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Groenlandia decide su futuro en medio del deseo de independencia y las amenazas de Trump

  • La isla ártica ha adelantado sus elecciones generales con la intención de lanzar un proyecto independentista
  • La mayoría de los groenlandeses quiere separarse de Dinamarca, pero la independencia implica enormes desafíos
Groenlandia: ¿quién manda?, ¿por qué la quiere Trump?, ¿puede ser independiente?
SARA MOSLEH / BEATRIZ G. TEN / JAVIER GARRIDO

Groenlandia celebra elecciones generales anticipadas tras semanas en el centro de la atención mundial como resultado del interés de Donald Trump en la isla, la más grande del planeta.

Los dirigentes de este territorio semiautónomo de Dinamarca han subrayado varias veces que su nación no está a la venta. Sin embargo, la retórica del presidente estadounidense, que incluso amenaza con utilizar la fuerza para lograr su control, han impulsado las voces a favor de la independencia.

Más de mil años unida al Viejo Continente

Aunque Nuuk, la capital de Groenlandia, está más cerca de Nueva York que de Copenhague, la isla lleva unida a Europa más de un milenio, cuando fue colonizada por vikingos de origen noruego en el siglo X y, en 1721, por el Reino de Dinamarca y Noruega.

Desde que en 1953 dejó de ser considerada una colonia y pasó a formar parte de Dinamarca, Groenlandia ha ido ganando cierta soberanía. La primera vez fue en 1979, cuando obtuvo un Gobierno autónomo con primer ministro y parlamento propios.

Seis años después, en 1985, la isla votó para retirarse de la Comunidad Económica Europea (la predecesora de la UE) disconforme con la Política Pesquera Común y, en 2008, aprobó una ley de autogobierno que, además de ampliar las competencias del ejecutivo local reconoce la posibilidad de una eventual independencia mediante un referéndum.

Sin embargo, a pesar de tener autonomía en los asuntos internos y en el control de sus propios recursos, algunos aspectos clave como su política exterior, finanzas y defensa siguen en manos de Copenhague.

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Las heridas de la colonización

"La relación entre Groenlandia y Dinamarca es compleja. Por un lado, hay muchos groenlandeses casados con daneses, que tienen hijos y viven en Dinamarca. Pero, también existe un gran desacuerdo sobre la historia colonial entre Dinamarca y Groenlandia", explica a RTVE Ulrik Pam Gad, del Instituto Danés de Estudios Internacionales.

"Los groenlandeses creen que han sido maltratados durante la colonización, mientras que los daneses consideran que fueron los mejores colonizadores del mundo", aclara el investigador.

Esta autoimagen se ha visto erosionada en los últimos años, desde que salieron a la luz las graves injusticias que el reino de Dinamarca cometió contra el pueblo inuit, la población indígena de la isla. Por ejemplo, la separación de niños inuit de sus familias en la década de 1950 con la excusa de integrarlos a la sociedad danesa o la conocida como campaña de la espiral, un programa para limitar el crecimiento de la población en Groenlandia, por el que médicos daneses implantaron cientos de dispositivos intrauterinos a niñas y mujeres sin su consentimiento, en las décadas de 1960 y 1970.

El suicidio, una epidemia en Groenlandia

"Hubo también una campaña de reubicar a personas inuit que vivían en poblados a lo largo de la costa e instalarlas en bloques de apartamentos en la capital, en contra de su voluntad. Todo eso cambió el entorno familiar de los groenlandeses, que estaban acostumbrados a vivir en asentamientos más pequeños", cuenta a RTVE Noticias Javier Arnaut, profesor de Economía en la Universidad de Groenlandia. "Ese rencor se ha quedado ahí y se dice que hay un daño intergeneracional con el que la población sigue viviendo", añade.

Precisamente ese cambio de identidad forzoso es, según los expertos, es el principal factor que explica que Groenlandia registre la tasa más alta de suicidios del mundo. En esta inmensa isla con apenas 57.000 habitantes se quitan la vida 80 personas por cada 100.000, cuando la media mundial es de nueve por cada 100.000 habitantes al año.

Para Pram Gad, el resentimiento de los groenlandeses hacia los daneses no es solo por el pasado colonial, sino "por sentirse tratados como ciudadanos de segunda y ser el blanco de comentarios racistas. Y, luego, está el elefante en la habitación: la independencia. Los groenlandeses creen que, para sentirse iguales a los daneses, deben tener su propio estado", añade.

Independencia sí, pero no a cualquier precio Según una encuesta reciente, las ansias de Trump por controlar la isla, que posee una importante posición geoestratégica y abundantes recursos minerales en su subsuelo, han inquietado a muchos en Groenlandia y la inmensa mayoría de su población (un 85%) no quiere formar parte de Estados Unidos. Sin embargo, casi la mitad ve en las palabras del mandatario una oportunidad para reactivar el proyecto independentista y abrirse a negocios más allá de la metrópoli.

De hecho, el deseo de romper Dinamarca es mayoritario y es respaldado por un 84% de los groenlandeses. Aunque casi la mitad no quiere independizarse si esto implica una pérdida de la calidad de vida.

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El principal reto es la economía

Detrás del dilema groenlandés se encuentra su pequeña economía, muy dependiente del sector pesquero y de los llamados block grant, una subvención pagada por el gobierno danés de alrededor de 560 millones de euros anuales, y que contribuye a aproximadamente la mitad del presupuesto del gobierno y a un cuarto de su producto interior bruto (PIB).

Por ello, Pram Gad subraya que la clave está en "diversificar la economía y en buscar nuevas fuentes de ingresos" y explica que Groenlandia tiene varias oportunidades. "Por un lado, mantiene una relación estrecha con la Unión Europea, con la que tiene un acuerdo pesquero y recibe subvenciones. También cuenta con un fuerte vínculo con EE.UU., que opera una base militar en el norte de la isla y ha proporcionado un paquete de ayudas al desarrollo. Además, el territorio resulta atractivo para los inversores chinos y exporta grandes cantidades de pescado a China", detalla el experto.

Sin embargo, también existen otros desafíos como una población envejecida, una mano de obra poco cualificada o la falta de infraestructuras en la isla que, con una superficie de más de dos millones de kilómetros cuadrados, cuenta con menos de 160 km de carreteras asfaltadas.

Los políticos, divididos sobre la velocidad del proceso

"La postura del partido del primer ministro, el Inuit Ataqatigiit (Partido del Pueblo Inuit), una formación ecologista y de izquierdas, es mantener el statu quo, proteger el medio ambiente, conservar los recursos naturales e ir hacia la independencia de forma gradual", explica Javier Arnaut. "En cambio, desde la oposición, se apuesta por la independencia "ya" y esto implica aprobar proyectos mineros, fomentar el sector turístico y expandir el sector pesquero, además de ser más flexibles con la cuestión ambiental", matiza.

Precisamente, los defensores de una separación rápida sostienen que para obtener la independencia política no es necesaria la económica. "Creen que cuando Groenlandia tenga soberanía política podrá decidir por sí misma con quién firmar tratados comerciales y, de esa forma, suplir el agujero que dejaría en las finanzas públicas la desaparición de las subvenciones danesas o decidir qué y cuántos trabajadores de fuera quiere que entren en la isla para participar en su mercado laboral", apunta el profesor universitario.

"Hay una cosa clara: estos comicios no decidirán si Groenlandia debe o no ser independiente, ya que la mayoría de la población quiere la independencia. A lo que pueden contribuir estas elecciones es a determinar el ritmo del proceso y a afrontar las decisiones difíciles necesarias para hacer realidad la independencia", concluye Pram Gad.