Ziguinchor sobre el terreno
El río Ziguinchor, al sur de Senegal, es el segundo más importante del país. Atraviesa la región de La Casamance. Una zona que vive un conflicto independentista de baja intensidad que comenzó en los años 90. La AECID ha confiado a Manos Unidas la gestión y coordinación de un plan integral para la recuperación de la zona. Hace cinco años que la ong de la iglesia católica tiene una persona al frente de este convenio firmado con la Agencia Española para la Cooperación Internacional y el Desarrollo.
Alejandra Escalada llegó hace menos de un año. Manos Unidas la envió al sur de Senegal, a La Casamance, para hacerse cargo del Programa Karonghen II. Un convenio firmado entre la ong católica y la AECID para el desarrollo integral de esta región durante los próximos cuatro años.
La ciudad
Ziguinchor es la capital de la región natural de La Casamance, al sur de Senegal. Se trata de la segunda ciudad más importante del país, sólo por detrás de la capital, Dakar, con la que está conectada por carretera, avión y barco. La ciudad fue fundada por los portugueses en 1645. Era uno de los centros en la ruta para el tráfico de esclavos. En 1888 Portugal se la vende a Francia que la anexiona a su colonia de Senegal. A pesar del conflicto separatista que busca la independencia de la región, Ziguinchor se ha ido convirtiendo en un centro comercial e industrial en torno al cacahuete. Su población actual supera los 300.000 habitantes.
Alejandra
Alejandra Escalada es madrileña. Estudió Económicas y desde siempre tuvo inquietud por conocer otras lenguas, culturas y países. Estuvo seis meses en Dinamarca completando la carrera universitaria con una beca Erasmus y después se lanzó de lleno al mundo laboral. Ha trabajado en Inglaterra y en España desempeñando las más variadas tareas. Desde becaria en un banco hasta azafata de ferias y congresos pasando por gerente de ventas y contable de recursos humanos.
Desde hace diez años trabaja en el mundo de la cooperación y el desarrollo. En este tiempo ha desempeñado su labor en grandes organizaciones como Cruz Roja, Cáritas Española, la propia AECID y ahora, en Manos Unidas. Esta es su primera experiencia como cooperante sobre el terreno.
Diogué
En la desembocadura del río Ziguinchor, muy cerca del lugar en el que sus aguas se abrazan con las del océano Atlántico, se encuentra la isla de Diogué. El supervisor del programa en la zona de las islas es Papís. Él acompaña a Alejandra en su visita a los proyectos que el primer convenio del Karonghé puso en marcha entre 2008 y 2012.
La protección y el cuidado del medio ambiente es fundamental para la supervivencia. En Diogué se trata de un asunto vital. Si el nivel del mar sigue subiendo como en los últimos años, los campos de arroz se salinizan y la población no podrá alimentarse.
La replantación de manglares ayuda a evitar el desequilibrio del ecosistema de la zona y la subida del nivel del mar. La reforestación de manglares ha sido un auténtico éxito. Si en un principio habían previsto plantar 30.000 pies de manglar, finalmente se colocaron más de 410.000 cubriendo una extensión de 25 hectáreas. Los habitantes de las islas, de la comarca del Petit Kassa, están muy concienciados con el cuidado del medio ambiente y las consecuencias del cambio climático.
Conflicto
En la isla de Diogué no hay ningún coche. El principal medio de transporte es el barco seguido de la bicicleta. Aunque también hay alguna moto. La población disminuyó de un modo drástico en 1997 debido a los ataques y saqueos de los rebeldes. Hubo dos muertos. Fueron muchos los que abandonaron la isla. El último ataque se produjo el año 2009 coincidiendo con la llegada de los militares que protegen a la población. Hoy viven cien familias autóctonas junto a otras muchas de inmigrantes llegados de las vecinas Bissau, Gambia y Mali. La población ronda los 3.000 habitantes. Viven diseminados por toda la isla. El núcleo principal de viviendas se encuentra en torno al puerto.
Agua potable
La falta de agua potable era otra de las cuestiones que preocupaba a los vecinos de Diogué. Manos Unidas, con el apoyo económico de la solidaridad española, construyó este aljibe para recoger 300.000 litros de agua de lluvia. En la isla había algunos pozos, pero la calidad del agua no era apta para el consumo humano. Sólo la usaban para lavar. Tenían que traer el agua en piragua desde el puerto de Elinkine. Una garrafa de 20 litros costaba 500 francos. Por la misma cantidad de agua y de mejor calidad, ahora sólo pagan 200. Al cambio son 30 céntimos de euro.