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'Moving pictures', "Por amor al arte"

  • Narra la disputa por las obras del Louvre durante la 2ª Guerra Mundial
  • Sus creadores son los canadienses Kathryn y Stuart Immonen

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Fragmento de una página de 'Moving pictures', de Kathryn y Stuart Immonen
Fragmento de una página de 'Moving pictures', de Kathryn y Stuart Immonen

KATHRYN y STUART IMMONEN

Han estado creando cómics juntos durante más de veinte años. Stuart ha trabajado para todas las editoriales de cómics. De entre sus trabajos destacan Nextwave: Agents of H.A.T.E. , Superman: Secret Identity y Ultimate Spider-Man. Kathryn, por su parte, ha guionizado cómics tanto para DC como para Marvel, entre ellos la miniserie revelación Patsy Walker: Hellcat y Runaways. Acaban de terminar la edición especial de Never as bad as you think, para BOOM! Studios, y están deseando empezar su siguiente proyecto juntos, Russian Olive to Red King. Viven en Toronto, Ontario, con su hijo, altísimo, y su perro, malísimo.

Moving pictures (Dolmen Ediciones) es una apasionante novela gráfica de Kathryn y Stuart Immonen que relata el expolio de las obras de arte francesas durante la Segunda Guerra Mundial por parte de los Nazis.

Una historia que el cine ya abordó en la magnífica película El tren, de John Frankenheimer, en la que Burt Lancaster interpretaba a un luchador de la resistencia que tenía que retrasar el avance de un tren en el que los nazis se llevaban obras de arte.

Este cómic es igual de apasionante, aunque no os vais a encontrar las encarnizadas escenas de pelea de esa película, porque lo que realmente les interesa contar es la lucha de voluntades entre Ila Gardner, una canadiense que trabaja como ayudante de conservador de obras de arte del Louvre, y un desconcertante oficial alemán, Rolf Hauptmann.

Ella podría haber huido pero se queda en París para intentar salvar todas las obras que pueda para la posteridad, por amor al arte. Él quiere catalogar las más importantes para su posterior expolio.

Una relación de amor-odio que llega a su final con la revelación de un terrible secreto y una enigmática decisión.

Un matrimonio de artistas

Lo primero que sorprende de este libro es el cambio radical de estilo de Stuart Immonen, que renuncia a su dibujo realista, lleno de detalles, casi fotográfico, para narrar la historia con un estilo muy sencillo pero muy expresivo, a base de líneas y manchas negras, que refuerza el dramatismo de la historia.

Sólo hace dibujos más detallados cuando recrea las obras de arte que juegan un papel fundamental en la historia.

De esa forma la narración fluye con naturalidad y la oscuridad de la mancha negra refleja los claroscuros de la relación entre estos dos personajes a los que la historia ha condenado a enfrentarse.

Y además refuerza los estupendos diálogos de Kathryn Immonen, la esposa del dibujante, también sencillos, claros, concisos, contundentes, gracias a los que la narración avanza hacia ese final inesperado y sorprendente.

Puntos de colores

Muchas de esas obras de arte irremplazables acaban tiradas en medio de la calle debido al caos que se vive en el París ocupado. Incluso las que son ocultadas por los franceses, para salvarlas, corren el riesgo de perderse para siempre si quién las oculta fallece en la guerra.

La misión de Ila Gardner es catalogar esas obras con puntitos de colores según importancia, tamaño, valor fragilidad... sabiendo que su trabajo puede condenarlas a ser robadas por los alemanes. Y sin embargo lo hace porque, de otra forma corren el riesgo de perderse para siempre.

En medio de esta lucha de voluntades se sitúan los judíos, mucho menos valiosos para los nazis y perfectamente prescindibles.

Una novela gráfica imprescindible, una obra de arte realizada "por amor al arte" y que trata un tema inédito en el mundo del cómic, mostrando otra parte terrible de las guerras; una que, casi siempre, queda en segundo plano, desvirtuada por las matanzas y las tragedias personales.

Y que nos hace esperar con impaciencia el próximo proyecto conjunto de los Immonen, Russian Olive to Red King, que narra la historia de un amor torturado contada desde dos puntos de vista. Pero eso, como decía Kipling, es otra historia.