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Atlas de lo Pequeño

Se abre en guerra y cierra en pandemia: Así es el ultramarinos de Soledad

  • Latas, chocolate, jabón, detergente... ¿dónde podríamos encontrar este tipo de productos?
  • Un ultramarinos que tiene una dueña muy especial... ¡ven a conocerla!
  • Te contamos los detalles en España Directo
España Directo - El ultramarinos de Soledad
RTVE/ Laura García Rojas

Cada servicio que se pierde en un pueblo pequeño es una muesca más de despoblación. Suelen desaparecer por goteo. Primero cierra la escuela. Luego el bar. Después se quedan sin tienda. Llega el panadero con su furgoneta todos los días. El pescadero y el carnicero se pasan de vez en cuando. Pero, al final, cada cierre significa una dentellada a la vida.

El 1 de enero se jubiló Soledad Gil a los 83 años, así que Villavicencio de los Caballeros (Valladolid) se ha quedado sin tienda. Y no era una tienda cualquiera. La abrieron sus padres en 1938, unos meses después de que ella naciera, en una antigua panadería de la que todavía conserva la mesa de madera maciza donde amasaban el pan y donde ella ha despachado el género toda su vida.

Soledad disfrutando de su jubilación

Soledad disfrutando de su jubilación

El viejo ultramarino de Sole, a pesar del cierre, conserva toda la solera y sigue repleto de productos. Cuelgan de las vigas de madera y abarrota las estanterías que forran de arriba abajo las paredes. “Aquí he vendido de todo, de todo, de todo”. Lo repite varias veces, pero es que es verdad. Latas, algunas antiguas como la del Cola Cao de la infancia. Jabón Lagarto. Chucherías. Botones de nácar de la época de sus padres. Unas botas Chiruca, pero de las de antes. Una combinación de las que vestían las abuelas. Cuadernos. Productos de limpieza. Paquetes de macarrones.

“Sé dónde está todo y recuerdo los precios de memoria”, asegura llevándose la mano a la cabeza. No ha necesitado ni albaranes ni máquina registradora. Conserva el libro de cuentas en una libreta de cuadros. El último día de la tienda, el 31 de diciembre de 2020, facturó apenas 200 euros. No salían las cuentas. “Ahora se van a las tiendas grandes y cargan el coche”, explica.

¿Cuál es tu parte favorita de la tienda? Se queda pensando y mira una silla de madera colocada junto al mostrador y bajo una ventana por la que entra una raya de luz lechosa. “Es la silla de mi padre. Ahora mismo es como si lo estuviera viendo, ahí sentado, mientras yo despacho el género”. De él, José Gil, aprendió el oficio. “¿Cuál es tu recuerdo más bonito de la tienda? Se encoje de hombros y responde: “Es mi vida”.

Con el cierre de la tienda de Sole, también se ha dado un portazo a manera de ver la vida, la mirada cómplice detrás del mostrador de un comercio rural.

Los personajes

Los personajes de los ultramarinos de Soledad

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  • Soledad Gil, 83 años. Tendera jubilada.

    Soledad Gil, 83 años. Tendera jubilada.

    La mascarilla esconde una sonrisa ajada, pero Soledad sonríe también con los ojos. Es una mujer llena de energía, a pesar de los años. Se acaba de jubilar, pero no se aburre. “Estoy haciendo todo lo que no he podido hacer antes, siempre pendiente de la tienda, pendiente también de los viajantes”, asegura convencida. Sobre la mesa del comedor hay varios libros (el último de Peridis, por ejemplo), dibujos a medio colorear, el ejemplar del día de El Norte de Castilla y un recorte donde se anuncia el cierre de la tienda por jubilación. “Mira, mira, así estaba todo el techo, lleno de sartenes”, dice señalando la foto del periódico.
  • Fernando cartero (Atlas de lo Pequeño)

    Fernando, 31 años. Cartero rural

    Apenas lleva siete meses de cartero rural, pero “es un trabajo muy bonito”, dice. Fernando es de esta Tierra de Campos vallisoletana. Por eso acostumbra a tratar “a los vecinos de toda la vida”. Lleva el correo de seis pueblos, aunque “las cartas claramente tienden a desaparecer, van a menos”. Con suerte, en una jornada, reparte unas 200 cartas en total. En la caja de Correos del maletero del coche, también guarda un fardo de periódicos de El Norte de Castilla: “Reparto los periódicos por las casas de los suscriptores y llevo unos cuantos ejemplares al Teleclub, para quienes lo compran esporádicamente”, cuenta. “Desde que cerró la tienda de Sole, los llevo al bar del pueblo”.

El paisaje

La torre mudéjar de San Pelayo aparece al fondo de una carretera secundaria. Está en obras. “Tenías que haberla visto antes”, apunta Fernando, el cartero rural. La torre da la bienvenida a Villavicencio de los Caballeros (Valladolid), un pueblo de apenas 200 habitantes que, en el pasado, tuvo mucho poderío.

Si vienes desde Madrid, pasarás primero por la provincia de Zamora para entrar de nuevo a la de Valladolid, en un interminable páramo en línea recta que es la zona de Tierra de Campos. Salpican el paisaje los viejos palomares de adobe. Redondos. Cuadrados. La mayoría abandonados.

Cuaderno de rodaje

Cuaderno de rodaje (Valladolid)

Cuaderno de rodaje (Valladolid) cropper

Por mucho que prepares el reportaje antes de ir a grabarlo, siempre surgen imprevistos. Algunos, para bien. Al llegar a Villavicencio de los Caballeros, buscando la tienda de Sole, nos topamos primero con el Teleclub. En ese momento llegaba Fernando, el cartero rural, para dejar varios ejemplares de El Norte de Castilla. Ahí descubrí que el cartero rural es también repartidor de periódicos. Fernando se convirtió en un personaje más del reportaje, con el que llegar al pueblo y empezar una historia que acaba donde debe, en la tienda de Soledad.