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CONCURSO DE CUENTOS "CUENTA CON NOSOTROS"

Finalista del mes de febrero: '¡Qué recuerdos!', de Amadeo Gutiérrez Sancho

Por

Habíamos pasado el estrecho de Ormuz, por la popa quedó la isla de Khammasi. Navegamos por el mar Arábigo, a dejar a cinco millas por estribor la pequeña isla de Kish, cuando el capitán me dejó la guardia.

No tenía por qué haber problemas pero la guerra Irán-Irak se había enquistado y la amenaza de tener algún percance en el estrecho, era una posibilidad real.

Naturalmente los americanos controlaban lo que pasaba por allí, de hecho, apoyaban a Irak con armas y eran los más interesados en que no ocurriera nada en el Golfo Pérsico.

Los petroleros debían seguir transportando su preciada mercancía para que el mundo no se parase.

- ¡Avísame si hay algo raro!, dijo el capitán desde la puerta.

Me situé en la carta de navegación, tracé la derrota para mantener la costa a cinco millas y salvar las islitas que aparecían en el radar. Inmediatamente le di el rumbo a Tomás, el marinero que hacia la guardia conmigo.

Seguí atento al radar para comprobar que íbamos librando la costa y, sobre todo, que ningún eco extraño indicara una lancha rápida o algo por el estilo. Estaba seguro de que iba a ser una guardia tensa, una más, en un viaje complicado.

En seguida empecé a notar el calor pringoso de olor a petróleo y a gas. En el VHF escuchábamos los controles de barcos que hacían americanos e ingleses.

Todos mis sentidos estaban pendientes del menor detalle que pudiera indicar algún problema.

- ¿Qué, ponemos el parte?

Tomás me tuvo que repetir dos veces la pregunta. Tan abstraído estaba en lo mio que no le entendí.

- Sí, sí, contesté, aunque no sé si hoy le escucharemos, en la guardia de la otra anoche intenté cogerle y fue imposible, había muy mala propagación.

En el puente teníamos una radio capaz de sintonizar cualquier radio del mundo en onda corta, eso sí, siempre y cuando no hubiera tormentas eléctricas, solares, o simplemente mala propagación.

En español se podían escuchar bastantes emisoras, radio Mónaco, el Vaticano, Israel, Moscú… era sorprendente oír lo que contaban del mundo en algunos países.

Tomás, tras mil extraños soniquetes, consiguió sintonizar Radio Exterior de España, tenía buena mano, y paciencia. Era la única manera de tener noticias e informaciones recientes abordo. Faltaba media hora para el parte y nos quedamos escuchando su programación.

En el Mar Arábigo se podía encontrar buena música en frecuencia modulada, emisoras americanas acompañaban a los militares y trabajadores de las plataformas, pero por la noche, había que enterarse de lo que pasaba por casa.

La sintonía de las noticas, el parte como le llamábamos, nos hacía recordar que nuestra casa estaba lejos en distancia pero cerca, muy cerca de nuestra vida. Y hoy, era un día muy especial, en unas horas comenzaría el sorteo de El Gordo de Navidad y con esta noticia arrancó el informativo del veintidós de diciembre. No íbamos a escuchar el sorteo, en cuanto amaneciera perderíamos la señal.

Cuando entró Rafa, el primer oficial, a relevarme, seguíamos escuchando las noticias en Radio Exterior de España.

- ¿Qué, alguna novedad?

Le respondí con un pequeño resumen de lo escuchado y lo que más nos impresionó fue el precio de las angulas.

Rafa y yo somos de Santander y cuando hemos coincidido alguna Navidad en tierra, quedamos para comer angulas en el Gele. Un placer que disfrutábamos con los cinco sentidos.

- La vida -recuerdo que le dije la ultima vez que las comimos juntos- es esta. Estar aquí, en tierra, con la familia, poder pasear, mirar tiendas, hablar con la gente, abrir el armario del baño sin calcular la ola… la vida Rafa, se nos está escapando en la mar... Después los dos estuvimos un buen rato en silencio.

Cuando empezó de nuevo la conversación, le noté los ojos húmedos.

- ¿Sabes, Nin? -siempre me llama Nin- Este año, cuando íbamos a tomar las uvas de Nochevieja, mi hija Victoria apagó la tele y sintonizó Radio Exterior de España, con el aparato que traigo a los barcos.

Comimos las uvas escuchando las campanadas por la radio. Le hacia ilusión poderlo hacer como siempre, pero conmigo en casa

- ¡Joder Nin…!

No volvimos a cruzar palabra hasta que ayudados por el pañuelo, nos quitamos de la nariz la congoja que nos había apretado el alma. ¡Qué recuerdos…!