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Las rocas del Apolo aportan pruebas del choque de astros del que surgió la Luna

  • Surgió de los escombros tras un impacto entre la Tierra y otro cuerpo celeste
  • Sería un producto a partes iguales de nuestro planeta y otro objeto como Marte
  • "Podemos estar razonablemente seguros de que tuvo lugar la gran colisión"

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Ilustración del choque entre Theia y la Tierra, una gran colisión de la que pudo surgir la Luna.
Ilustración del choque entre Theia y la Tierra, una gran colisión de la que pudo surgir la Luna.

Las rocas lunares traídas por los astronautas del Apolo hace más de 40 años han aportado las pruebas que hasta ahora se escapaban a la ciencia de cómo un planeta supuetamente del tamaño de Marte se estrelló con la Tierra y condujo a la formación de nuestro satélite. Así, esta nueva investigación arroja nueva luz sobre el origen de la Luna, refrendando la teoría más aceptada por los científicos, la de la 'Gran Colisión'.

Los científicos alemanes que han llevado a cabo este trabajo afirman que detectaron una ligera diferencia química entre las rocas de la Tierra y las rocas lunares. Según estos investigadores, serán necesarias más evidencias para confirmar definitivamente esta cuestión que durante tanto tiempo han perseguido resolver: que un cuerpo celeste diferente a la Tierra contribuyó a la formación de la Luna hará unos 4,5 millones de años.

La hipótesis de un impacto gigante entre la Tierra con otro planeta es la más aceptada para explicar el nacimiento de la Luna, pero planteaba el problema de que no se han encontrado las diferencias esperadas entre los isótopos de las muestras lunares y las terrestres. Ahora investigadores alemanes parecen haberlas detectado para el caso del oxígeno tras analizar rocas lunares recogidas en las misiones Apolo.

La Luna surgió de una nube de escombros

Los científicos creen que la Luna se formó a partir de una nube de escombros lanzado al espacio después del impacto de una joven Tierra con un cuerpo del tamaño de Marte llamado Theia.

La colisión liberó tanta energía que Theia se derritió, así como gran parte de la envoltura de nuestro planeta. Parte de la nube de roca vaporizada se asociaría de nuevo a la Tierra y otra se habría solidificado a una corta distancia, dando lugar al satélite.

Las proporciones isotópicas varían entre los objetos del sistema solar, pero resulta que en el caso de la Tierra y la Luna son muy similares, lo que entra en conflicto con los modelos teóricos de la gran colisión. Si esta ocurrió de verdad, la Luna se habría formado a partir de fragmentos de Theia, y por tanto, se esperaría que su composición fuera diferente a la de la Tierra.

Por lo tanto, los científicos creían que las rocas lunares podían contener huellas químicas indicadoras de cualquier cuerpo que se estrellara contra la Tierra, una evidencia hasta ahora difícil de alcanzar.

"Hemos desarrollado una técnica que garantiza la perfecta separación" de isótopos de oxígeno de otros gases, explica a Reuters Daniel Herwartz, investigador de la Universidad de Colonia en Alemania. "Las diferencias son pequeñas y difíciles de detectar, pero están allí", agrega el autor principal de un artículo sobre el descubrimiento, publicado esta semana en la revista Science.

Un satélite 50% terrestre - 50% Theia

La mayoría de los modelos estiman que nuestro satélite contiene entre un 70% y un 90% de material de Theia, y el resto procedente de la antigua Tierra.

Sin embargo, algunos científicos consideran que solo queda alrededor de un 8% de Theia en la Luna. Por su parte, los resultados del nuevo estudio sugieren algo intermedio: “Una mezcla al 50% parece posible, pero hay que confirmarlo”, indica Herwartza, aunque se necesita más trabajo para confirmar esta estimación.

“Ahora podemos estar razonablemente seguros de que tuvo lugar la gran colisión, y además, nos da una idea de la geoquímica de Theia, que parece fue similar a la de las condritas tipo E (una clase de meteorito con enstatita)”.

Las rocas analizadas son las que trajo a la Tierra el equipo de astronautas de las misiones Apolo 11, Apolo 12 y Apolo 16, que tuvieron lugar entre 1969 y 1972.

Para realizar el estudio, al principio su equipo utilizó muestras lunares que había llegado a la Tierra a través de meteoritos, pero como estaban ‘contaminadas’ por el intercambio de sus isótopos con el agua terrestre, decidieron buscar otras más puras.

Estas las proporcionó la NASA a partir de rocas recogidas durante las misiones Apolo 11, 12 y 16, y después fueron analizadas mediante una técnica de espectrometría de masas. Con este mismo material se han estudiado otros isótopos, como los de titanio, pero no se han detectado las diferencias observadas con el oxígeno.