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Andreu Buenafuente: "Quizá nunca la comedia fue tan balsámica y necesaria como ahora"

  • Andreu Buenafuente reflexiona en Las tardes de RNE de su programa, Futuro imperfecto, y de la salud actual de la comedia
  • Cada jueves, a partir de las 22.50 horas en La 1 de TVE un nuevo programa de Futuro imperfecto
'Futuro imperfecto', cada jueves a las 22.50 horas en La 1 de TVE.
'Futuro imperfecto', cada jueves a las 22.50 horas en La 1 de TVE. RTVE

Futuro imperfecto. Tiempo verbal, estado de ánimo colectivo y, ahora, nombre del nuevo programa de Andreu Buenafuente (Reus, 1965). El título no engaña. También podría ser una advertencia. O una forma de hablar de un presente volátil, difícil de entender y todavía más complicado de contar.

No hay términos precisos. Ni respuestas definitivas. Nadie las tiene. Y Buenafuente, menos. "No soy el más adecuado. Soy un comediante. Mis palabras se las lleva el viento con la risa", advierte. Aun así, cada jueves a las 22.50 horas en La 1 de TVE, se sube al escenario del teatro de LaFACT de Terrasa para intentar encontrarlas.

Con humor, sarcasmo, ironía y cercanía —sus herramientas de siempre— trata de comprender qué nos está pasando. No ofrece soluciones fáciles ni dogmas. Solo una invitación a reflexionar y carcajearse. Porque cuanto más confuso se pone todo, más necesario es reír. Aunque sea de forma leve. Aunque sea intensamente. No para evadirse, sino para entender. Aunque sea de manera imperfecta.

"Estamos en uno de los momentos más crispados, polarizados y radicales", afirma en Las tardes de RNE. Los motivos, expone, son múltiples y complejos. Inabarcables. Tanto que se le escapan. Como a todos.

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"Yo no tengo los conocimientos suficientes para explicarlo, pero sí que en los años 90, cuando empecé, todo era un poquito más amable. O igual es que yo era un poquito más tonto", bromea.

Sea como sea, lo que sí tiene claro a día de hoy es que la risa —entonces y ahora—, juega un papel protagonista. "Actualmente esa diferencia está radicalmente marcada y creo que la comedia encaja bien otra vez aquí. Siempre nos dijeron que es el alivio y el quita hierro. Pero quizá nunca como ahora ha sido tan balsámica y necesaria", confiesa.

¿Por qué? O más bien ¿por qué no? "Desde la comedia se pueden encontrar muchas cosas. Tiene ese don", sostiene. Permite detenerse, respirar, mirar con otros ojos. Y también pensar. De ahí, subraya el catalán, la importancia de la responsabilidad.

Para Buenafuente es un pilar fundamental de su trabajo. Se siente "privilegiado" y, por ende, responsable de sus palabras y actos. "Se puede decir todo. Libertad de expresión. Madurez democrática. Sin embargo, hay que ser consciente de que estás en una televisión y llegas a miles de millones de personas", señala.

Así que sí, se puede decir todo. Pero no todo vale. "Cuidado, no olvidemos que no somos tan especiales. Los comediantes formamos una parte más de la sociedad y sería interesante recordar que también hay que escuchar a buenos especialistas e intelectuales. Parece que las redes se comieron la profundidad", reflexiona. E igual va siendo hora de prestar atención a quien realmente sabe, y no solo a quien grita más alto.

"Vivimos condicionados por las audiencias"

La guerra de las audiencias es un claro ejemplo de esta deriva. En medio de todo, ahí están ellas. Un numerito. Un dato frío y puntal que, sin embargo, marca el pulso del día. Incluso el estado de ánimo de algunos. Y no solo de los profesionales del audiovisual. Hay espectadores pendientes de esas cifras. Ansiosos por conocerlas, por comentarlas y criticarlas —para bien o para mal— en redes o en conversaciones cara a cara.

"Vivimos condicionados por las audiencias", reconoce el catalán. "Los medios han conseguido filtrar eso en la calle. Te vas a tomar un café y alguien te dice 'parece que ayer el estreno no fue bien', y tú piensas: '¿quieres limitarte a disfrutar y dejarme el agobio a mí?'".

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Aunque es cierto que Buenafuente intenta no dejarse arrastrara por esa presión. No la niega. Es imposible porque existe, pero tampoco la alimenta. "Son las leyes por las que nos regimos. Te gustarán más o menos, pero hay que aceptarlas y no te puedes obsesionar", apunta.

No merece la pena. No hay necesidad de presumir por presumir o de flagelarse continuamente.

"De una manera naif, intento siempre distanciarme de ellas. En 30 años, en ninguno de mis programas se ha dado un dato de audiencia. Nunca. Ni siquiera cuando nos iba muy bien. Sacar la banderita como hacen otros de 'hemos hecho tanto', me parece muy impostado. No aporta nada", revela.

"Al final, —concluye— si el programa va bien, seguirá. Y si no, te vas para casa. Esa sí que es la ley potente".