimonio, pero aún quieren salvarlo".

Este debate se afronta cuando un presidente estadounidense se enfrenta a una reelección, algo que los antecesores de Obama en la Casa Blanca, George W. Bush y Bill Clinton, consiguieron.

No fue así con George Bush padre, vencido por Clinton precisamente por el desencanto económico, ni con Jimmy Carter, que tras generar una ola de ilusión terminó cayendo de manera clara ante el carisma de Ronald Reagan.

Pero en el caso del actual presidente, ese debate está potenciado por un factor emocional: el hecho mismo histórico de su victoria, resumido en la imagen de la entrada de su familia en la Casa Blanca, "un momento inspirador que muchos habían esperado tanto tiempo", como confesó su antecesor en la Casa Blanca.

Además, ahora Obama no se enfrenta a un líder carismático como Clinton o Reagan, sino a un hombre que muchos estadounidenses ven como un millinario desconectado de sus problemas reales.

El resultado es que, pese a que Romney está empatado con Obama en los sondeos -incluso puede superarle gracias al impulso que suelen dar las convenciones- sigue estando por detrás en la simpatía de los votantes.

Humanizar, no hacer que le quieran

"Ellos ven a este tipo como un rico, desconectado, no como ellos", señala también al New York Times la antigua secretaria de educación de Bush, Margaret Spellings, que considera que muchos votantes indecisos prefieren a Obama a Romney porque simplemente "no han prestado atención" al republicano.

La tarea en la convención que se cerró el jueves era conseguir "humanizar" al candidato, algo que para los republicanos, la misión ha sido cumplida.

"Toda esta convención iba más de contar una historia personal sobre Mitt Romney que sobre como serían sus políticas. Necesitaba conectar con los estadounidenses y creo que lo ha conseguido", ha declarado a Reuters Tony Fratto, estratega republicano.

Para otros analistas, hizo lo que pudo por acercarse al votante, pero con limitaciones.

"Fue todo lo personal que puede llegar a ser.  No es el tipo de persona  que se sienta en una silla con Oprah y abre su corazón", considera Tobe  Berkovitz, profesor de comunicación de la Universidad de Boston.

"Piensa en todos los médicos en los que realmente has confiado. Necesitas estar a gusto y confiar en ellos y creer que saben lo que hacen. No tienen que ser la alegría de la fiesta", añade en palabras a Reuters Samuel Pomkin, profesor de la Universidad de San Diego.

¿Será eso suficiente para que los estadounidenses se 'divorcien' de Obama? A partir del próximo lunes en Charlotte (Carolina del Norte) el presidente y los demócratas tratarán de convencerles de que no.