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Centenario de la muerte de Mahler

  • El músico bohemio-austríaco falleció en Viena el 18 de mayo de 1911
  • En vida tuvo mucho más éxito como director que como compositor
  • Autor de 10 sinfonías, además de la monumental 'La canción de la Tierra'
  • Su existencia siempre fue una búsqueda de sentido al sufrimiento humano

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Programa de mano - 26/12/10

Uno de los compositores más interpretados en la actualidad en todo el mundo, Gustav Mahler (1860-1911) fue más conocido en vida como director de orquesta. Su música renacería con fuerza décadas después su muerte -incluso llegó a estar prohibida en la Alemania nazi-, de la que ahora se cumple exactamente un siglo.

Gustav Mahler. rtve

Mahler nació el 7 de julio de 1860 en Kaliste, un pequeño pueblecito de Bohemia oriental (actual República Checa, entonces parte del imperio austríaco), en el seno de una familia judía de lengua alemana. Sus padres regentaban allí una posada. A los pocos meses de venir al mundo, el pequeño Gustav marchó con su familia a la cercana Jihlava, donde tuvieron lugar sus primeros contactos con la música. A la edad de cuatro años empezó a tocar el viejo piano de sus abuelos, en cuya interpretación no tardó en exhibirse como un virtuoso.

La tragedia de los niños que mueren

Solo seis de sus trece hermanos llegaron a la adultez. Eran tiempos en los que enfermedades infantiles ya felizmente erradicadas causaban aún terribles estragos. La pérdida en 1874 de su hermano más pequeño, Ernst, marcó especialmente a Gustav, quien entre 1901 y 1904 compondría sus célebres Kindertotenlieder (Canciones a los niños muertos), con textos del poeta alemán Friedrich Rückert. La primera canción se inicia con estas conmovedoras palabras: "Ahora el Sol saldrá tan radiante, como si la noche no hubiera traído desgracia. La desgracia me ha ocurrido solo a mí, mientras el Sol brilla para todos".

Soy apátrida por triplicado: nativo de Bohemia en Austria, austríaco entre los alemanes y judío en todo el mundo. Siempre un intruso, nunca bienvenido

Estudiante mediocre -era el típico genio distraído, incapaz de concentrarse en las cosas que no le interesaban-, ingresó en el Conservatorio de Viena, del que se graduó sin pena ni gloria en 1878 (aunque con algunos premios en su haber). Emprendió a continuación una exitosa carrera como director de orquesta que lo llevó sucesivamente a Bad Hall, Liubliana, Olomuc, Kassel, Praga, Leipzig, Budapest y Hamburgo y tuvo su culminación en 1897 con su nombramiento al frente de la Ópera de la Corte de Viena (Hofoper).

Para asegurarse su puesto en esta institución decidió convertirse al catolicismo, lo que no le evitó ser objeto de constantes ataques por parte de la prensa vienesa antisemita. En 1907 abandonó la Hofoper para tomar durante un tiempo la batuta de la Metropolitan Opera de Nueva York y de la Filarmónica de la misma ciudad norteamericana. Especializado en la dirección de óperas de Wagner y Mozart, se afirmó como uno de los más prestigiosos directores de orquesta de su época.

Profundo sentimiento religioso

Espíritu perfeccionista y siempre insatisfecho, Mahler era muy crítico con su propia obra. Se conservan escasas composiciones de su primera etapa creativa, ya que él mismo se encargó de destruirlas. Entre ellas destaca Das klagende Lied (La canción del lamento), a la que sucedieron los Lieder eines fahrenden Gesellen (Canciones de un camarada errante). Influido por Anton Bruckner y Richard Wagner, ejercería a su vez una enorme influencia en la música contemporánea. Fue en este sentido un gran defensor de la obra de su discípulo Arnold Schönberg.

Sus intereses se extendieron más allá de lo musical al ámbito de la filosofía, convirtiéndose en ávido lector de Schopenhauer y Nietzsche. Su vida siempre fue una afanosa búsqueda de sentido al sufrimiento humano, que le hizo abrigar un profundo sentimiento religioso que iba más allá de su fe judaica natal o de su catolicismo sobrevenido.

Grandiosas sinfonías

Aprovechando sobre todo sus descansos estivales como director, Mahler compuso diez sinfonías, la última de ellas inacabada por culpa de su muerte. A ellas hay que añadir Das Lied von der Erde (La canción de la Tierra), compuesta un año después del fallecimiento de su pequeña hija María (1907) y tres antes del suyo propio, quizá su obra maestra: una sinfonía monumental que consta de seis movimientos concebidos como canciones independientes, cuatro de ellos con texto del poeta chino Li Bai (Li Po).

En un fragmento de su primer movimiento se canta: "¡Mirad allá abajo! A la luz de la luna, sobre las tumbas se agacha una imagen salvaje y fantasmal... ¡Es un mono! ¡Escuchad cómo su lamento resuena por todas partes, en el suave perfume de la vida! ¡Tomad ahora el vino! ¡Ahora es la hora de disfrutarlo! ¡Vaciad vuestros dorados vasos hasta el final! Sombría es la vida, oscura es la muerte".

Sus complejas composiciones orquestales son grandiosos mosaicos de color, rezumantes de una honda melancolía, en los que se mezclan ingredientes de lo más variado como marchas militares o melodías populares. Representan todo un reto para las orquestas por el elevado número de intérpretes que requieren, tanto de instrumentistas como de cantantes.

Su amada musa Alma

El influjo en su creación musical de Alma Marie Schindler (Alma Mahler), con quien contrajo matrimonio en 1902, fue considerable: particularmente, en la sexta, la octava y la décima sinfonías. Gustav estaba profundamente enamorado de ella -les separaban veinte años de edad-, incluso tras descubrir que le era infiel con el famoso arquitecto Walter Gropius. Trastornado por esa infidelidad, el músico llegó a someterse a una sesión de psicoanálisis con el mismísimo Sigmund Freud.

Mahler murió en Viena el 18 de mayo de 1911, víctima de una endocarditis bacteriana por entonces incurable y angustiado por el alejamiento de su amada Alma. No llegó a celebrar su 51 cumpleaños. Sus restos yacen, conforme a su voluntad, en el cementerio vienés de Grinzing. Alma, que en 1940 publicó un polémico libro de sus memorias con el músico (Gustav Mahler: recuerdos y cartas), le sobreviviría más de medio siglo.