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Valladolid acoge las dos mejores décadas del escultor Eduardo Chillida

  • Es una exposición antológica del artista que "democratizó la escultura"
  • La capital castellana disfrutará de los mejores años del escultor vasco hasta el 12 de abril
  • La muestra se expone en el Museo de Arte Contemporáneo Español Patio Herreriano 

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EXPOSICIÓN "CHILLIDA (1980-2000)",
Vista de una de las obras que forman parte de la exposición "Chillida (1980-2000)", que recoge la obra más significativa del escultor.

La obra más plena, madura y prolífica del artista Eduardo Chillida (1924-2002) ha recalado en Valladolid a través de una "pequeña exposición antológica" que abarca la etapa más fructífera y creativa de quien "democratizó la escultura" al bajarla del pedestal y acercarla a la gente.

Son las dos décadas comprendidas entre 1980 y 2000, sus últimos años de vida, donde experimentó e investigó a través de materiales, composiciones y formas que puso en relación con la naturaleza y la arquitectura, hasta el punto de fraguar nuevos conceptos como el de las 'gravitaciones' y la escultura en espacios públicos de la que fue "precursor", según ha explicado su hijo Luis Chillida.

"Se puede multiplicar al propietario pero no a la escultura", ha evocado entre las máximas artísticas de su padre quien ahora dirige el área de comunicación del Museo Chillida-Leku, inaugurado en 2000 en un caserío próximo a Hernani (Guipúzcoa) y que contiene buena parte del legado del creador nacido en San Sebastián en 1924.

El escultor de los espacios abiertos

"Chillida 1980-2000" es el lema de esa retrospectiva promovida por la Fundación La Caixa y que permanecerá en Valladolid hasta el 12 de abril en dos salas del Museo de Arte Contemporáneo Español Patio Herreriano, de titularidad municipal y que dirige Cristina Fontaneda con la vocación de erigirse "en un centro de referencia".

Ese periodo cronológico "se corresponde con los últimos años de vida de mi padre, en los que maduró, completó su obra de una forma muy especial, y mostró a la vez un declarado interés por la escultura pública con el objetivo de hacerla más accesible a todo el mundo a través de su instalación en espacios abiertos", ha explicado Luis Chillida durante la presentación de la muestra.

La forma de que llegara a la gente, ha precisado, "no era como pensaban los galeristas a través de su reproducción en series numeradas", sino mediante su ubicación en lugares públicos y de fácil acceso, dentro de lo que ha denominado "la democratización" de la escultura.

El resultado han sido instalaciones como "El peine del viento" en San Sebastián, el "Elogio del horizonte" en Gijón o el "Monumento a la tolerancia" en un muelle de Sevilla, todos ellos culminados, al igual que otros, después de apuntes a escala realizados en hierro, alguno de los cuales pueden verse ahora en Valladolid como el proyectado para la casa de Goethe en Frankfurt (1981).

20 años de dibujo y escultura

Esos "aromas" de proyectos públicos, en palabras del director de Comunicación del Chillida-Leku, comparten espacio en el Museo Patio Herreriano con volúmenes en terracota agrupados bajo el epígrafe de "Tierras", junto a collages, dibujos y una de las pecualiares aportaciones de Eduardo Chillida: las denominadas 'gravitaciones'.

A caballo entre el dibujo y la escultura, la primera como tal lleva fecha de 1985, las 'gravitaciones' surgieron de la necesidad del artista de rebasar la planicie de los collage que dibujaba y de su intento por dotarles de una mayor dimensión que logró, en vez de pegar los papeles en forma de collages, tras coserlos, superponerlos y cogarlos en una cuerda como si de un cuadro se tratase.

"Era un gran dibujante con las tijeras", ha resumido el hijo del escultor después de evocar la "especial sensibilidad" que tenía como creador y que le impedía consentir que la "extrema habilidad de su mano viajara a mayor velocidad que su cerebro", lo que le llevó a dibujar con la mano izquierda para no lastrar su creatividad.

Todo eso "se condensa en estos veinte años" y en la exposición hoy inaugurada con cincuenta y ocho de las cerca del millar de piezas que el artista fraguó en esas dos décadas, cuya pública exhibición responde al deseo del fallecido escultor y de sus hijos de perpetuar su legado y filosofía.

"Queremos que las obras estén vivas, que se mueven, que viajen al encuentro del la gente. Por eso, en cierta medida, las salas de exposiciones que visitamos son como extensiones del Chillida-Leku", ha concluido el director de Comunicación de ese museo.