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Déficit de naturaleza y las posibles consecuencias de que los niños ya no salten en los charcos ni se manchen las manos

  • La desconexión con el entorno natural es un factor de riesgo para muchas enfermedades físicas y mentales
  • La naturaleza puede ayudar en el fomento de la autoestima, la autoconfianza y la resolución de problemas

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Dos niños juegan con un cazamariposas en la naturaleza
Dos niños juegan con un cazamariposas en la naturaleza

En pleno siglo XXI, hay niños que no saben jugar. O al menos no todos están acostumbrados a hacerlo usando la imaginación y recursos naturales como ramas y piedras. De esos materiales podrían salir hogueras simuladas, batallas de piratas e incluso conjuros mágicos, pero es difícil para los menores ser creativos cuando pasan hasta 20 horas diarias en espacios cerrados y rodeados de pantallas. “Los niños ahora tienen horarios de ministros”, bromea la educadora ambiental y periodista Ana Carlos.

Muchos van del colegio a casa y de casa a las actividades extraescolares “sin tiempo para aburrirse” ni para saltar en los charcos o mancharse las manos de barro. Esto, como recuerda Carlos, tiene un nombre: se llama déficit de contacto con la naturaleza. Y, además, tiene consecuencias.

El déficit de contacto con la naturaleza, es decir, la desconexión con el entorno natural en la vida cotidiana, no es un síndrome clínico o un trastorno reconocido, pero sí un factor de riesgo para muchas enfermedades físicas y mentales. El concepto es relativamente reciente y tampoco existen unos criterios de diagnóstico concretos. Su primera descripción se remonta a 2005, cuando el periodista y escritor Richard Louv lo plasmó en las páginas de El último niño de los bosques: salvar a nuestros niños del trastorno por déficit de naturaleza.

Puede darse tanto en adultos como en niños, pero la naturaleza es tan importante en el desarrollo infantil que existe una subespecialidad dedicada a esta relación, la pediatría ambiental. Concretamente, en España hay dos unidades de Salud Medioambiental Pediátrica: una en La Garrotxa (Girona) y otra en La Arrixaca (Murcia). Esta última es la primera que se creó en el país y la que ha cifrado en un 75% el porcentaje de niños murcianos que sufren déficit de naturaleza.

Problemas de atención, déficit de vitamina D, obesidad y falta de creatividad

Pero Louv ya recogió en su libro observaciones sobre las consecuencias “de la alienación de la naturaleza” que muchos científicos llevaban algún tiempo haciendo. Entre ellas, citó la disminución del uso de los sentidos, los problemas de atención y los altos porcentajes de enfermedades físicas y emocionales. Algo que, más de una década después, los médicos continúan denunciando e investigando.

El doctor Ferran Campillo es el profesional al frente de la unidad especializada en pediatría ambiental de Girona, y es también testigo de los perjuicios que puede causar estar alejados del entorno natural. Los niños con esta carencia tienen mayor riesgo de padecer déficit de vitamina D por la falta de luz solar, problemas comportamentales u obesidad, explica el pediatra a RTVE.es.

Asimismo, la desconexión de la naturaleza puede ser un factor determinante para sufrir dolencias cardiovasculares, miopía, estrés, ansiedad e incluso depresión. La falta de actividad en determinadas etapas del desarrollo puede, además, contribuir a un déficit de capacidad pulmonar.

La educadora medioambiental Ana Carlos y la profesora de infantil Begoña Coutado observan habitualmente otras consecuencias a corto plazo de la desconexión con la naturaleza. Lo hacen en los proyectos educativos Déficit de Naturaleza y La casita de la Dehesa, respectivamente, donde ofrecen a los pequeños un espacio para retomar el contacto con el entorno natural. Los niños que llegan por primera vez a estos centros suelen traer consigo muchas limitaciones, cuentan a RTVE.es.

A veces tienen dormidas la creatividad, la imaginación, la coordinación y la curiosidad. Tienden también a buscar las direcciones de un adulto, ya que sin su presencia “no saben muy bien qué hacer” en la naturaleza, explica Coutado. En ocasiones, llegan incluso con pánico a los insectos o con cierto rechazo a ensuciarse las manos o la ropa. “Pero es impresionante verlos jugar cuando ya son capaces de disfrutar de la naturaleza y dejan de ser tan cuadriculados”, añade la docente.

Niños sobrecargados, encerrados y con demasiadas horas de pantallas

El contacto con la naturaleza es crucial durante la infancia para un adecuado desarrollo y una completa maduración infantil. Sin embargo, la mayoría de los jóvenes actuales apenas han tenido experiencias en el campo. Las causas de esta situación son varias. Según las educadoras Coutado y Carlos, la sobrecarga de deberes y actividades extraescolares es una de ellas. También lo son el ritmo de vida de las grandes ciudades y el escaso tiempo de los padres para realizar actividades en el exterior en conjunto. Además, las pantallas conquistan las pocas horas libres de muchos menores.

Los niños de hoy disponen de menos tiempo para jugar al aire libre que sus padres cuando tenían su edad. De hecho, más del 90% de los menores españoles tienen sus ratos de ocio principalmente en el interior, de acuerdo a los datos del Instituto Tecnológico de Producto Infantil y Ocio. Los resultados de este estudio señalaron también que el 82% de los niños de 0 a 12 juega al aire libre menos del tiempo recomendado por los expertos, unas dos horas diarias.

Son cifras similares a las que recogió la unidad de pediatría ambiental de Murcia, que especificó que solo uno de cada cuatro menores de la región jugaban a diario al aire libre. En la generación de sus progenitores, sin embargo, eran tres de cada cuatro.

Para crecer sanos, los niños menores de cinco años deben pasar menos de una hora mirando pantallas, según establece la OMS, y tampoco está excesivamente recomendado para los mayores de esa edad. Pero al pasar tanto tiempo en interiores, también tienden a usar de más los dispositivos. Según el informe anual de Qustodio (2021), los menores pasan de media cuatro horas diarias conectados a una pantalla fuera de las aulas, un total de 1.460 horas al año, es decir, la mitad del tiempo que se debería dedicar a dormir.

El excesivo uso de pantallas tiene muchas más desventajas que beneficios, explica el pediatra Campillo. Pero no tanto por el contenido que se consume, sino por “las cosas que dejamos de hacer” por estar utilizando los dispositivos como, por ejemplo, salir al exterior. La educadora y periodista Ana Carlos, por su parte, señala que la tecnología no se mueve siempre en el maniqueísmo. Las pantallas pueden incluso ser “una herramienta maravillosa” para acercarse aún más a la naturaleza si se emplean en pequeñas dosis.

“Por ejemplo, puede utilizarse el móvil para buscar el nombre de un insecto o de una planta que te cruces por el camino”, detalla. Por ello, insiste, quizás la culpa la tengan en mayor medida los horarios milimetrados y la precaria gestión del tiempo libre.

Los beneficios físicos y emocionales de estar conectados con la naturaleza

Pasar más tiempo de calidad fuera de casa, en contacto con la naturaleza, tiene muchísimos beneficios para el ser humano y, sobre todo, para los niños. Esta actividad puede promocionar factores protectores como la actividad física o una mayor concentración de vitamina D, señala el pediatra Ferran Campillo. También puede influir sobre las alergias y sobre la salud mental. Y, además, suele conllevar grandes ventajas emocionales.

En La Casita de la Dehesa, un centro de la fundación Familias Enlazadas que coordina Begoña Coutado, observan el fomento de la autoestima, la autoconfianza y la resolución de problemas. Cuando los pequeños empiezan a escalar en los árboles, ejemplifica la profesora, van poco a poco hasta que finalmente ganan la fuerza y la destreza necesarias. En el camino, trabajan el “ser más consecuentes con los riesgos que toman” y empiezan a ser conscientes de que “pueden hacer cosas impresionantes”.

La educadora ambiental y periodista Ana Carlos percibe, además, cómo los menores aprenden los valores del respeto y del cuidado del medioambiente y, a su vez, trabajan su curiosidad. Jugar en la naturaleza aumenta también la capacidad de concentración a través de actividades como la recogida de hojas de determinadas formas o la creación de coronas con las mismas.

Por estos grandes beneficios, los expertos recomiendan al menos una hora diaria de contacto con la naturaleza. Saben que es complicado en un mundo tan rápido y urbano, pero, en todo caso, animan a organizar escapadas al campo en familia los fines de semana. “Y en todas las épocas del año, porque la naturaleza hay que vivirla también en otoño y en invierno”, apostilla Coutado. Los materiales según la estación son distintos, y las posibilidades, infinitas.

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'Un bebé un árbol' y otros proyectos para reducir el déficit de naturaleza

'Bosques para la salud: un bebé un árbol' es un proyecto de las unidades de Salud Medioambiental Pediátrica de La Garrotxa (Girona) y La Arrixaca (Murcia) para reducir el déficit de naturaleza en los menores. Gracias a esta iniciativa, cada familia con un recién nacido recibe un pequeño árbol, un peculiar hermano gemelo que acompañará al bebé el resto de su vida. El objetivo es que los padres lo planten en bosques cercanos a los hospitales y que, a medida que el niño crezca, todos visiten el árbol y observen también su desarrollo. Así, además de fomentar el cuidado del medioambiente, se busca que los padres sean conscientes de la importancia del entorno natural en el desarrollo de sus hijos.

Los pediatras ambientales de Girona y Murcia esperan que puedan abrirse en los próximos años unidades en todas las comunidades de España para llevar esta y otras actividades al alcance de todos los tutores. Sin embargo, no es la única iniciativa a la que se puede recurrir para paliar la desconexión con el medio natural. Algunos barrios como el de Huerta Otea, en Salamanca, también cuentan con actividades para los menores de la mano de asociaciones. En Huerta Otea, por ejemplo, el proyecto educativo Déficit de naturaleza ofrece a los niños una hora y media a la semana de excursiones familiares y manualidades en el exterior usando recursos naturales, entre otras cosas.

Las redes de centros de educación ambiental de las comunidades y los parques de las ciudades, que suelen organizar eventos educativos al aire libre, son igualmente lugares a los que acudir para retomar el contacto con la naturaleza. Sin embargo, y como recuerdan los expertos, a veces esto es tan sencillo como pasear en familia, hacer senderismo y jugar en la hierba.