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'Magical Girl', un clásico súbito del cine español

  • Una obra fascinante con la Vermut salta del cine low cost a la industria
  • Cuenta con siete nominaciones a los Premios Goya, incluida película

Por
RTVE.es estrena el tráiler de 'Magical Girl', con José Sacristán y Bárbara Lennie

7 NOMINACIONES A LOS GOYA

Mejor película

Mejor dirección: Carlos Vermut

Mejor actor: Luís Bermejo

Mejor actriz: Bárbara Lennie

Mejor actor de reparto: José Sacristán

Mejor actor revelación: Israel Elejalde

FICHA TÉCNICA

Título original: Magical girl

Año: 2014

Duración: 127 min.

País: España

Dirección: Carlos Vermut

Guion: Carlos Vermut

Fotografía: Javier Aguirre

Reparto: Luís Bermejo, José Sacristán, Bárbara Lennie, Lucía Pollán, Israel Elejalde, Alberto Chaves, Teresa Soria Ruano, Miquel Insúa, Elisabet Gelabert.

José Sacristán entra en el Teatro Español para ensayar su nueva obra, El loco de los balcones. En el umbral, se cruza eufórico con compañeros y técnicos. “Vengo de ver Magical Girl de Carlitos Vermut y es cojonuda”. Sacristán, todo pasión, empieza a comprender que ha participado en un clásico del cine español. Otro más para el actor. Porque esa parece desde ya la liga de Magical Girl, la película de Carlos Vermut que se proyecta en el Festival de Toronto y que, antes de llegar las salas el 17 de octubre, se presentará en el próximo Festival de San Sebastián compitiendo por la Concha de Oro.

Carlos Vermut (Madrid, 1980) todavía no ha visto la película en una sala. De hecho, su primera película, Diamond Flash, no se estrenó en cines sino en los portales de VOD de internet donde fue un auténtico fenómeno del boca a boca. “Quiero verla en Toronto y disfrutarla como un espectador”. Para financiar Diamond Flash fundió ahorros propios y ajenos jugándosela a una carta. La película descubrió a un narrador puro. De rey del llamado del cine low-cost salta ahora a la corriente de la industria con Magical Girl.

Estudiante de ilustración, dibujante de cómic, Vermut bebe narrativamente de dispares referencias culturales. Magical Girl, el título, alude a la categoría de dibujos manga de jóvenes con superpoderes. En el arranque, el padre en paro (Luis Bermejo) de una niña gravemente enferma (Lucía Pollán) sufre por no poder pagar a su hija el carísimo vestido original de una 'Magical Girl'. Poco más se pude decir de la trama sin traicionarla. Pese al punto de partida, y a veladas referencias a la cultura japonesa, los personajes de Magical Girl están muy pegados a la realidad, incluso a un contexto de crisis, dentro de una cinta sin ninguna vocación realista.

“Todo funciona de una manera muy intuitiva. Es curioso lo del vestido, no era consciente pero de repente funcionaba como una especie de película Disney en plan jodido, como un reflejo de los cuentos infantiles: la madrastra, la malvada, la princesa, el rey, el ayudante de la mala; existían todos los arquetipos de los cuentos infantiles. Me di cuenta después: empieza con el toque estético y se acaba convirtiendo en una cosa argumental”, dice Vermut.

El narrador de los huecos

Magical Girl confirma el universo del su autor, centrado en la obsesión, en la enfermedad, en las relaciones de dominación y sumisión, y en el humor negro. No se puede explicar de qué van las películas de Vermut. Primero, por no desvelar el puzzle milimétrico que va revelándose al avanzar la narración y, segundo, porque esquiva cualquier tema específico. Como Tarantino, es un contador de historias nato. Nada menos.

“Desde pequeño me gustaban las películas en las que había muchos huecos, muchas informaciones que no se cuentan. Me gusta el cine de Hitchcock precisamente porque deja muchos espacios abiertos. Me gusta, por ejemplo, que en Alien no sepas qué es esa nave, qué historia ha sucedido antes, simplemente sabes que hay una especie de bicho, pero no sabes qué ha sucedido antes. Todas las historias, no solo películas, que juegan con los huecos y las elipsis me interesan", explica.

Magical Girl es la feliz reunión de muchos habituales del mundo teatral. Inicialmente escribió los papeles de Bárbara Lennie y Luis Bermejo, y luego sumó a José Sacristán y a más miembros de la compañía de Miguel del Arco como Elisabet Gelabert o Israel Elejalde. Vermut extrae lo mejor de todos ellos gracias a su ritmo pausado y a diálogos brillantemente escritos. “Con Sacristán era maravilloso: es capaz de leer los ingredientes de una bosa de patatas fritas y hacerlo interesante. Es muy agradecido escribir para él. Sacristán tiene dentro el ritmo y soy de dejar que lo actores marquen el ritmo de la película. Creo que es una responsabilidad de los actores, confío bastante en ellos”.

"Sacristán es capaz de leer los ingredientes de una bolsa de patatas y hacerlo interesante"

Una fórmula que podría definir los personajes de Vermut sería: tipo amable + situación extrema = comportamientos crueles. “Quiero pensar que no pienso así de la gente, quiero pensar que mis películas no reflejan mi manera de ver el mundo. Y no creo que el mundo sea así. ¿Una película es el reflejo de mi visión del mundo o es simplemente mi necesidad de hacer cine negro?”, se pregunta. “Me gusta el cine negro porque me parece estético y, aunque no refleje bien lo que es la realidad, sí me ayuda, a través de una trama en la que suceden cosas terribles, para hablar de cosas que me interesan. No tengo claro cuál es mi visión del mundo. De hecho, los humoristas tienen fama de superdepresivos, y en cambio, oyes hablar a Michael Haneke o Lars Von Trier me parecen unas personas divertidísimas”.

Su admirado Hitchcock siempre se debatía en el equilibrio de personajes fuertes o acción fuerte, afirmando no poder tener las dos cosas. En ese alambre juega también Vermut. “Por lo general no me gusta la acción, lo que va de la trama; por lo general me interesa lo que tiene que ver con los personajes. Me interesa saber qué pasa no ese tío, no con el maletín”.

"Mis películas no reflejan mi manera de ver el mundo"

Vermut juega con el misterio del espectador transformando el habitual "¿qué va pasar?" en un intrigante "¿qué está pasando?". Como maestro de la ocultación, ni siquiera revela a sus actores los huecos de sus personajes. “Estoy seguro de que él sabe más de los personajes de lo que nos dice”, dice Bárbara Lennie, pero Vermut niega la mayor.

“Es verdad que las escuelas de guion siempre te van a decir que hay que conocer el pasado de los personajes. Yo no lo sé por un motivo: yo no soy tan complejo como mis personajes. No soy tan interesante, ni tengo una vida tan inquietante. ¿Cómo voy yo a ser capaz de conocer todos sus misterios? Si puedes permitirte el lujo de no contar algo, no lo hagas, ni siquiera para ti”, razona.

La influencia Tarantino

Vermut ha tallado un guión midiendo el efecto sobre el espectador a cada segundo. Un trabajo que compara con el mezclador de música que sube de un lado y baja del otro con el objetivo constante de intentar sorprender. Juan Cavestany, al que Vermut considera uno de los directores españoles más interesantes, alaba su capacidad de Vermut para el diálogo.

“La verdad es que lo diálogos me preocupan mucho. No me gusta que los personajes se expliquen, me parece un coñazo. En las películas no solía ver eso y me daba mucha rabia. En Perdidos, por ejemplo, están en la isla, ven el humo negro ¡y nadie dice nada! Se quedan ahí, empiezan a gritarse, nadie concreta. Y yo decía: coño, hablad de lo que está pasando en la isla”, bromea a medias.

De nuevo como en Tarantino, las digresiones y los relatos aparentemente gratuitos se imponen por encima de la necesidad de hacer avanzar las escenas, como en un magistral monólogo en mitad de la película sobre la idiosincrasia de España. “Exacto, por el puro placer de hacerlo. La película es todo, desde que empieza hasta que acaba. La película tiene que ser disfrutable y los diálogos son una de las cosas que más se disfrutan. Los diálogos suceden, no tienen porque contar la película, ni explicar a los personajes”.

La generación low cost

¿Qué película haría el libérrimo Vermut si la industria le fagocitara con un cheque en blanco? "La franquicia Evangelion me encantaría, pero, de hecho, hace poco estuve escribiendo una pequeña sinopsis y es muy difícil. ¿Para qué vas a hacer una película si la serie ya es cojonuda? En realidad, haría experimentos de efectos especiales, cosas que no se podían hacer hace 10 años y ahora sí. Tienen que ver más con Bergman que con Hellboy. Los efectos especiales se tienden a utilizar par acosas que se noten, como explosiones, y yo haría un poco al revés: utilizarlos narrativamente para meter al espectador cosas sutilmente”.

Por generación, Vermut pertenece a una camada que ha desinflado sus expectativas respecto al cine. “Yo vivo del cine, lo que pasa es que he rebajado mi nivel de vida para poder vivir del cine. ¿Quiere decir que quiero vivir así siempre? Tampoco he sacrificado nada, no es que quisiera tener una familia con cinco hijos. Ya he empezado directamente sabiendo que esto es muy complicado. Cada escalón es un triunfo acojonante, de repente, que te vean 5000 espectadores es un triunfo. ¿Hay que conformarse con eso? No lo sé, hay que ir construyendo las cosas”, razona.

"He rebajado mi nivel de vida para poder vivir del cine"

De momento, se prepara para la llegada de su película las salas, una ceremonia que defiende. “Me gusta el cine porque la relación que tienes con la película está impuesta por el contexto. En la sala te tienes que callar, aunque la gente habla cada vez más en el cine. Tú no puedes parar la película, la película te puede a ti porque va a seguir aunque tú no estés. En tu casa, tienes poder sobre las películas. Esa relación solamente existe en el cine”.