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El emblemático cine Palafox de Madrid apaga sus proyectores de manera definitiva

  • Tras 55 años emitiendo películas, era único por su filosofía y estética clásica
  • RTVE.es entrevista a Eugenio Plaza, encargado de sala desde hacía 32 años
  • Ahora en manos de la empresa Yelmo Cine Club, se desconoce su futuro

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Imagen interior de la Sala 1 del Cine Palafox, con más de 850 butacas y una pantalla de 180 metros cuadrados
Imagen interior de la Sala 1 del Cine Palafox, con más de 850 butacas y una pantalla de 180 metros cuadrados

Este martes 28 de febrero cierra sus puertas de manera definitiva el mítico cine Palafox, uno de los más emblemáticos de Madrid y que contaba con la segunda sala más grande de Madrid (más de 850 butacas), solo por detrás del Cine Capitol.

Después de 55 años aguantando estoicamente en el 19 de la céntrica calle Luchana de la capital, Juan Ramón Gómez, director de la empresa que lo gestionaba, Sunset Cinema, anunció este mes de febrero que el local pasaaría a pertenecer a la empresa Yelmo Cine Club desde el 1 de marzo. Presumiblemente seguirá vinculada al mundo del cine, aunque no hay nada confirmado de manera oficial.

En cualquier caso y sea cual sea su futuro, lo cierto es que desde aquel estreno de Barrabás (protagonizada por Anthony Quinn) en octubre del 62, el Palafox ha visto pasar por sus salas los mejores romances, intrigas, aventuras y sueños. Entendieron la proyección cinematográfica de una manera especial, tradicional y, desde ahora, probablemente extinta en Madrid.

"Era una manera clásica de entender el negocio. Era algo que buscaba el público que venía aquí, lo querían así", explicaba en una entrevista a RTVE.es días antes del cierre Eugenio Plaza, encargado de sala del Palafox y uno de los 17 empleados que pondrán fin a una etapa en su vida.

Cierre por todo lo alto

En su última semana de vida, el Palafox ha celebrado su historia con un ciclo de ocho días llamado 'Au revoir, Palafox', en el que han vuelto a pasar por sus pantallas 14 clásicos del cine, desde El Padrino a Cinema Paradiso, empezando con Cantando bajo la Lluvia y terminando con Casablanca (la mayoría de ellas en versión original).

Un broche de oro para más de cinco décadas de vida. Y no era para menos. "Ha venido mucha gente que se ha quedado maravillada: ¡Cómo puede seguir existiendo una sala de estas características en Madrid!", recordaba Eugenio Plaza.

Entre 1982 y 1983, "la película E.T. consiguió meter aquí un millón de espectadores", pasando a la historia como la más taquillera en las salas del Palafox. Otros grandes éxitos de audiencia fueron "El último emperador, Memorias de África, Lawrence de Arabia... ésta la repusimos un verano y se tiró tres meses llenando el cine todos los días, con dos sesiones diarias", rememora con una sonrisa el encargado de sala.

Mucho ha cambiado desde entonces, haciendo cada vez más costosa la lucha por mantener la sala. Y, cómo no, la crisis puso la puntilla. "Son muchos factores, como la subida del IVA. Pero el cambio de 35 milímetros al digital supuso una inversión muy grande, y no muchas empresas pueden soportarlo. Un proyector digital oscila entre los 30.000 y más de 100.000 euros y quedan obsoletos a los 6-7 años", explica Eugenio. "En cambio el proyector de 35 era para toda la vida".

En el Palafox se han celebrado eventos, premieres, pases de prensa, festivales de cine alemán, argentino, de géneros... y, además, desde hace años acogía también espectáculos de ópera y ballet.

Aún así, pese a lo agrio de la despedida, los últimos meses han dejado un regusto dulce en el adiós. Según explica Plaza, "desde 2011 veníamos arrastrando mucho desgaste, había bajado mucho el número de espectadores. Pero en 2016 y estos últimos fines de semana de 2017 se están haciendo números de 2010".

Una sala diferente

Dijo Ridley Scott en un artículo publicado en 2011: "Desde mi punto de vista, la única forma de ver una película es tal y como la concebió el cineasta: en un cine con muy buen sonido y con una imagen impoluta". Y el Palafox cumplía con esos requisitos pero, además, añadía una experiencia única en estos tiempos.

"Había todo tipo de público, pero sobre todo venía gente mayor. Los acomodadores vestían con frac o levita, cuando yo entré llevaban incluso guantes", explica. "Era algo que el público quería, el espectador buscaba eso. La gente cataloga los cines. Igual que a otros va público joven, aquí siempre ha venido gente mayor que buscaba una forma clásica de entender este negocio, que hubiera acomodador, que se les atendiera, se les subiera a las salas...".

"La sala 1 siempre ha sido una sala espectacular: una pantalla de casi 180 metros cuadrados y con más de 850 butacas", que, en su día, llegó a superar las 1.300 localidades. "Cada cine tiene su punto, pero este vestíbulo, esa entrada, ese mural, esa bóveda, no lo tiene ningún cine. Este tiene algo diferente, un encanto diferente", señala Eugenio con cariño y ya añoranza, después de 32 años entre estas paredes.

Una estética y una filosofía tradicional que hacía diferente a esta sala, ya una de las últimas -si no la única- que aún mantenía esa línea en Madrid gracias a gente como Eugenio. "En los cines modernos te dan la entrada y te sientas y punto. Pero aquí salías de la sala y siempre había alguien para atenderte. Esas cosas hacían que cines como este tuvieran un encanto especial. Por eso me da pena que no estén más protegidas, aunque sea un poquito".