Enlaces accesibilidad

Cirugía reparadora para un monasterio del siglo XII, escenario de 'Águila Roja'

  • El monasterio cistenciense de Pelayos recibirá por primera vez fondos con cargo al 1% Cultural
  • Las obras de consolidación de la Iglesia durarán 2 años y se podrán visitar
  • Los protagonistas de Águila Roja prometen volver a este monasterio, ahora en ruinas

Por
Cirugía reparadora para un monasterio del siglo XII, escenario de 'Águila Roja'

Es con el Paular, del siglo XIV, y El Escorial, del siglo XVI, uno de los tres grandes monasterios de fundación real existentes en Madrid. Es también el más antiguo y a punto de ser sometido a una restauración integral. Nos referimos al monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias, en el municipio madrileño de Pelayos. Otros, como el Guisando, en el Tiemblo (Ávila) que sigue olvidado y en peligro.

El monasterio de Pelayos, actualmente en ruinas, ha servido de plató televisivo. Gonzalo de Montalvo y su fiel criado, Sátur, han paseado por el claustro en una de sus muchas aventuras de la serie Águila Roja que protagonizan en TVE. Y los dos piensan volver a las venerables ruinas de un monasterio para seguir batiendo récord de audiencias.

El monasterio fue fundado en 1150 por Alfonso el Emperador

El cenobio fue fundado en 1150 por Alfonso VII, rey de Castilla y León, que llevó el título de emperador. En el momento, ya lejano, de la fundación de este cenobio comenzaba en la España cristiana el románico y las peregrinaciones a Santiago. Se había escrito el Canto del mío Cid y seguía vivo el recuerdo de Isidro labrador, que llegó a ser santo y patrono de Madrid. Hay más historias ocultas. Sólo basta con verlas en estas piedras, que conocieron el paso de benedictinos y , 27 años después de la fundación,los monjes del Císter, que vivían la regla de San Benito, ora et labora,con toda su austeridad.

Casi una catedral

La Iglesia tiene unas proporciones de una catedral. Nos recuerda a la soñada por Tom Builder, uno de los protagonistas de Los Pilares de la Tierra. La de Pelayos no tiene nada que envidiar a la proyectada para Kingsbridge. Más de 50 metros de largo, 9 de ancho y una altura equivalente a un edificio de siete plantas.

De su grandeza pasada nada queda. Con la Desamortización (1836) perdió sus principales riquezas, el coro, labrado por Rafael de León, fue a parar a la catedral de Murcia, donde se encuentra en la actualidad, o el retablo con 6 grandes pintura de Juan Correa de Vivar, el Rafael español. Todas, menos una que se llevó la francesada, fueron a parar de la Trinidad, un primer depósito de obras de arte de conventos desarmonizados, al Museo del Prado. Esas pinturas del monasterio de Pelayo han vuelto a reunirse en Toledo en este año con motivo del quinto centenario de este pintor en una exposición monumental.

La iglesia, hoy en ruinas, es un tratado de arquitectura vivo, desde el mozárabe al románico, presente en un ábside monumental, sin olvidar la bóveda de crucería, del císter. Hoy sólo se mantienen dos imponentes arcos. Además esta todavía en pie la fachada barroca, con su espadaña, que en otro tiempo debió albergar las campanas que marcaban la vida conventual, que comenzaba a las dos de la madrugada y terminaba al ponerse el sol.

Don Mariano

La operación salvamento de este monasterio tiene un nombre propio, el arquitecto Mariano García Benito. Su relación con el monasterio data del año 1974. Todo empezó en ese año con un anuncio publicado por el diario ABC que decía lo siguiente:

Setenta kilómetros Madrid, vendo ruinas, magnífico monasterio, con 4.500 metros cuadrados terrenos. También vendería con 60.000 metros cuadrados total. Precio todo incluido, doce millones.

Don Mariano se hizo con la propiedad, y evitó la demolición. Procedió al cerramiento de la propiedad para acabar con el expolio. Consolidó las ruinas y hasta restauró una torre-campanario de 1590, que convirtió en domicilio. Y todo a su costa. Su primera batalla contra la Administración la ganó en 1984, con la declaración de estas ruinas como monumento histórico-artístico de carácter nacional.

Don Mariano ha dado otros pasos. Donó altruistamente la propiedad al municipio de Pelayos, que a su vez constituyó en 2004 una fundación sin ánimo de lucro. "Una fundación podrá culminar todo aquello que yo no pude hacer”, aseguró nuestro héroe, cuando ya superaba los 80 años. Desde entonces, año 2004, comenzaron los primeras obras de restauración. Primero fue la Comunidad de Madrid, costeando obras urgentes por importe de 337.000 euros. Antes de que finalice el año, los andamios volverán a Pelayos para consolidar la iglesia del monasterio. Las obras, unos dos millones de euros, se costearán a partes iguales entre la Comunidad Autónoma y el Ministerio de Fomento. Será una de las últimas actuaciones aprobadas por el Gobierno con cargo al llamado 1% cultural ( La Ley prevé destinar el 1% de la inversión en obra pública a conservar y enriquecer el Patrimonio Histórico).

Obra abierta en la Iglesia

Los primeros trabajos se realizaran en la Iglesia del monasterio. Será una actuación que requerirá la precisión de un cirujano y que nos recuerda la compleja restauración de los frescos de Giotto en la basílica de Asís, durante el terremoto del año 1997.

En Pelayos se procederá primero a un estudio exhaustivo de las ruinas que quedan esparcidas por el suelo. Mediante complejos cálculos se recompondrá el complejo rompecabezas que forman las piedras y los fragmentos de las bóvedas del templo y del coro. Arqueólogos, arquitectos y canteros trabajarán al unísono hasta conseguir saber su ubicación primitiva en el templo. “Se trata de consolidar, y no recrear lo que no existe”, nos aseguran los hermanos Barceló, que ganaron el concurso para adjudicar el proyecto de recuperación.

Se fortalezarán los muros, de ladrillo y piedra, y se desmontaron los dos arcos apuntados que actualmente existentes, para restituirlos nuevamente. Y finalmente se consolidará una de las joyas de la iglesia, las 3 capillas del ábside monumental, quizá la parte más antigua. En este caso se restablecerá cubierta original para que no sufran estas piedras por el inclemente tiempo de Pelayos.Las obras, que incluirán un taller de cantería, se prolongarán durante dos años y podrán ser visitadas. Es una iniciativa de la Comunidad de Madrid, llamada obra abierta, y que tuvo en España un primer antecedente en la catedral de Vitoria

Un paraíso en la Tierra

El monasterio fue fundado por el rey Alfonso VII para implorar el perdón de Dios por sus pecados y lograr así la salvación de su alma. .Existía otra razón más práctica. Apartado del mundo, se levantó en un bosque, expresión medieval que hacía referencia a un lugar apartado e inseguro, donde se refugiaban los proscritos. Con el cenobio se roturó el el bosque, transformando la zona en una próspera explotación agropecuaria, donde sobresalía la vid, un cultivo que hoy en día se mantiene.

El monasterio fue una explotación agrícola sostenible

El subsuelo del monasterio esconde otros secretos: un complejo sistema de aprovechamiento de las aguas. Incluso ha llegado hasta nosotros un primitivo contador hidráulico. Además las aguas residuales eran conducidas fuera del monasterio hasta una depuradora, un estanque que por decantación, permitía obtener abono.

El abastecimiento de agua estaba asegurado mediante una enorme cisterna, existente en el claustro. Un hospital, para enfermos y monjes mayores, estaba en la zona más soleada y ventilada. Los religiosos del Císter habían descubierto así las propiedades de la helioterapia, pero desconocían las derivadas del baño.Sólo estaban prescritas las abluciones antes de comer, con el lavatorio de las manos y la cara antes de entrar en el refectorio (el comedor).

Los dormitorios eran comunes y no existía ni cama ni calefacción. Solo el prior gozaba de un dormitorio propio.

La vida era sin duda muy dura en un monasterio, que reflejaba las sociedad estamental, con dos grandes protagonistas, los monjes y los conversos, religiosos vinculados al abad que realizaban los trabajos más duros.

El cielo prometido

El claustro, la zona más importante, no será tocado en esta primera fase de la restauración. Era una pieza esencial, la más importante, pues era paso obligado de los monjes en su continúo deambular desde la iglesia, a la sala capitular o el refectorio o comedor. Era el corazón del monasterio. El de Pelayos era monumental. Tenía dos pisos, el primero, con la clásica bóveda de crucería y sus arcos apuntados y suelos de granito. Ha llegado parcialmente hasta nosotros. Un segundo piso, plateresco, del siglo xvi, fue desmontado y puede darse por perdido. Sólo han llegado algunos elementos, entre las ruinas, como las balaustradas.

El claustro recordaba a los monjes el cielo al que estaban llamados

El claustro tenía también un carácter simbólico. Recordaba a los religiosos el paraíso perdido por el pecado, y les recordaba el cielo, la Jerusalén celeste, que podían alcanzar con la gracia. Era una llamada a la conversión. El agua era otro elemento simbólico. Fluía desde una fuente central. En el suelo existían 4 canalizaciones, que representan la verdad, la caridad, la fortaleza y la sabiduría. Lecciones en piedra que hoy hemos olvidado.

La Hospedería

El municipio de Pelayos busca en la iniciativa privada los fondos necesarios para transformar una zona conventual del monasterio, la hospedería y otras grandes dependencias, en un hotel. Corresponde a la gran reforma realizada en el siglo XVI por el abad Fray Jerónimo Hurtado, que nos recuerda la arquitectura escurialense. Disponía de un tercer claustro que quedó inconcluso. Este lugar se ha recuperado recientemente para un ciclo de conciertos de música clásica.

Este uso no afectaría al proceso de restauración, largo y laborioso, de la iglesia y en un futuro, del claustro y de las estancias más importantes, el refectorio y la sala capitular. Hay muchos ejemplos en España de aprovechamientos turístico de antiguos monasterios. Entre otros está la Hospedería de Osuna (Sevilla) o el hotel-monasterio de la Boltaña (Huesca). O en Madrid tenemos, entre otros, el Parador Nacional de Chinchón. Un sueño que espera ver don Mariano, mientras pasea por su monasterio, que él salvó de la ruina y del expolio. Un sueño, pensamos nosotros, mientras le dejamos pasear por el claustro, que conoce como su propia casa.