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¿Es necesario aburrirse para aprender?

  • Según estudios científicos, cuesta más memorizar un texto aburrido que un tema que interese al cerebro
  • No te pierdas Whaat!?, el programa de divulgación científica presentado por Javier Santaolalla y La Gata de Schrödinger
  • Ya está disponible el capítulo 4, "Educación y creatividad"

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¿Es necesario aburrirse para aprender?
¿Es necesario aburrirse para aprender?

Vivimos en una sociedad atiborrada de estímulos, pantallas y acción, y socialmente se ha vinculado el estrés y la agenda cargada con el éxito. Dos psicólogas de psicología social de la Universidad de Pennsylvania realizaron un estudio que concluyó que el aburrimiento es beneficioso para despertar un pensamiento más innovador, asociativo y creativo. Sin embargo, parece que, en la sociedad occidental, aburrirse sigue siendo un tabú; ¿es necesario entonces el aburrimiento para aprender? Lo descubrimos en Whaat!?. [Mira el capítulo anterior aquí: "Dinero y negocios"].

¿Cómo aprende nuestro cerebro?

Tal y como demuestran los estudios más recientes, el feto, en un estado avanzado de gestación, es capaz de reaccionar ante los estímulos de su entorno. Los científicos piensan que una forma muy rudimentaria de aprendizaje podría estar en marcha incluso antes de nacer. En las últimas semanas de gestación, el feto es capaz de discriminar entre distintos sonidos de vocales, diferenciar voces femeninas y masculinas y reconocer la voz de su madre. Aunque es difícil de medir y se sigue investigando, estos resultados sugieren que el cerebro del feto es capaz de llevar a cabo aprendizajes auditivos antes del nacimiento.

Los humanos aprendemos de forma innata, es decir, no tenemos que aprender a aprender, aunque por supuesto mejoramos con el tiempo. Da igual dónde nazcamos, aprendemos porque estamos hechos para aprender. Los bebés ya cuentan con cerebros muy organizados y son capaces de tener un sentido de las probabilidades y de los números desde los 14 meses, mucho antes de lo que se pensaba.

¿Cómo pueden tener entonces esa habilidad abstracta, matemática, sin haber visto nunca un número? Lo cierto es que sigue siendo una incógnita de la neurociencia. Sin embargo, la ciencia ha demostrado que existe algo que se llama GPS cerebral, una especie de mecanismo que sirve para orientarnos en el espacio y que no se aprende, sino que viene equipado de nacimiento. Las claves de este GPS cerebral son un tipo de neuronas que se llaman neuronas de ubicación o "place cells", descubiertas por John O'Keefe y el matrimonio Moser -May-Britt Moser y Edvard Moser-. Ambos ganaron el Nobel de Fisiología y Medicina en 2014 por este hallazgo.

El aburrimiento, ¿parte del proceso?

Existe un experimento que indica hasta qué punto vivimos con ansiedad el hecho de estar quietos sin poder hacer nada. Las conclusiones del estudio fueron estas: "El tiempo vacío asusta tanto que el 25% de las mujeres y el 66% de los hombres encerrados en una habitación durante 15 minutos prefiere darse una leve descarga eléctrica antes de no hacer nada". Tal estudio, según recoge Scientific American, puede indicar que cualquier cosa vale con tal de matar el tiempo.

No obstante, este tipo de experimentos de psicología social produjeron una cierta controversia. Las críticas que se hicieron al experimento apuntan a que no puede saberse si los sujetos de estudio se produjeron esas pequeñas descargas por aburrimiento, para evitar pensar en uno mismo o por simple curiosidad, por ejemplo. ¿Tendrá que ver, entonces, lo mal que muchas personas llevan aburrirse, con nuestro estilo de vida frenético lleno de tareas?

El interés como incentivo para aprender

Diversos estudios hablan de cómo trabajar en multitarea tiene unos costes cerebrales y nos hace peores en los resultados. Parece que al trabajar con la atención en varios sitios, somos menos capaces de poner prioridades y eso conlleva trabajos más mediocres. Trabajando las tareas de una en una es más fácil concentrarse, recordar y atender.

Cuando algo provoca atención en la persona y despierta la curiosidad, es mucho más fácil aprender en esa área, lo que no significa que el estudio ameno no conlleve memorizar, sino que memorizar cuesta menos cuando algo resulta emocionalmente relevante. Según los estudios, cuesta más memorizar un texto aburrido de instrucciones de uso de un electrodoméstico que una noticia del periódico de algún tema que nos interese, aunque contengan la misma cantidad de datos.

El error, otro tabú muy común

Tradicionalmente se ha pensado siempre en la sociedad occidental que el error debe ser evitado y censurado. El error es discriminado y estigmatizado en las prácticas evaluativas reconocidas por las políticas de educación y esto conlleva a que se pierda la oportunidad de equivocarse como parte del proceso creativo, ya que el error es lo contrario al acierto y lleva parejo un castigo (externo o interno) que detiene la experimentación.

La realidad es que aprender de los errores tiene un sentido científico. Varios experimentos han confirmado la sospecha de que "errar es el camino para fijar de manera más consistente los conocimientos correctos". Esto lleva el nombre de reconsolidación de la memoria. Neurocientíficos cognitivos han descubierto experimentalmente que las personas recordaban significativamente mejor una palabra que se les pedía cuando se equivocaban en un primer momento, respecto a cuando acertaban desde el inicio y se les pedía memorizar.

El error llama la atención y hace a la persona concentrarse más. La investigación actual se encamina al uso de electroencefalogramas en personas mientras juegan videojuegos o realizan otras actividades, con el fin de identificar señales específicas en el cerebro que se relacionan con el hecho de cometer un error. La ciencia está intentando medir el efecto que el error tiene en nuestro cerebro.

El error-related negativity o ERN (en español, Negatividad Asociada a Errores) sirve para identificar el procesamiento de los errores en una escala cerebral. Hay estudios que han sometido a personas jugando a videojuegos y realizando otras tareas cognitivas en las que podían equivocarse y han descubierto que las ERN, es decir, esas señales asociadas al error, ocurren 50 millonésimas de segundo antes de que este ocurra, y por tanto antes de ser conscientes de haber cometido un error.