“EL ATAQUE DE LOS TROLES”, se emite en DOCUMENTOS TV el martes 2 de enero de 2018 a las 23.45 horas en La 2 de TVE.
“EL ATAQUE DE LOS TROLES”, se emite en DOCUMENTOS TV el martes 2 de enero de 2018 a las 23.45 horas en La 2 de TVE.
“Un acosador quiere enfadarte, quiere atemorizarte y eso es lo que hacen los troles” dice una madre bloguera, acosada en internet por sus opiniones. “Me mandan cosas a casa. Me da pánico pensar lo que podrían hacerme. Saben donde vivo y a qué colegio van mis hijos”, insiste “y quieren que les ataque para poder alimentar esa fuente de entretenimiento tan siniestra y retorcida”.
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Muy pocos están preparados para enfrentarse a las personas que están detrás de esta inquietante corriente de comportamiento radical que emplean los denominados troles. Internet es su espacio, el lugar idóneo donde, cada vez con mayor frecuencia, dan rienda suelta a sus más oscuras conductas. Desde ahí, rastrean, seleccionan y atacan a quienes señalan como “sus víctimas”. “Los piratas informáticos, los gays locos por los videojuegos, anonymous, los okupas, estoy metido en cualquier cosa que se te ocurra. Creo que todos tenemos un lado oscuro cuando interactuamos en internet”, confiesa un trol en este magnífico documental.
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Los psicólogos creen además, que hay un factor definitivo que potencia el constante crecimiento de estos troles en internet y sus repercusiones: el anonimato. Es clave. Desinhibe a los usuarios para desatar sus perversos comportamientos y les hace sentir que pueden salir indemnes y sin responsabilidad alguna sobre sus actos.
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Sin embargo, este nuevo modo de interactuar está abriendo un controvertido debate sobre la fina línea que existe entre la libertad de expresión y el derecho a opinar libremente sin barreras, aunque para ello se acepte convertir la red en un vehículo del odio. “El troleo tiene que ver con la libertad de expresión y si no eres libre para odiar a alguien, no eres libre” sentencia un escritor en “El ataque de los troles”
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Los defensores del troleo piensan que si alguien interactúa en las redes y opina, se expone al insulto como el precio que hay que pagar por vivir en una sociedad democrática en la que cada uno puede expresarse en libertad. “Puedo opinar sobre lo que haces mientras no te amenace. Si te molesta, si la verdad te molesta, no es mi problema”. Es el punto de vista de un trol de internet.


Los troles son personas que dedican gran parte de su tiempo
a atacar a otras personas a través de Internet.
Básicamente intentan hacerles la vida imposible.
Me mandan cosas a casa. Me da pánico pensar
lo que podrían hacerme. Saben dónde vivo y a que colegio van mis hijos.
El troleo tiene que ver con la libertad de expresión,
y si no eres libre para odiar a alguien no eres libre.
-Se me asocia con muchos grupos organizados de troleo.
Estiramos los límites del derecho a la libertad de expresión.
O lo usas o lo pierdes. Os vamos a hacer sufrir.
Me han llamado trol algunas personas influyentes que no se enteran.
Me han llamado homófobo, misógino, racista...
No son más que unos vagos que no quiere interactuar.
Si condenan al señor Elliott por un delito penal
habrá que andarse con cuidado, porque nadie estará a salvo.
Mejor callarse, porque si no puedes ir a la cárcel.
Me llamo Gina Crosley-Corcoran, y escribo un blog,
«The Feminist Breeder», algo así como «Madre y feminista».
Sufro los ataques de troles despiadados.
Los troles pueden ser bastante escurridizos.
En cuanto a patrones de acoso, los acosadores
no suelen ser sigilosos, dejan pistas a sus víctimas
para que sepan que las están acechando y que se asusten.
Un catálogo de la «Tienda del obrero»,
a nombre de “Madre y feminista”, y llega a mi casa.
Mis troles me la mandan como insinuándome que soy
demasiado vaga para encontrar un trabajo que no sea el de bloguera.
En fin.
¡Hola! ¡Ven aquí, cielo!
Me encanta ver que alguien se siente identificado y dice:
«¡Anda, yo también!». Por eso lo hago,
porque te sientes útil.
Mis troles y las personas peligrosas que atraigo
son como yo, madres que tienen niños pequeños.
Vuelcan sus frustraciones en mí.
No les gusta que me haya convertido en una figura destacada,
y que la gente me preste atención, e intentan desprestigiarme
a toda costa.
Se pasan el día haciendo capturas de pantalla
de cualquier palabra que escribo en internet.
Lo despedazan todo con sus críticas. Hablan sobre mis hijos,
sobre mi ropa... Dedican una cantidad ingente de energía
a centrarse exclusivamente en algo que dicen odiar por completo.
Esa es la diferencia que yo veo entre alguien
que no está de acuerdo contigo y alguien que se dedica a vigilar
cada paso que das. Esos son los troles.
Un acosador quiere enfadarte, quiere atemorizarte,
y eso es lo que hacen los troles.
Sus comentarios tienen un tono que te provoca miedo
a lo que puedan hacer o a lo que vayan a decir.
Me dejan comentarios sobre mis hijos o con la dirección de mi casa
para que salte. Quieren que les ataque
para poder alimentar esa fuente de entretenimiento
tan siniestra y retorcida.
Tanto los psicólogos como los psiquiatras
nos hemos visto sorprendidos por la inmensa negatividad
que se ha instalado en la red. Es como si Internet hubiera liberado
una especie de fuerza oscura que se encontraban dentro
de millones de personas, de gente normal.
Uno de los problemas que existe en Internet
es la normalización de los comportamientos radicales.
Como vemos que hay muchas personas comportándose así,
nos parece más normal de lo que en realidad es.
Otro de los problemas es que se fomentan los comportamientos en masa.
Si un individuo desprende negatividad
y se ve respaldado por un amplio grupo de personas,
se forma un efecto cascada que no es fácil de ver en la vida real
fuera del entorno de Internet.
El anonimato parece ser clave en Internet;
desinhibe a los usuarios, y hace que desaten
sus comportamientos más perversos.
Sienten que pueden salir indemnes de su mala conducta,
que nadie los va a responsabilizar ni a señalar con el dedo.
Las consecuencias de este anonimato parecen ser importantes,
y podrían explicar la existencia de tanta negatividad
y de los comportamientos tan radicales en Internet;
algo que no sucede en nuestro cuando interactuamos en persona.
Soy Wild Goose, del grupo Bill Waggoner Crew.
En los últimos años me he dedicado a crear un podcast
que documenta la actividad en Internet de los troles,
los piratas informáticos, los gays locos por los videojuegos,
anonymous, los okupas...
Estoy metido en cualquier cosa que se te ocurra.
Creo que todos tenemos un lado oscuro cuando interactuamos en Internet,
no solo yo. Hay mucha gente que no aprovecha el poder del anonimato
y lo que les puede aportar.
Cuando eres anónimo eres libre de hacer y decir un montón de cosas
que en la vida real no podrías.
Eres incapaz de hacerlo en la vida real.
Una de las cosas que te puedes encontrar si buscas en Google
al grupo Bill Waggoner Crew es la denominación «RIP troles».
Cuando alguien muere... y su familia le publica un homenaje,
lo que hacemos es montar otra página,
o incluso utilizar esa misma para armar follón.
El tema es conseguir el mayor número de seguidores posible en esa página,
y que parezca tan real que podamos ofender a cuanta más gente mejor
cuando subamos las publicaciones más «gores» e impactantes.
Es el camino más fácil para provocar un efecto masivo.
Es súper eficaz;
tienes a toda esa gente con la sensibilidad a flor de piel,
y les sueltas el bombazo, con fotos gores,
e incluso con alguna foto de contenido sexual.
Básicamente, los sacas de quicio.
A los que se acaloran, gesticulan delante de la cámara,
si es posible,
o comienzan a gritarle al micrófono durante un podcast...
A los que se ponen a llorar, a todos, los llamamos vacas de lulz,
porque se les puede ordeñar continuamente.
Nos encantan esas reacciones; nos encanta hacerles llorar.
Imposible, no podría. Es decir, el mundo real es tan aburrido,
no hay lolz; no creo que pudiera encontrar algo así
en la vida real. Internet nos ha descubierto algo
que nunca antes habíamos conocido.
Soy Adam Steele, profesor adjunto del Departamento de Informática
en la Universidad de DePaul de Chicago.
Es posible que haya sido el primer trol documentado.
Seguro que no he sido el primer trol, pero sí el primero
del que hay registro. Esto lo tengo aquí
porque mi mujer no lo quiere ni ver. Se llama «el alquimista».
La verdad es que se parece a un trol removiendo el caldero.
En 1993 estaba estudiando en la Universidad Concordia
en Montreal. En esos momentos Internet estaba dando
sus primeros pasos; interconectaba una cantidad relativamente pequeña
de universidades.
Existía una especie de tablón de anuncios que se llamaba
«La red de noticias». Había un grupo, por ejemplo,
que se llamaba rec.humor en el que se publicaban chistes.
Supongo que lo que pasó fue que había gente en el grupo
que tenía cierta predilección por los chistes de mal gusto,
y al resto le parecían desagradables.
Se vetó a algunos miembros, que abrieron un nuevo grupo,
y crearon alt.malgusto.
Creo que fue un verano muy largo, y hacía mucho calor.
Parecía que todo el mundo empezaba a aburrirse
y se nos ocurrió la idea de invadir otros grupos.
Alguien sugirió el grupo rec.mascotas.gatos.
Como cualquier otra comunidad, estaban allí para hablar
de los problemas de sus gatos;
así que mi idea era captar su atención con una historia
que pareciera escrita por alguien verdaderamente interesado en el tema,
y conseguir que respondieran; un caballo de Troya.
Creé una identidad falsa y escribí de forma anónima en el grupo
rec.mascotas.gatos.
Tengo dos gatos: Sootikin, una hembra de dos años,
y Choad. El problema es que la de Choad huele que apesta.
"Sooti tiene un celo salvaje, no hace más que aullar y mover el culo.
Mientras se hacía la cena intenté estimularla
con un bastoncillo para los oídos porque he leído que así
se puede provocar la ovulación. La chica con la que había quedado
entró en el baño en instante y no se creyó la explicación".
Las respuestas que recibí al principio eran bastante útiles;
básicamente me aconsejaban que castrara a Sooti,
pero poco a poco empezaron a aparecer otro tipo de comentarios.
Lo que hicimos fue básicamente un troleo.
Es decir, echas la caña y la mueves poco a poco
delante de los peces hasta que... alguno va y pica.
Lo que ha pasado es que el troleo ha adquirido un significado
que dista mucho de la metáfora de la pesca, y se encamina más
hacia la de un trol debajo del puente en el que se publican cosas,
y sus respuestas son absolutamente destructivas;
básicamente dinamitan todo lo que se dice.
La respuesta a la pregunta de si somos o no troles en potencia
nos la proporciona otra pregunta más simple:
¿alguna vez hemos hecho un comentario negativo sobre otra persona
a sus espaldas? Si es así, estamos haciendo una especie de troleo
a pequeña escala.
Los psicólogos se están centrando cada vez más
en lo que se denomina el «efecto schadenfreude»;
una palabra alemana que define el placer que se siente
cuando otra persona se derrumba.
Hay mucha gente con muy baja autoestima
que siente que la vida los maltrata. Quizá el hecho de ver
que a otros les va mal, que también sufren,
hace que suba un poco esa baja autoestima.
Las personas sádicas actúan así porque les gusta.
Les divierte ser repugnantes y groseros y hacer daño.
A veces el daño es incluso grave, y les resulta placentero.
puede molestar a otras de forma continuada, avergonzarlas
o humillarlas, angustiarlas sin ninguna consecuencia,
y donde además, hacerlo es fácil.
Sin duda tendrá cierto poder de atracción
para aquellos que se divierten haciendo daño a los demás.
Les pedimos que rellenaran también algunos formularios
sobre la personalidad que incluían mediciones
sobre los tipos más reconocidos y estudiados de tendencias perversas.
Comprobamos que los troles tenían niveles más altos
en los rasgos malévolos.
Nadie lo había investigado antes con datos reales; nosotros lo hicimos
Y sí, lo podemos asegurar.
Voy a ilustrar con un ejemplo esas cuatro tendencias oscuras
que suelen tener consecuencias sociales especialmente tóxicas.
La psicopatía: nuestra indiferencia es cruel
por un afán temerario de conseguir lo que queremos.
El narcisismo: nuestra indiferencia hacia los demás es cruel
por un afán de grandeza y de protagonismo.
Queremos pensar que somos mejores que los demás.
El maquiavelismo: el afán de causar daños estratégicos
que nos beneficien.
El sadismo: es un tipo de maldad especial que hace daño a los demás.
Se busca el sufrimiento ajeno porque nos es placentero.
Todos tenemos potencial para llegar a ser perversos
de cualquiera de estas cuatro formas; y algunas personas
combinan estas tendencias convirtiéndose en individuos
especialmente malévolos y oscuros.
Así es una persona muy malévola.
Definitivamente, no es una persona con la que quieras tratar.
Usaba Twitter como un foro.
Al ser artista comentaba cosas como «esto es un pincel»,
«esto es pintura», «esto es un lienzo»,
también hablaba de política o ayudaba a los demás.
Un día me dediqué a responder a todo lo que iba apareciendo
en mi cronología, y alguien me dijo: «no tienes por qué responder a todo»,
y contesté: «ya lo sé, pero es lo que quiero hacer hoy,
como artista y por experimentar».
Cuando me llamó Greg, ninguno de los dos entendíamos
por qué la Policía se había presentado allí.
Una vez lo arrestaron, y cuando ya estaba bajo custodia,
es cuando nos enteramos de lo que estaba pasando.
Una mujer, Steph Guthrie,
había acusado al señor Elliott de un delito de acoso
a través de Twitter. La única vía de acoso
por la que la demandante acusaba al señor Elliott era Twitter.
Ni correos electrónicos personales ni Facebook,
ni en persona; no hubo nunca contacto personal.
Ninguna conducta hostigadora.
A este le tiraron café encima. Puedes llenarlo de café,
pero la creación de un cuadro vale mucho más
que las miles de personas que intentan destrozarlo.
Representa la libertad de expresión. Quiere decir que puedo opinar
sobre lo que haces mientras no te amenace. Si te molesta,
si la verdad te molesta, no es mi problema,
yo me limito a decir la verdad.
El señor Elliott no estaba de acuerdo
con las políticas de Stephanie Guthrie.
Es la fundadora de la entidad «Mujeres en la política de Toronto».
El señor Elliott había sido su aliado durante muchos meses,
pero su relación se rompió cuando él defendió a un chico,
porque creía que la señora Guthrie y sus amigas
lo estaban acosando por Twitter.
Los ataques hacia este chico estaban orquestados y eran peligrosos
Hasta ese momento yo enviaba tuits del tipo:
«El chico no tiene más que 11 seguidores,
pasad de él. No os da buena imagen arruinar la vida de alguien».
Su contestación fue: «Que te den, Greg».
Y les dije: «Vale, si no me tomáis en serio es que no vais a parar».
Y les mandé un tuit. Lo voy a citar. Decía:
«Si se suicida os voy a hacer a todas responsables».
En ese momento tuve que dejar de ayudar,
porque comenzaron a atacarme a mí, y tuve que defenderme.
Querían echarme de Twitter. Al principio fue solo
una campaña de intimidación, pero luego llegaron
las usurpaciones de identidad. Utilizaban mi imagen y nombres
que se parecían al mío. Eso es ilegal, y podría haber hecho
que echaran de Twitter a quien lo hizo.
Comenzaron las etiquetas, con mis iniciales,
que suenan parecido a gay, y crearon un insulto: #giliGAE.
Fue un ataque orquestado que se viralizó.
Lo que he tenido que hacer estos tres años,
como me prohibieron usar Internet y el correo electrónico,
ha sido contar con mi familia y mis amigos;
tratar de que me hagan un hueco en sus vidas y en sus horarios.
De vuelta al mundo del lápiz y a la goma por obligación.
Interesante.
-He perdido la cuenta; me he pasado miles de horas así,
sentado aquí en mis ratos libres,
todo porque él no puede ni buscar sus propias pruebas...
para el caso.
Lo que más duele es tener que bucear en un mar de cotilleos en Twitter.
Es muy aburrido. Imagino que todavía lo es más
para todo el que intenta ayudarme.
Gregory Allan Elliot no es un trol; es imposible.
Publica un mensaje político y se defiende de las calumnias,
pero ambas cosas no le convierten inmediatamente en un trol.
No se acercó a ellas físicamente,
no las estaba amenazando, no había nada sexual.
Hablaba sobre política,
y acataba las normas de Twitter.
Si condenan al señor Elliot por un delito penal
habrá que andarse con cuidado, porque nadie estará a salvo.
Si te metes en una conversación política en Internet
y las masas te mandan callar,...
mejor callarse, porque si no...
puedes ir a la cárcel.
Si alguien que simplemente te bloquea y con eso da por terminada la partida
lo tienes que dejar, no va a darte mucho juego.
Hay una relación simbiótica entre el trol de Internet
y su vaca de lulz.
Los Bill Waggoner nunca han empujado a nadie a suicidarse
ni lo hemos intentado siquiera. Esa nunca es nuestra intención.
¿Qué razones podríamos tener para acabar con una vaca de lulz
que nos deja ordeñarla? Si acabamos con ellos en Internet,
o en la vida real, ¿qué ganamos? No creo que podamos conseguir
muchas lulz de alguien que está a dos metros bajo tierra.
Si no me equivoco,...
los muertos no tienen conexión a Internet.
Llego a muchísimas personas, pero no me creo mejor que nadie
ni me siento influyente. Ellos me ven como alguien
que tiene poder, y quieren acabar con el blog.
Hubo un par de marcas que aguantaron,
pero al final me decían: «Mira, esta gente nos está llenando
la página de Facebook de comentarios negativos
y llenos de maldad. Ahora también hablan de nuestras familias.
No podemos seguir». De la noche a la mañana
me quedé sin mi fuente de ingresos, pero con un blog que costaba
mucho dinero mantener.
Uno de ellos llamó a la Policía, y les dijo que me iba a suicidar.
Se presentaron en mi casa a las tres de la mañana
y tuve que levantarme de la cama.
Me dijeron que habían recibido una llamada anónima avisándoles
de que era una suicida, y que me tenían que mantener
en observación psiquiátrica 72 horas.
Me metieron en la ambulancia, llorando y con un disgusto enorme,
preocupada por si mis hijos se levantaban y veían
cómo se llevaban a su madre. Por suerte pude hablar con el médico
y se lo expliqué: «Esta persona de Twitter no me conoce.
No me llevéis a ningún sitio, tengo que cuidar de mis hijos».
Tuve la suerte; se dio cuenta de lo que estaba pasando.
Me sacó de la ambulancia y me dijo que me fuese a dormir.
Descubrí que cualquiera puede llamar y decir que está preocupado
porque te vas a suicidar; o por el bienestar de tus hijos,
cualquiera puede poner una denuncia anónima.
no tienen que dar su nombre; así que, con la ley en la mano,
no hay nada que pueda hacer.
Los troles se dieron cuenta de que utilizar a la Policía
para acosarme y sacarme de la cama era una buena estrategia.
Me lo hicieron tres veces en un año;
así que fui a la Policía, y les dije que eso tenía que ser ilegal;
y su respuesta fue: «si no te gusta, no aparezcas en Internet».
Encantada. -Siéntate, por favor.
Las víctimas se siente indefensas.
Esta situación les produce una gran frustración.
La Policía no se suele implicar en estos casos,
porque o bien no cree que realmente representen una amenaza grave,
o porque las víctimas no tienen suficientes pruebas.
Tengo a un montón de gente en Internet amenazándome,
y me da miedo. No tengo claro qué puedo hacer.
-¿En qué páginas se producen principalmente las amenazas?
La mayoría en Twitter, y un par por Facebook.
-Uno de los interrogantes es la motivación del trol.
Hay algunos que simplemente se pasean por Internet
tratando de encontrar a alguien al azar a quien acosar.
En cambio, la gran mayoría de los troles son personas
que la víctima conoce. La víctima ha podido tener
algún tipo de relación con su agresor.
Troles a sueldo en internet.
Sus servicios están disponibles en la red como si fueran sicarios.
Algunos de ellos son muy profesionales.
Crean incluso software malintencionado
dirigido específicamente a la víctima,
lo programan ellos mismos.
Estos troles a sueldo pueden estar en cualquier lugar:
Ucrania, Rumanía, Rusia, allí hay muchos.
Localizarlos termina convirtiéndose muchas veces
en una operación internacional,
en la que hay que coordinar distintas fuerzas de seguridad.
Más o menos un 85% de las personas que se dedican a esto,
a trolear y acosar a gente por internet,
no son expertos en informática.
La mayoría de los agresores
van dejando a su paso un montón de huellas digitales todos los días,
cada minuto, cada segundo.
Casi todo lo que hacemos en internet es susceptible de ser archivado.
En Inglaterra, la ley ha tomado una posición clara
y ha trazado límites en el terreno digital.
Sí, envié algunos tuits en 2014 y me condenaron a 12 semanas de cárcel.
En el año 2013, una activista feminista, Caroline Criado Perez,
estaba haciendo campaña para conseguir
que apareciera impresa la cara de una mujer en los billetes de diez libras.
La reacción pública fue bastante positiva,
pero también sufrió una avalancha en Twitter de mensajes ofensivos,
irracionales y amenazadores. Isabella se unió a estos últimos.
Todo fue porque estaba muy borracha,
y cuando me fui a casa me puse a mandar tuits.
No tenía nada que ver con su campaña.
No me preocupa especialmente lo que aparezca en los billetes.
Sé que estaba luchando para que apareciera una mujer,
y la Reina ya aparece en ellos, así que...
No, no me importaba en absoluto el objeto de la campaña.
Incluso a día de hoy me pregunto por qué los mandé.
Me gustaría saber por qué y tener una respuesta más clara.
El caso es que estaba borracha
y me subí al carro.
Me levanté hecha polvo, obviamente,
y caí en la cuenta de lo que había hecho.
Me empecé a encontrar mal físicamente
y no sabía si eran los tuits o la resaca.
Absolutamente repugnante. Lo que tuiteé era despreciable.
Tanto, que solo el hecho de pensar que lo había escrito
con mis propias manos y que le había enviado aquello a otra persona
hizo que yo misma me diera asco.
Le pedí disculpas.
Le dije: «Mis amenazas no son reales, no te preocupes. Lo siento mucho».
No sé si a ella le sirvió de algo,
pero a mí me hizo sentir un poco mejor, en plan:
«está recibiendo amenazas de violación y de muerte,
al menos que sepa que las mías no son reales.
No se tiene que preocupar».
Me condenaron a doce semanas de cárcel en la prisión de Holloway.
Fue muy duro, durísimo.
Tuvo tal repercusión que no podía esconderme.
Todo el mundo me preguntaba por qué lo había hecho:
el resto de las reclusas, los funcionarios...
El maltrato venía por todos los frentes,
me habían tachado de odiar a las mujeres y, claro,
estaba en una cárcel para mujeres, ¡madre mía!
Ahora me van a abrir la cabeza
porque alguien ha visto en las noticias lo que he tuiteado.
Me vi en Crimewatch, el programa de la tele, en mi celda,
y aquello sí que fue duro.
En Inglaterra, el caso de Isabella Sorley sentó precedente.
La Corona había enviado un mensaje muy claro,
pero no todo el mundo está de acuerdo con la postura del gobierno.
Creo que el troleo tiene que ver con la libertad de expresión.
Creo que esta situación nos lleva a que se impida
que la gente diga ciertas cosas.
Vale, que en general,
son cosas bastante chocantes y no son socialmente útiles.
En su mayoría son solo insultos y ofensas,
pero para mí todo está metido en el saco de la libertad de expresión,
y si no eres libre para odiar a alguien,
entonces no eres libre en absoluto.
A mí me atacan a todas horas en lo personal.
Me ofenden, me difaman, me calumnian.
Si busco mi nombre en internet aparecen todo tipo de insultos;
a veces pasan al plano físico.
Una vez me enviaron a la oficina un sobre lleno de (pitido) de persona.
Te insultan a todas horas.
Si te dejas ver, si das tu opinión y dices lo que piensas,
te van a insultar.
Para mí es simplemente el precio que debemos pagar por vivir
en una sociedad libre en la que cada uno podemos expresar nuestra opinión.
Es como si se pudiese atacar a cualquiera
por decir algo remotamente ofensivo
y la línea que separa el troleo en internet de la humillación pública
se estuviera diluyendo.
Los troles son algo así como una minoría atroz y radical,
que usa un lenguaje muy extremista.
Cuando se humilla a alguien públicamente,
lo que ocurre es que hay buenas personas como nosotros
que ponen a alguien por los suelos solo por querer ser bellas personas,
agradables y empáticas.
Realmente somos nosotros los que hacemos el mayor daño,
porque, que te destrocen decenas de miles de bellas personas
como nosotros, porque no está bien visto tu chiste en Twitter,
es espantosamente traumático.
Veamos por ejemplo la historia de Justine Sacco.
Antes de subirse al avión para ir a Ciudad del Cabo escribe un tuit:
«Me voy a África.
Espero no coger el SIDA. Es coña, soy blanca».
Se sonrió, le dio a «enviar» y nadie le respondió.
Se montó en el avión, apagó el móvil y se durmió.
Esa fue, probablemente,
la última noche que durmió a pierna suelta en un año.
Cuando se despertó y encendió su móvil descubrió
que había perdido su trabajo
y que las masas de todo el mundo la despreciaban y millones de personas
la insultaban en internet.
El tuit de Justine inundaba las cronologías.
Las de todo el mundo.
Yo estaba en Londres,
tumbado en la cama y pensé lo mismo que todo el mundo «¡Guau!
Date por j***»
Me incorporo y me da por pensar:
no tengo tan claro que tuviera intención de publicar
un tuit racista.
Cuando conocí a Justine un par de semanas después, estaba rota,
destrozada.
Le pedí que me explicara el tuit,
y me dijo: «cuando uno vive en EEUU
está en una especie de burbuja en lo que atañe al Tercer Mundo.
Estaba riéndome de esa burbuja».
Y ahí llegaron los troles.
«Ahora casi estoy deseando que Justine Sacco coja el SIDA. LOL».
Otro escribió: «Alguien que sea positivo en VIH debería violar
a esta zorra para ver si su color de piel la protege del SIDA».
Y ¿sabéis qué es lo peor?
Nadie se puso en contra de los troles esa noche.
Estábamos todos tan emocionados acosando a Justine,
tan contentos destrozándola,
que a nadie le quedó un ápice de cabeza para ir tras alguien
que estaba despedazando a Justine de una forma tan inoportuna.
Tuvo el camino libre.
Cuando hay una humillación pública,
cientos de miles de bellas personas te están diciendo que no vales nada.
Y las personas que he conocido que estaban verdaderamente destrozadas,
traumatizadas, deprimidas,
no lo estaban porque unos cuantos troles les dijeran
que las iban a violar o a matar;
lo que las mataba era que los demás lo justificásemos.
Aquellos veinte minutos todavía definen mi vida,
y es con lo que me cuesta horrores lidiar,
porque fue un periodo de tiempo tan corto...
y siempre voy a estar marcada como aquella chica del Twitter.
Evidentemente creo que lo que mandé,
si lo dices en persona te va a dar problemas,
pero no creo que me hubieran mandado a la cárcel.
El castigo se usó para dar ejemplo, porque todo había sido muy mediático.
De momento, y seguramente para siempre,
le toca vivir con las consecuencias públicas y penales
que provocaron sus actos en internet.
Brendan O’Neill, defensor de la libertad de expresión y periodista,
no se anda con rodeos.
Cree que Inglaterra se está acercando peligrosamente al estado policial
que George Orwell describió en su novela “1984”
cuando se trata de lo que se puede y lo que no se puede decir en sociedad.
Ve los troles como una minoría que hace de cabeza de turco,
peones de una partida en la que está en juego mucho más.
Se nos muestra a los troles como quienes tienen el poder
y a sus blancos como una especie de víctimas.
Para mí es al contrario.
Creo que los cazadores de troles, la gente de los medios, por lo general,
que quieren parecer soldados valientes
que luchan contra la insolencia en la red,
son la mayor amenaza para internet.
Ellos son los que están mermando la libertad que hay en la red,
el acceso a la información y el derecho que tenemos a expresarnos.
Y los troles, ese pobre hombre o esa pobre mujer
que están metidos en su habitación diciendo chorradas en internet,
son las víctimas.
Me preocupa, cuando se habla del tema de los troles hoy en día,
que todo se mezcle.
Porque puedes llegar a una situación en la que trolear pueda ser
desde enviar una amenaza de muerte, que es algo muy serio,
hasta alguien escribiendo un artículo que diga:
«no creo que el cambio climático
sea el peor de los problemas de la humanidad».
Todo se considera troleo, y si crees en la libertad de expresión,
deberías estar escandalizado con los arrestos,
no digamos ya con las penas de cárcel,
con las que se castiga a alguien
que simplemente está expresando una opinión.
Se le declara inocente de todos los cargos.
El juez asegura que el contenido de sus tuits
no era de naturaleza sexual ni violenta
y que no hay indicios de que tuviera intención de perjudicar
a las demandantes.
No estaba haciendo nada malo,
simplemente me defendía y defendía mi libertad de expresión,
y no me iba a dejar acosar ni intimidar por aquellos
que intentan proteger al mundo de acosadores e intimidadores,
por no llamarles otra cosa.
El precio emocional es brutal, y el económico, dinero y demás...
Perdí un trabajo en el que había estado 17 años,
tuve que sacar el dinero de la jubilación.
Me arruinó económicamente. Me arruinó.
Aunque estuviera en su derecho,
queda un registro permanente de que el señor Elliott es un machista,
un misógino y un pedófilo
y esta etiqueta lo va a perseguir siempre por la red.
Y lo que tengo claro es que ni una sola de las personas
que lo acusaron de serlo se va a disculpar por ello.
Mientras tanto en Chicago, nuestra bloguera,
Gina Crosley Corcoran está agotada.
A pesar del reconocimiento que le profesa la comunidad
de “Madre y Feminista”, los troles consiguen ir minándola.
Los comentarios mordaces, las bromas pesadas, las amenazas a su familia
y las irrupciones nocturnas de la policía son constantes...
Ha aprendido a sobrellevarlo, pero termina siendo agotador.
Me encantaría que internet fuese como un bufé:
consume lo que quieras y deja lo demás,
en lugar de esa perspectiva por la que cualquier cosa
que no les va bien o que les molesta
es una razón para pasar a los insultos.
Es como cuando voy a un bufé: a mí me gusta el pollo y también la pasta,
pero no me ofende que ofrezcan más platos que los demás pueden coger
o que les pueden gustar.
Simplemente me planteo que eso no me gusta y lo dejo ahí.
No me voy directa al encargado y me pongo a gritarle
que cómo se le ocurre poner eso en el bufé si a mí, no me gusta.
Me da la sensación de que la gente en internet reacciona
un poco de esa manera.
Es paradójico que hasta un trol tan conocido como Wild Goose
defienda el anonimato y nos advierta
que nuestra vida real debe quedar completamente fuera de internet.
Los usuarios tienen que distanciarse por completo
de su identidad en la red.
Es muy arriesgado mostrar tu personalidad real en internet.
Quedas expuesto a un montón de interlocutores muy peligrosos,
mucho más que el grupo Bill Waggone.
El tema de la privacidad es tan importante
como el de la libertad de expresión, van de la mano.
La mayor dificultad a la que nos enfrentamos para adaptarnos
a estos cambios tiene que ver con mantener nuestra libertad
dentro del espacio digital.
La adaptación de la libertad de expresión a esos cambios
va a ser la más complicada.
Por primera vez en nuestra historia las masas pueden dar su opinión
en un foro público.
Creo que es fantástico,
pero me preocupa que la caza del trol
pueda comprometer este avance de la democracia.
Si vamos en serio con el tema de la libertad de expresión,
tenemos que permitir que se hagan comentarios detestables, repugnantes,
racistas y sexistas.
La libertad de expresión engloba cualquier forma de expresarse.