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GEN Z TOPIC

La muerte del lujo en la iconografía pop

  • Los mitos aspiracionales creados han transferido elementos simbólicos del lujo a sectores sociales más desaventajados, creando así una especie de des-diferenciación entre clases que parece incomodar a los grandes capos de la moda.

Por
C Tangana
C Tangana

Me hicieron pensar que si cada noche no salía envuelto en Gucci yo no era más que un don nadie; y ahora que sobran ceros en el banco, me piden que cambie”, canta en su último disco C. Tangana, poeta-empresario dotado de un incuestionable olfato para anticiparse a los designios de esa caprichosa deidad llamada mercado. Aquí tampoco se equivocó.

La exaltación hedonista de ciertos reguetoneros empieza a percibirse como un inequívoco síntoma de agotamiento. Todo se quiebra, se diluye y se apaga: los dientes de oro, la tinta en la cara, los porros en los videoclips… Todo fenece en el estercolero de la sociedad de consumo, o como diría una famosa pintada del centro de Nápoles, Tutto Passa.

Fue precisamente en aquella caótica región de Europa occidental donde me di cuenta de algo que, en cierto modo, explica la decadencia del lujo en la iconografía popular.

El centro de Nápoles se divide en dos grandes zonas. Arriba, en la parte rica, las floridas avenidas se despliegan amplías e impolutas y en las prendas de los transeúntes no hay ni rastro de marcas de lujo. Abajo, donde la mugre y la furia avanzan desordenadamente por calles cada vez más estrechas y descompuestas, casi todos visten Gucci, Versacce o Balenciaga… Algunos de ellos homeless.

“Donde la mugre y la furia avanzan desordenadamente por calles cada vez más estrechas y descompuestas, casi todos visten Gucci, Versacce o Balenciaga”

El consumo ha conseguido convertir a la clase obrera, en su día un sujeto político potente, homogéneo y compacto, en clase media aspiracional, un sujeto sujetado, desestructurado y atomizado, que busca vía consumo imitar, en la medida de lo posible, las pautas de consumo y formas de vida de las elites”, apunta Ramón Fernández Durán, en «Tercera Piel, Sociedad de la Imagen y conquista del alma», (2010). “Cuando estos bienes de consumo lujoso (impregnados de valores neoliberales) no generan directamente una frustración al no poder adquirirlos, pues se multiplican artificialmente las necesidades, pero no las rentas”, concluye Fernández.

Los mitos aspiracionales creados, en este caso, por la industria discográfica, han transferido elementos simbólicos del lujo a sectores sociales más desaventajados, creando así una especie de des-diferenciación entre clases que parece incomodar a los grandes capos de la moda, ya que la democratización del lujo (verdadero o falso) torpedea la posibilidad de proyectar status a sus queridas clases pudientes. La reacción de parte de la industria ha sido crear colecciones Poor but cool, es decir, vestir a los ricos de clase obrera. Algunos de los últimos ejemplos más mediáticos son las zapatillas destrozadas de Balenciaga por 1500 euros, el mono de basurero, también de Balenciaga (y también algo superior al salario mínimo interprofesional: 3000 euros) o el mono de pintor por 500 euros de Ralph Lauren.

En la música española, como en la moda, tutto passa, y muchos de los grandes nombres que antes cantaban al dinero, a la violencia y al exceso, en los últimos años han experimentado con letras y géneros más introspectivos y asequibles para el gran público. Podríamos decir que “se han vestido de gente corriente”. “No tengo mucho, no te voy a mentir, no tengo una mansión, vivo en un piso pequeño con una habitación”, canta Pimp Flaco en Milhouse, de Cupido.

El rapero Juancho Marqués, por su parte, confesó en una entrevista para El Mundo: "Tengo letras que reviso con el tiempo y me avergüenzo, no quiero ni enseñárselo a la gente. El mensaje que estaba dando era jodidamente erróneo y negativo". Mientras, la clase obrera musical, los colgaos del cadenón y la pistola, los niños grandotes con los pelos de colores que beben champán y lo tiran en 2022, representan justamente lo contrario que 2015: aburridos símbolos de podredumbre intelectual.

Pero, ¿cómo pudo pasar? ¿Cómo pudo coincidir el discurso de “putas y lambos” con el auge de cosas como el ecofeminismo-transinclusivo? ¿Cómo pudimos tomarnos en serio a gente que fardaba de lujos que no tenía, que hablaba de delitos que no había cometido y que solo era portadora de desprecio hacia todo lo que no fueran ellos? La mentira era TAN evidente, la estética TAN bochornosa y el discurso TAN reaccionario… Pero tenían una cosa muy valiosa para la industria musical: frescura. Hoy, después de más de cinco años de la eclosión de todo aquello, ver a la rata de 6ixe9ine disparando en un jacuzzi y rodeado de mujeres semidesnudas, solo nos suscita la pregunta de: “¿Este tío por qué no está cancelado?”.

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Eduardo Naudín, más conocido como GREY TRASH, es videoartista, creador de memes y colaborador del programa Gen Playz.