Enlaces accesibilidad

Angélica, no te mueras nunca

  • Angélica Liddell presentó su nueva obra en el Festival de Otoño a Primavera
  • Todo el cielo sobre la tierra es el cierre de una inesperada trilogía
Angélica Liddel, un animal en escena
MACHÚS OSINAGA

La vi por primera vez en el Festival Escena Abierta de Burgos presentando su pieza La Desobediencia: yo no soy bonita. Yo trabajaba en la desaparecida Mandrágora, y desde entonces voy donde quiera que ella vaya con su poesía brutal, extrema y descarnada. En esa obra, interpretada en un gimnasio burgalés, con la música de Bach inundándolo todo y un caballo blanco (de verdad) como único acompañante, Angélica se cortaba con una cuchilla las rodillas y mojaba su sangre con pan para luego comerlo.

Bestial

Es cierto que contado así puede herir espíritus sensibles, pero yo me convertí en seguidora incondicional de esta creadora, dulce y divertida en las distancias cortas y transfigurada en bestia cuando se sube a un escenario. Parece imposible pensar que esa mujer pequeña de enormes ojos sea la misma que vomita, sangra y grita hasta la extenuación.

Así era Angélica Liddell en 'La casa de la fuerza'

Y es verdad, para qué negarlo, que no es apta para todo los públicos. Porque coloca al espectador en lugares incómodos donde no apetece estar. Porque lo que nos cuenta y hace en el escenario es todo verdad, no es teatro, y eso me conmueve hasta la médula. Porque escupe sin tapujos verdades que no nos atrevemos a verbalizar. Sí, lo confieso, soy una groupie liddelista.

Charlando con Angélica Liddell

Angélica dice que su trabajo es lo que le impide pegarse un tiro. Es una suicida sin suicidio, y arrastra su sufrimiento y su dolor con aceptación, convirtiéndolos en materia prima para sus creaciones, reconocidas en toda Europa. De hecho, además de tener en su haber el Premio Nacional de Literatura Dramática y el Valle Inclán entre otros, ha recibido recientemente el León de Plata en la Bienal de Teatro de Venecia.

El fin de la trilogía

Ahora acaba de abrir el Festival de Otoño a Primavera con la pieza Todo el cielo sobre la tierra. (El síndrome de Wendy) que ya estrenó en Viena y Avignon. Es el final de una inesperada trilogía que comenzó con Maldito sea el hombre que confía en el hombre, y continuó con Ping Pang Qiu. El origen fue su fascinación por China, nacida por la irrupción en su vida de unos acróbatas chinos. Estas obras están atravesadas por la idea de decepción y desconfianza, por la aniquilación del mundo de la expresión. El final no podía ser otro que llegar a la idea de extinción, partiendo de la pérdida irremediable de la juventud y del asesinato de la maternidad.

Pero Angélica también ama. A Houellebecq, a Thomas Bernhard, a Bach, a los hombres chinos (los seres más bellos del mundo según ella), a los asesinos piadosos, a la poesía, a la música de Cho Young Wuk...

Mira un fragmento de 'La casa de la fuerza'

No obstante parece que hay un antes y un después de esta obra. Dice que tras el monólogo de una hora que cierra la trilogía le queda la sensación de que ya no tiene nada más que decir. Su nuevo reto es el silencio, su enemigo en el escenario, ya que la palabra ha sido la manera de solucionar su angustia. Quiere aproximarse a lo sagrado, consecuencia natural de toda su tormenta vital. La decepción le conduce a algo distante del ser humano. Esperamos que no la lleve tan lejos como para perderla de vista.