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Asesinados en Burkina Faso

Beriain y Fraile, en una región en llamas: así crece el yihadismo a costa de la miseria

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Fuerzas de seguridad patrullan por las calles de Uagadugú, capital de Burkina Faso
Fuerzas de seguridad patrullan por las calles de Uagadugú, capital de Burkina Faso

Los cuerpos de los periodistas españoles David Beriain y Roberto Fraile, asesinados en Burkina Faso, han llegado a España a bordo de un avión del Ejército del Aire que partió de Uagadugú, capital del país africano. En el vuelo también se ha transportado el cadáver del ecologista irlandés Rory Young, muerto junto a los reporteros españoles.

La Fiscalía de la Audiencia Nacional ha iniciado el proceso para investigar el asesinato de los periodistas españoles en Burkina Faso a cargo de un grupo de hombres armados. Las diligencias de investigación, informa Europa Press, se han abierto después de recibir una comunicación policial sobre lo sucedido. A los cadáveres de los reporteros se les practicará la autopsia para certificar su identidad y la causa de la muerte.

La Audiencia Nacional abre la investigación basándose en la hipótesis de que el asesinato fue un crimen de carácter terrorista. Santiago Pedraz, magistrado del Juzgado Central de Instrucción número 5, será el encargado de decidir si continúa la causa para investigar los hechos.

La ministra de Defensa, Margarita Robles, que ha participado en la recepción de los cuerpos de Beriain y Fraile en la base aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid), ha informado de que “la gente del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) que tenemos en el Sahel se ha incorporado a los trabajos de investigación". "Están allí. Vamos a hacer todo lo posible, colaborando con las autoridades de Burkina Faso, para aclarar y ver quiénes han sido los autores de estos execrables hechos. La lucha contra el terrorismo en esas zonas no va a parar. Vamos a ser implacables”, ha subrayado.

También la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, se ha referido a los hechos como “terroristas”, y ha agradecido al

Gobierno de Burkina Faso sus “esfuerzos” por ayudar a la repatriación, “y también a ayudar a esclarecer y entender lo que ocurrió”.

Lo que pudo ocurrir

Las versiones de lo ocurrido el lunes 26 de abril difieren según las fuentes. El Gobierno de España informó al día siguiente de que los periodistas españoles y el ecologista irlandés viajaban en un convoy compuesto “por unas cuarenta personas” en el que se integraban fuerzas de seguridad y rangers encargados de la vigilancia de la Reserva de Pama, en el este de Burkina Faso.

Según la ministra González Laya, “se perdió contacto con el grupo en torno a las tres de la tarde”. El Gobierno español no confirmaba, en ese punto, lo que decían fuentes gubernamentales y militares del país africano, es decir, que se trataba de un “ataque terrorista”. Dado que Beriain y Fraile trabajaban en un documental dedicado a la caza furtiva, seguía sobre la mesa la posibilidad de que hubieran sido los propios furtivos los autores del asalto.

La reconstrucción que ha hecho el diario parisino Le Monde, citando a supervivientes del ataque, despeja algunas dudas. Según este relato, los periodistas españoles habían llegado una semana antes. Habían estado en el bosque de Nazinga, donde acompañaron la fase final de una formación de seis meses de una nueva unidad antifurtivos patrocinada por la ONG Chengeta Wildlife, dirigida por el irlandés Rory Young. La salida del lunes era la primera sobre el terreno de estos nuevos vigilantes.

El convoy compuesto por militares, guardabosques, formadores de la ONG y los periodistas españoles partió el lunes por la mañana desde Natiaboni, al borde ya de la Reserva de Pama. La misión consistía en “patrullar el bosque y seguir el rastro de elefantes”, según relata uno de los militares, unos treinta. Viajaban con dos furgonetas armadas con ametralladoras PKMS y una escolta de una docena de motos. Apenas media hora después de salir, “sobre las 9:00 horas”, cuenta otro soldado, “nos dimos de bruces con un campamento de terroristas en el bosque". "Tenían una bandera negra con una inscripción en árabe. Eran muchos y estaban bien armados”, detalla.

Según los testigos citados por Le Monde, los yihadistas abrieron fuego sin dar tiempo a que la patrulla se protegiese. Los periodistas españoles y el ecologista irlandés se quedaron en el centro, en el interior de una de las camionetas. Cuenta otro testigo que “los asaltantes consiguieron rodearnos y se hicieron con una de las pick-ups, desde la que empezaron a ametrallarnos". "A nosotros nos empezó a faltar munición después de tres horas de tiroteo”, afirma.

En ese momento es cuando, según los testimonios de los supervivientes, “los occidentales salieron del vehículo para intentar huir por el bosque. Fue cuando los perdimos”. No los encontrarían hasta más tarde, en el interior del bosque, muertos por disparos.

Dudas y lamentos

Los cadáveres de Beriain, Fraile y Young fueron recuperados horas después. Pero no eran los únicos occidentales que iban en la patrulla. Un ciudadano suizo, del que no ha trascendido ni su identidad ni su ocupación, se presentó herido en un hospital de Uagadugú.

Tampoco se conoce con exactitud la identidad y el número de los atacantes. El JNIM, Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes, ha difundido fotos de material robado a los periodistas y ha enviado un audio en el que reivindica el ataque. El grupo, vinculado a Al Qaeda, tiene una presencia conocida en la zona, por lo que el convoy debería haber ido más equipado y protegido, afirma otro superviviente: “Habíamos pedido refuerzos”, han asegurado al diario parisino, “y nos prometieron blindados, pero no llegaron. Es lo que más me hace sufrir, saber que con mejor material habríamos podido salvar a nuestros hermanos blancos”.

Para expertos en seguridad consultados por RTVE.es, sin embargo, tampoco es descartable que integrantes de la propia patrulla hayan abandonado a su suerte a los occidentales.

De lo que no hay duda es de la extrema peligrosidad de la región en la que se habían adentrado. Según Eugenio Jover, padre blanco de Manos Unidas, en declaraciones a TVE, se trata de “una zona muy peligrosa. Han entrado en el parque, que es la guarida de los terroristas. Cuando han visto al grupo, les han atacado como si fueran enemigos.”

¿Eso significa que no sabían quiénes eran? Es posible. “Se dice que sabían que estaban allí, pero no son fuentes muy fidedignas, aunque tendría sentido, tratándose de yihadistas”, ha dicho el padre salesiano Didier Meba a La Vanguardia. Pero, según Jesús Núñez, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), “es cierto que, hasta ahora, los periodistas, los ojos que enseñan al mundo lo que se está haciendo, son mucho más preocupantes para estos grupos que un turista al que se le busca directamente para un secuestro”.

Quienes tal vez no sabían con exactitud los riesgos a los que se enfrentaban eran los integrantes occidentales del convoy. El francés Sergio López, fundador de una ONG ambientalista llamada Wildlife Angel, también dedicada a la formación de guardias forestales en África, y que trabajó en Burkina Faso entre 2017 y 2018, “hubo una mala evaluación del riesgo”. Su ONG, de hecho, puso término a sus trabajos en el país africano “debido a la amenaza terrorista”.

Una región en llamas

Para Núñez, el sur del Sahel está siendo penetrado por “estos grupos, que utilizan los parques naturales como al que se dirigían David y Roberto, como refugio y también porque están implicados en la caza furtiva”. Según otras fuentes de seguridad consultadas por RTVE, la frontera entre yihadistas es, efectivamente, muy difusa, pues el furtivismo puede ser una fuente de financiación, tanto porque el grupo se dedique directamente a ello, como porque cobre “mordidas” de los furtivos.

En cualquier caso, en lo que coinciden las fuentes consultadas, es en detectar un declive del secuestro como fuente de financiación, pues los Estados europeos han dejado de pagar los rescates que les requerían los terroristas. El último secuestro se produjo en 2019, cuando dos turistas franceses fueron raptados: dos militares franceses murieron en la operación de rescate. Los hechos se produjeron en el parque de Pendjari, entre Burkina Faso y Benim.

Toda la región está sufriendo un repunte de ataques. El Centro África de Estudios Estratégicos, estima que ha habido 4.958 actos vinculados a grupos terroristas en 2020,  un 43% más que el año anterior. Esas acciones han provocado la muerte de más de 13.000 personas.

Burkina Faso lleva sufriendo el azote del yihadismo desde el año 2016, cuando el actual presidente, Roch Marc Christián Kaboré, asume el cargo y rompe con la tradición pactista con los islamistas que había mantenido su predecesor, Blaise Compoaré, que ocupó el cargo durante más de décadas y bajo cuyo mandato no había atentados ni ataques. Según medios locales burkineses, el avance de los yihadistas estaría forzando a Kaboré a revisar sus posiciones y estaría tratando de retomar el diálogo. Fuentes de seguridad afirman a TVE que estos contactos se estarían dando en toda la región.

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Y alertan de la gravedad de lo que está ocurriendo en la zona: una expansión, desde el corazón del Sahel, de los grupos yihadistas. El JNIM, supuesto autor de los asesinatos de los periodistas españoles, pasa de “la zona del Magreb”, explica Núñez, “hasta ir llegando a Malí y ahora se van acercando ya no solamente a Burkina Faso hacia el sur, sino a los países como Costa de Marfil y Benim”.

Fuentes de seguridad confirman lo preocupante de este movimiento, que se dirige hacia el Golfo de Guinea y que, de completarse, permitiría a los grupos terroristas –sean filiales de Al Qaeda, como el JNIM, o sucursales del DAESH- controlar todos los tráficos ilegales de la región: drogas, armas y seres humanos.

Como detalla el coronel Jesús Díez, analista del Departamento de Seguridad Nacional de Presidencia del Gobierno, en un reciente artículo sobre yihadismo global, “África es el lugar del mundo donde la amenaza yihadista se expande con mayor intensidad y virulencia. Si hace diez años los salafistas violentos estaban presentes mayoritariamente en el norte del continente, hoy la violencia terrorista es una trágica realidad en el Sahel, se ha fortalecido en Nigeria y repunta con fuerza en el centro y sur de África, con la eclosión de milicias yihadistas en República Democrática del Congo o en Mozambique”.

Con respecto al Sahel Occidental, en particular, menciona la llamada “triple frontera” entre Burkina Faso, Níger y Malí. El hecho de que el ataque contra los periodistas españoles haya tenido lugar a 600 kilómetros al sur, demostraría, como escribe Díez, que “la situación de seguridad y desgobierno se ha deteriorado de forma manifiesta”, no ya en Mali, epicentro de la actividad yihadista, sino en los países colindantes.

Más allá de lo militar

Díez Alcalde estima que, en todo el Sahel, “más de 25.000 militares y civiles —junto a las fuerzas nacionales de seguridad— se esfuerzan para librar a la población saheliana del yugo yihadista, aún a sabiendas de que las medidas en el ámbito de la seguridad son necesarias, pero no suficientes, para acabar con la capacidad de captación, reclutamiento y adoctrinamiento que sostiene a los grupos yihadistas”.

Este reconocimiento de que la opción militar es insuficiente para sofocar el avance yihadista también es compartido por Jesús Núñez, para quien “un problema como el terrorismo no tiene solución por vía militar”. Además, considera el codirector del IECAH, “la población civil ya no espera prácticamente nada de sus propios gobernantes, ni en términos de satisfacción de necesidades básicas, ni en cuanto a garantía de seguridad, y todo eso es un caldo de cultivo perfecto para que los yihadistas puedan moverse con libertad”, e incluso para que recaben “apoyo de esa población que acaba viéndolos con cierta simpatía frente a unas fuerzas de seguridad, que en muchos casos abusan de su poder, contra esa misma población civil”.

Para Jesús Díez, “el salafismo violento pretende imponer soluciones religiosas a problemas políticos, pero también se ha convertido en válvula de escape de la frustración social, la falta de expectativas vitales o el subdesarrollo”. Por ello propone actuar sobre la radicalización islamista, “con una implicación directa del mundo musulmán”; atajar sus vías de financiación y, “fundamentalmente, desplegar políticas nacionales y regionales que incidan en la seguridad, el progreso y la buena gobernanza de la población”.

Sin ese enfoque, creen los analistas, centrándose únicamente en el despliegue militar, será imposible erradicar una amenaza que se asienta y crece sobre la desesperanza de una de las regiones más pobres del mundo a la que los periodistas Beriain y Fraile quisieron dar voz, y lo pagaron con la vida.