Enlaces accesibilidad
GEN Z TOPIC

Mi propósito feminista de año nuevo: "mujerear" menos

  • En 2022 toca cuestionar la construcción de feminidad y no aferrarnos tanto a nuestros privilegios
  • Es nuestra responsabilidad poner en conflicto "lo femenino" y resolver contradicciones

Por
Manifestación contra la violencia sobre las mujeres celebrada en México en el año 2019.
Manifestación contra los feminicidios, celebrada en México en el año 2019.

Me identifico como EMCMBCNPH+ (española, millennial, clase media, blanca, cis, normativa, passing hetero) y, para colmo de privilegios, pago hipoteca desde hace un año. Pero resulta que salí feminista. Y de izquierdas. Esta aclaración es cada vez más necesaria porque en el último año ha quedado patente algo que ya se intuía desde hace tiempo: es posible nombrarse feminista y al mismo tiempo neoliberal, de derechas, incluso participar en comportamientos propios de los peores opresores.

Qué divertido cuando entre nosotras nos llamábamos feminazis, reapropiándonos de la injuria para escupirla en la cara de quienes intentaban censurarnos. Qué risas también cuando nos organizábamos en colectivo y nos identificábamos como "feministas radicales". A riesgo de sonar a boomer nostálgica, confieso que lo pasábamos bien y lo echo de menos.

Ahora el aire de los tiempos es un poco distinto. Una suave brisa feminista impregna este aire y, francamente, creo que lo hace más respirable. Por fin podemos afirmar que el feminismo es mainstream. Nuestro discurso cala en todos los medios y me alegra ver que muchas amigas EMCMBCNPH+ hemos dejado de ser unas parias y empezamos a conseguir estabilidad en nuestras vidas y reconocimiento en nuestros trabajos. Algunas hemos conquistado nuestro propio espacio en la cultura y el entretenimiento pero, demasiado a menudo, me enfrento a tantas contradicciones que de puro empacho resultan indigeribles.

"Por fin podemos afirmar que el feminismo es 'mainstream' pero, demasiado a menudo, me enfrento a tantas contradicciones que de puro empacho resultan indigeribles"

Hay veces que el nivel de discurso se vuelve tan flojo que es difícil de defender porque, para que el feminismo triunfe, debe ser inclusivo. Pero muy, muy inclusivo. Tan inclusivo como asimilable por todos los medios y, sobre todo, no demasiado conflictivo para el capitalismo. También siento que, por nuestra parte, las EMCMBCNPH+ nos hemos esforzado tanto por hacer un feminismo amable que, parafraseando a mi querida y admirada María Bastarós, en ocasiones "acabamos deformando el sombrero a base de cascárselo a cualquier cabeza". Para acceder al poder hay que hacer muchas renuncias, eso está claro. Pensar lo contrario sería demasiado naif, pero las conquistas negociadas requieren concesiones y precisamente por eso, son un poco agridulces.

Alcanzar la hegemonía no plantea una meta real si nuestra conquista no viene acompañada de un profundo cuestionamiento y consecuente transformación del mismo poder que criticamos. Tal como ocurre a menudo con aquello que es mayoritario, siento que, en su peor aspecto, nuestra lucha se vuelve complaciente y por lo tanto, menos interesante. Valga como muestra del absurdo el último chiste del Gobierno a costa del feminismo, prometiendo que esta legislatura va a acabar con la prostitución (lol).

"Últimamente me cuesta conectar con el feminismo que me rodea y eso me genera un gran malestar"

Y todo esto para autojustificarme, porque últimamente me cuesta conectar con el feminismo que me rodea y eso me genera un gran malestar. Menos mal que aún existe la vanguardia.

Los feminismos que antes llamaba periféricos son ahora el centro de mi inspiración y aprendizaje. Queers, discas, trans, trabajadoras sexuales, racializadas, etc. son quienes más están aportando a la construcción de los nuevos horizontes hacia los que se dirige el feminismo y el pensamiento social. Desafiando al poder, irrumpen con fuerza y sin pedir permiso, trayendo el plural a los feminismos. Ellas, que me interpelan desde un punto distinto al que estoy acostumbrada, son quienes enriquecen el discurso, abriendo nuevas perspectivas que me incitan al autocuestionamiento y revisión constante. Me recuerdan que, aunque siga oprimida en muchos aspectos, también tengo otros tantos privilegios y que la lucha no siempre va de abrir hueco para exponer mis demandas, también consiste en escuchar a las otras y aprender de sus experiencias.

Sin embargo soy yo, la enésima EMCMBCNPH+ y no otra, quien recibe la oportunidad de generar discurso con este artículo. Siento una gran responsabilidad por escribir en un medio público y reconozco mi miedo a una despiadada crítica en internet si, entre tanta palabra, acabo metiendo la pata. Por todo esto, resulta muy complicado (y delicado) hacer esta reflexión sobre los feminismos actuales, desde mi posición privilegiada.

Pienso que uno de los daños colaterales de la llegada del discurso activista al mainstream es que los adjetivos feminista y femenino se fusionan e intercambian según mercado, llegando a transformarse en sinónimos si la situación lo requiere. Y creo que aquí hay un tema en el que sí puedo aportar. Hace años que en mi entorno EMCMBCNPH+ se nos llena la boca hablando de masculinidad tóxica, de los hombres cis hetero y de su necesaria deconstrucción. Reconozco que me enternece ver cómo algunos de ellos (absoluta minoría, por desgracia) toman conciencia y se esfuerzan cada día por ser un poco menos personas de mierda. Ahora que el feminismo coquetea con el poder, creo que ya toca divorciarnos también de la feminidad.

Es nuestra responsabilidad poner en conflicto aquello que entendemos como "lo femenino", analizar y desprendernos definitivamente de todo el constructo de género en el que participamos casi siempre de forma acrítica y, muchas veces, directamente inconsciente. No es una tarea fácil, sobre todo si te sientes más o menos cómoda dentro de este artificio. Desconozco cómo podríamos plantear la deconstrucción de la feminidad de forma colectiva. Ojalá este artículo sirva para animarnos a pensar juntas en este sentido.

Por el momento, me conformaré con un objetivo menos ambicioso. Ya que estamos en fechas de peticiones, regalos y propósitos de año nuevo, propongo dejar de señalar por un momento las conductas ajenas y empezar el año desde el autocuestionamiento, reconociendo públicamente algunos de mis peores mujerismos a modo de confesión no-expiatoria y no-cristiana. Comparto esta lista que recoge algunas de las peores inercias relacionadas con mi construcción de feminidad. Cada una tendrá las suyas, estas son las mías. Las expongo con la esperanza de que eso me ayude a ordenar pensamientos y de paso, ponerles remedio. Lo que veis es solo la punta del iceberg, pero de verdad conviene ir de a poquitos, porque la tarea por delante es tan inmensa que si no se dosifica, abruma.

"Propongo empezar el año desde el autocuestionamiento, reconociendo públicamente algunos de mis peores mujerismos"

1. Juzgo con dureza el trabajo de las mujeres, solo por el hecho de serlo. Es bien sabido por las amigas que soy exigente cuando se trata de valorar el trabajo creativo. Pero basta que sea realizado por mujeres y por tanto susceptible de ser etiquetado como "feminista" para que mi meñique se ponga más tieso que una vela. Me ocurre sobre todo con grupos y proyectos musicales. Cuando se trata un tema cercano, siento que me transformo en la peor policía de la pureza y el discurso, para decidir qué vale y qué no dentro del activismo. Sé que en la mayoría de los casos no estoy siendo justa y no me siento orgullosa. Necesito un poco de relax para mi y paciencia por vuestra parte, por favor.

2. Preferiría no envejecer. Este es un deseo imposible y, por tanto, de lo más frustrante. Lo que es peor, cuando pienso en el miedo que me da envejecer, no me vienen a la cabeza achaques o demencias. Esto creo que ocurrirá dentro de unos años, pero por el momento me libro. Lo que ahora me preocupa del futuro es tener más arrugas en la frente y que mis brazos se vuelvan blanditos. Es que me da hasta vergüenza escribirlo, pero es la verdad. Esto no habla nada bien sobre la importancia que le doy al aspecto físico, soy consciente.

3. Practico la autogordofobia. Este párrafo sigue en la línea del punto anterior. Rechazo el edadismo tanto como la gordofobia, pero cuando se trata de aplicar la teoría sobre mi propio cuerpo, la cosa cambia notablemente. A pesar de que uso la talla 34 desde hace más de diez años, consulto la báscula con bastante frecuencia. ¿La excusa? Llevar un mínimo control sobre mi cuerpo. ¿La realidad? Que no me gusta pesar más de 46 kilos. Soy muy muy bajita y acabar midiendo lo mismo de ancho que de alto si engordo más de la cuenta es una idea que me atormenta.

4. Subo una octava mi tono de voz cuando necesito conseguir algo. Parece un gesto tonto e inocente, pero viene cargadito de significado. Puede ocurrir en cualquier momento y situación, pidiendo una ronda de cervezas o haciendo una gestión en correos, eso es lo de menos. El caso es que cada vez que tengo que preguntar a un desconocido, pongo un tono de voz mucho más agudo de lo habitual. Y si el interlocutor es un cishertero, más todavía. Lo hago de forma inconsciente, pero eso no lo vuelve menos perverso, solo más difícil de controlar. Un triste mecanismo de supervivencia de una persona pequeñita que espera que la traten con condescendencia, porque cree que pareciendo inofensiva la vida le resultará más fácil. Este punto en realidad se resume en no dar vergüenza de género, desde un punto de vista performativo.

5. Tengo miedo a arrepentirme de no ser madre. Si soy sincera, el miedo abstracto a lamentarme es lo más cerca que he estado nunca de tener instinto maternal. Es un despropósito, pero también es gracioso, temer la añoranza de algo que nunca has deseado. Pero así es el mandato femenino, no puedo esperar que me resbalen siglos y siglos de construcción cultural a nuestras espaldas pero la idea de estar sola cuando sea mayor no me preocupa demasiado a día de hoy. Además, veo claro que tener descendencia no te asegura ninguna compañía, más allá de las etapas durante las que las criaturas sean dependientes (de ti).

6. El amor: lo más importante de la vida. Hablemos de la necesidad femenina de priorizar los sentimientos románticos sobre cualquier otra emoción, carencia o sentimiento. En este punto sí, estoy convencida, las afectadas somos muchas y estamos jodidas. Además, aquí no cuenta que seas hetero, lesbi o bi porque el amor romántico es la esencia misma de la feminidad como constructo, nuestra droga más dura, el motivo por el que toda buena mujer debe vivir. Para mí, eso ya es motivo suficiente para querer destruirlo, o al menos, para descartarlo como eje y motor de nuestras existencias. Quiero dejar de mujerear en el amor, pero sin perder mi capacidad para sentir y establecer vínculos profundos con las personas a las que quiero.

7. Los feminismos periféricos me inspiran, pero no me involucro en ellos. Considero que estoy comprometida pero observo estos movimientos desde fuera, solo porque no participo al 100% de las experiencias que atraviesan las otras. Siempre surgen dudas sobre cuál es la mejor actitud que puedo tomar respecto a colectivos que sufren tanta opresión. Las dudas paralizan, aunque no sirven como excusa, porque EMCMBCNPH+ es mi condición, pero eso no define mi identidad o al menos, no de forma exclusiva y mucho menos excluyente.

En definitiva, en 2022 espero no aferrarme tanto a mis privilegios y dejar de mujerear. Seguiré señalando el patriarcado, mientras continúo el duro ejercicio de revisar mis incoherencias. Quizá este aprendizaje sea el punto que toca explorar para reconciliarme con el feminismo y un poco también con el tipo de EMCMBCNPH+ que quiero ser.

*****

PAULA JIMÉNEZ es guionista y cantante en la banda riot grrrl Las Odio. En la actualidad desarrolla contenidos en Moderna de Pueblo y da clases de guion en la escuela de cine y televisión Septima Ars.