Sepahua, la madera de la casa común
La encíclica del Papa Francisco sobre el cuidado de la casa común, Laudato Si, ha marcado un antes y un después en la conciencia ecológica mundial. Este documento del magisterio católico ha roto con la idea de que el hombre era el centro de la naturaleza y toda ella estaba sometida a su antojo. El Papa habla de ecología integral, de que todos estamos interconectados. El Papa Francisco invita, con su carta encíclica, a alabar a Dios. Denuncia una situación insostenible, pero también anuncia, con certeza, que el cristiano no está solo, que el cuidado de la creación es una tarea que compartimos con todos los hombres. Insiste en que para los cristianos «nada de este mundo nos resulta indiferente», y que nos sentimos «llamados a ser los instrumentos del Padre Dios para que nuestro planeta sea un proyecto de paz, belleza y plenitud».
Preocupados por la situación actual del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado, el Secretariado de Misiones de los Dominicos, Selvas Amazónicas, encargó un informe sobre la extracción de recursos naturales en la Amazonía Sur del Perú. Este informe de Selvas Amazónicas sobre la extracción de madera llega a la conclusión de que, desgraciadamente, la historia de los abusos sobre la naturaleza y las personas que en ella habitan, son cíclicos. Se repiten.
Viajamos a la confluencia del río Sepahua con el Urubamba, en la selva peruana de Madre de Dios. Hace más de cien años que los misioneros dominicos acompañan a los pueblos indígenas que pueblan las orillas de estos grandes ríos. El distrito de Sepahua está formado por 15 comunidades nativas y diez asentamientos rurales de colonos. Entre todos suman algo más de 6.000 habitantes. Destaca la múltiple condición étnica de sus pobladores. Aquí se mezclan varios pueblos indígenas amazónicos con colonos quechuas, ribereños mestizos y algún inmigrante europeo. Como en toda la selva amazónica, una de sus riquezas naturales es la madera. Su extracción de involucra directamente o indirectamente a más de la mitad de la población.
Madera y negocio
Apenas quedan aserraderos familiares como este en Sepahua. Tanto los indígenas como los pequeños madereros han tenido que abandonar esta actividad. Las nuevas leyes del gobierno peruano se han vuelto mucho más restrictivas. Tanto que únicamente las grandes empresas pueden afrontar el pago de impuestos y el cumplimiento de las restrictivas condiciones para la explotación de la madera. La nueva legislación ha dejado fuera a muchos pequeños empresarios. En Sepahua, la única concesión forestal que tiene permiso para operar pertenece a un consorcio maderero de capitales extranjeros. Se trata de “Nuevo San Martín SAC”.
Actualmente están construyendo una pequeña ciudad donde alojar a sus trabajadores. Todos los puestos que requieren una mínima formación o que llevan asociado algún tipo de responsabilidad son ocupados por personas que vienen de fuera. “Nuevo San Martín SAC” necesita talar un gran volumen de madera para justificar su inversión y satisfacer la demanda externa. Este gran consorcio maderero trabaja intensamente en sus concesiones autorizadas por el gobierno de Perú. Son alrededor de 900.000 hectáreas, una extensión que equivaldría a la mitad de la provincia de Vizcaya.
Las exigencias de la normativa peruana con la extracción de madera son cada vez más estrictas. Los concesionarios de la madera están obligados a reforestar las áreas intervenidas. Y no se trata sólo de reponer el árbol, sino de darle permanente mantenimiento hasta que pueda desarrollarse por sí mismo. Esto lleva consigo una gran inversión económica. Los grandes concesionarios forestales generan mayores ingresos fiscales, pagan más impuestos y, por lo tanto, es un beneficio para el Estado. Supuestamente mejoran los derechos laborales y permiten una explotación sostenible del recurso, además de dinamizar el mercado local y aumentar los puestos de trabajo. Pero la teoría no tiene nada que ver con la realidad.