Enlaces accesibilidad

Hovik Keuchkerian, un gancho directo al alma y un 'Obús en el corazón'

  • RTVE.es entrevista al exboxeador, poeta y actor por Un obús en el corazón
  • Un monólogo dramático de Wajdi Mouawad sobre la vida, la muerte y los miedos
  • Una llamada enfrenta a Wahab, el protagonista, a la cruda realidad y a sí mismo
  • Puede verse hasta el 29 de enero en los Teatros del Canal, de Madrid

Por
Imagen de Hovik Keuchkerian durante la representación de 'Un obús en el corazón'
Imagen de Hovik Keuchkerian durante la representación de 'Un obús en el corazón'

Hovik Keuchkerian no es una persona cualquiera, por mucho que él insista en ello. Empezando por la historia de su vida: nació en Beirut de padre armenio y madre española y con tres años llegó como refugiado a España huyendo del conflicto en el Líbano. Fue campeón de España de boxeo en peso pesado, lo dejó y pasó por unos años de oscuridad de los que salió gracias a la poesía y la interpretación. Primero en el humor, con monólogos cómicos como el famoso Cocretas, y ahora también en la acción y el drama.

Tras su aparición en la superproducción hollywoodiense Assassin's Creed en el papel de Ojeda, la mano derecha de Torquemada, ahora vuelve a centrarse en Un obús en el corazón. Un monólogo dramático escrito por su compatriota Wajdi Mouawad y dirigido por Santiago Sánchez, en el que se le puede ver dejándose sudor, lágrimas y casi hasta sangre, en los Teatros del Canal de Madrid, hasta el 29 de enero.

En él interpreta a Wahab, un joven libanés marcado por la guerra que recibe una llamada telefónica, a partir de la cual tendrá que enfrentarse al frío de la noche, a su realidad, a sus traumáticos recuerdos y a sí mismo, en una lucha por la supervivencia y la superación.

"Las cosas que te modifican en la vida son las que no esperas, lo que no eliges", asegura Hovik en una entrevista con RTVE.es. "En mi puta vida me habría imaginado ser actor, salir en The night manager con Hugh Laurie (Dr. House) o hacer el casting de Assassin's Creed y que el director me eligiera", explica el actor.

Una profesión que se encontró por el camino y que le ha servido para hallar su lugar en el mundo. "Cada vez que bajo de ese escenario soy mejor persona y mejor actor", reflexiona Keuchkerian, "es un privilegio poder tocar cada noche el alma de 156 personas".

Siempre en camino, siempre en proceso

Y no es normal, tampoco, porque detrás de su tamaño y apariencia de tipo duro hay un hombre con una humildad y sensibilidad fuera de lo común. Tiene contrato con la productora cinematográfica Fox para tres películas, Assassin's y dos más. "Ojalá salgan proyectos y pueda seguir haciendo Obús un par de años. Pero, si me da por pensar en ello, a los 20 segundos me corto y me digo: 'Niño, los piececitos al suelo'. Ahora mismo solo pienso en la hora de inicio de la función. Y mañana, en la de mañana", comenta Hovik.

"Hasta que no suene la campana no me creo que vaya a pelear", explica para ilustrar sus expectativas de futuro. "Y en lo personal, lo único que quiero es estar tranquilo", expresión que repite varias veces en la conversación, como un mantra. "La tempestad ya pasó y he recorrido un camino de autoconocimiento. He pasado de la oscuridad a la luz. Cuando estoy tocado soy muy autodestructivo".

Hovik Keuchkerian, actor de Alacrán enamorado, nos ofrece un monólogo basado en su experiencia como boxeador profesional.

Sus manos, enormes y llenas de marcas, y su cara, castigada pero sonriente, reflejan ese proceso de trabajo interior. Una hora de conversación con este hombre renacentista actualizado al siglo XXI basta para comprobar que la educación, amabilidad y generosidad que muestra fuera del escenario, no forman parte de su registro actoral.

No le gustan las etiquetas ni que se le llame artista, "todos lo somos de alguna manera. También mi sobrina de cuatro años cuando pinta casitas", dice con una sonrisa en la cara y restándose importancia. Y su objetivo en la vida es "ser austero, básico. Porque cuanto menos necesite a nivel material, más tranquilo estaré y más feliz seré", insiste una vez más.

"Lo que sí tengo claro, y cada vez de manera más radical, es que no por ser actor y ser mínimamente conocido voy a dejar de hacer o no lo que me pida el cuerpo". Tanto en lo personal, donde no se corta a la hora de hablar con los medios y expresarse con naturalidad, como en lo profesional, donde se guía por su olfato y sus entrañas. "Si algo me despierta pasión, voy. Y si no, no. Así, si me doy una hostia, no me tengo que reprochar nada, porque sé que habré puesto todo en el proyecto".

Hovik: Obús está escrito "por un animal sangrando"

Así define Hovik el texto de Wadji Mouawad que interpreta hasta el 29 de enero, de lunes a viernes, en los Teatros del Canal de Madrid. "Es muy complicado que vaya a hacer algo como esto en el futuro, exige una intensidad y una implicación tremenda", explica.

"Antes no, pero ahora en el escenario vuelo. A veces no sé ni dónde estoy, es una pasada. Y luego estás aquí sentadito, con tu toalla, y piensas: qué paliza, pero qué privilegio". Y es que, según él, "este texto está escrito por un animal sangrando, es una barbaridad".

Wahab, el joven libanés al que interpreta Hovik en el monólogo, se desnuda emocional y psicológicamente a lo largo de casi una hora y media. Según confiesa Hovik con una mezcla de satisfacción y sonrojo, "me han dicho compañeros de la profesión que, después de verlo, salen como si les hubiera clavado algo". Desde luego, viéndole agotado con la toalla al cuello al terminar la obra, parece que hubiera vuelto a los cuadriláteros.

Y es que no solo el texto es duro, también la interpretación de Hovik es desgarradora, intensa e emocionante en el sentido más amplio de la palabra. Le bastan un sofá, un sillón y un abrigo (con la inestimable ayuda del juego de luces), para transportarnos a través de diferentes escenarios y momentos.

Wahab y Hovik comparten aspectos comunes, como el hecho de ser refugiados de la guerra del Líbano. "Cuando lo leí, pensé: tengo que hacerlo". Sin duda, un reto en lo profesional y en lo personal, por el desgaste que supone: "el otro día en la función, cuando Wahab habla con su madre, yo vi ahí la cara de la mía. Es increíble".

Sin embargo, los desafíos ya no asustan a esta "bestia" del escenario. "El 90% de lo que sé, lo he aprendido de los momentos malos. Eso te enseña, aunque sea a toro pasado, y sales reforzado. Además, lo bueno es que al miedo se le reconoce, lo hueles. Igual la primera no, pero la quinta o sexta vez ya sí. Así que ya sabes gestionarlo".

Un actor con don para el "punch"

Pese a que empezó a actuar a los 37 años, su currículum ya es extenso. Además de sus representaciones teatrales, libros de poesía e incluso un disco, sus apariciones en películas y series le han llevado a coprotagonizar Justi&Cía con el difunto Álex Angulo y a la nominación al Goya a mejor actor revelación por su papel en Alacrán enamorado.

"Estoy enamorado de esta profesión, de sus luces y sus sombras, me flipa", afirma Hovik, que añade: "no tengo explicación, igual en otra vida he sido actor, porque otra explicación no le encuentro".

No es un estudioso de la interpretación, sino más bien un trabajador que hace "shadow-boxing" con sus textos y al que se le ilumina el rostro cuando se le pide que explique las similitudes entre boxeo y actuación. "Todo. Si no hubiera sido boxeador, ahora no sería actor. Algún día escribiré un libro sobre el triángulo vida-boxeo-interpretación. Tienes que estar focalizado y aislado de lo demás. Hay que estar conectado al suelo, fíjate, las posturas son parecidas", explica levantándose.

Y sigue comparando: "Puedes ganar o perder, pero cuando gritan acción o suena la campana, tienes que venir entrenado de casa, con todo preparado para actuar sin pensar, que salga solo. Hay que estar atento a la respuesta del rival".

Ese es su método, aunque ni sabe ni quiere definir al Hovik actor. "No pierdo ni un segundo en eso", reconoce. Aunque sí tiene claro que es tan gratificante como agotador. "Yo en el escenario reparto hostias, pero también las llevo. Eso la gente lo identifica y lo agradece, que no estés ahí para pasar la tarde, sino que te dejes parte de tu latir ahí encima. Para mí el público es un rival, quiero matarlo a golpes y, al terminar, abrazarlo con cariño y respeto. Y cuanto mejor sea la interpretación, mejor será el abrazo que me den".