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¿Cambiará Obama el mundo ahora?

  • El presidente tendrá más margen de maniobra
  • El partido republicano deberá cambiar su actitud en el Congreso
  • Obama intentará ahora dejar su huella en el ámbito internacional

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El presidente de EEUU, Barack Obama, abraza a su mujer Michelle en una fotografía que colgó en su propia cuenta de la red social Twitter tras conocer su victoria
El presidente de EEUU, Barack Obama, abraza a su mujer Michelle en una fotografía que colgó en su propia cuenta de la red social Twitter tras conocer su victoria.

El reelegido presidente de EE.UU. Barack Obama, tiene otros 4 años por delante. Y ninguna reelección pendiente. Eso le da una libertad que se demostrará en este segundo mandato. Sus ojos se han relajado, su sonrisa está tranquila y ha recuperado aquel discurso poderoso. 

La noche de la victoria vimos a un Obama muy diferente al de los últimos meses de extenuante campaña electoral. Ha recuperado la confianza de los estadounidenses y de sus hombros se ha caído un gran peso. 

"Lo mejor está por llegar" decía en Chicago, recuperando los sueños, la esperanza y la ilusión de hace cuatro años. Retomando la fuerza que convenció al mundo en 2008. 

Él sabe que lo mejor está por llegar, porque ahora intentará hacerlo. Todo lo que no ha podido conseguir este primer mandato, bloqueado por un Congreso fracturado y dividido en sus extremos ideológicos. O todo aquello que eligió no conseguir, quizás atado por una segunda cita con las urnas aún pendiente. 

Llega el momento de dar la vuelta a las promesas incumplidas. Recompensar la decepción y la desilusión que le pesaba estos últimos dos años. Pero no será fácil. Ni en casa, ni en el mundo.

Los republicanos tendrán que cambiar

En Washington el Congreso seguirá exactamente como estaba. Con una mayoría republicana dominando la Cámara de Representantes que complica cualquier proyecto político.

Pero esa es la elección de los estadounidenses, que prefieren una Casa Blanca controlada por un poder legislativo en manos de la oposición.

Claro que los republicanos ya no son los mismos. Ya no pueden ser los mismos. Este es otro Obama. Los republicanos también deben serlo ahora. La derrota de Mitt Romney ha abierto una brecha en el alma republicana, que ahora deberá redefinirse. 

La victoria del presidente Obama tiene varias lecturas. Ha sido clave el rescate de su administración a la industria del automóvil en los estados del centro-oeste; la organización de base demócrata ha demostrado ser tremendamente efectiva a niveles locales, con la potencia de un ejército de voluntarios que han tenido mucho que ver en su reelección; la campaña demócrata ha conseguido con éxito convertir estos comicios en una cuestión de elegir la mejor opción para llevar al país a la recuperación esperada, lejos de un referéndum sobre la presidencia de Obama. 

Pero, sobre todas las cosas, estas elecciones han dejado claro que el camino hacia la presidencia pasa por las minorías. Y que estas se han alejado años luz del programa conservador. 

El presidente Obama ha construido su mayoría electoral con las minorías. Con gran parte de ese 13% del voto afroamericano y del 10%, hispano. 7 de cada 10 latinos respaldaban a Obama el 6 de noviembre, y este voto le ha dado la llave de la reelección en enclaves determinantes como Colorado, Nevada o Florida, que finalmente se decanta hacia el lado demócrata. 

Uno de los datos más reveladores: Obama se lleva el 47% del voto cubano-americano en el distrito de Miami-Dade, cambiando el tradicional perfil conservador. 

El partido republicano toma nota de su derrota, aprendiendo por las malas que el camino a la Casa Blanca pasa por el voto hispano. No pueden seguir ignorando la primera minoría del país. Les espera un interesante viaje interior para buscar la manera de reconectar con la realidad sociodemográfica de EEUU.

Tampoco pueden seguir echando la culpa de la derrota únicamente a Mitt Romney. Ni al Tea Party. El partido republicano saldrá más fuerte de la crisis, pero para ello debe asumir que el escenario estadounidense ha cambiado. Ya lo hizo la redistribución del censo de enero de 2010. Y lo seguirá haciendo desde este mismo instante. 

De ahí que los viejos patrones ya no sirvan para la configuración actual de la realidad del país. Ni electorales ni políticos. El "no a todo" no llevará a ninguna parte. Los ciudadanos están cansados de una clase dirigente que no consigue llegar a un territorio de entendimiento para sacar al país adelante desde la unión, y no el insulto. Todos deberán tomar nota de ello, republicanos y también demócratas. El Congreso no se bloquea si las dos partes no quieren. 

Y el presidente Obama ya lo sabe. En su primera hora como presidente reelecto, llamó a la unidad, lejos de colores políticos. Más le vale. Será difícil cumplir las promesas lanzadas sin la luz verde del Congreso: la reforma migratoria, el abismo fiscal, la reducción del déficit o el control presupuestario. Tampoco en el ámbito internacional.

Hacer historia en el mundo

Dicen que los presidentes de EEUU aprovechan su segundo mandato para entrar en la historia del mundo. Apuestan por la política exterior. El presidente Obama además es Premio Nobel. Eso no es algo que uno olvide fácilmente. 

Tiene el listón muy alto. Desde Irán a Oriente Medio, pasando por Rusia o la Primavera Árabe. Sin olvidar que Guantánamo sigue siendo su asignatura pendiente. 

Primero deberá solucionar la gran incógnita tras estas elecciones: quién ocupará la Secretaría de Estado, una vez que Hillary Clinton ha repetido hasta la saciedad que no continuará en el cargo. Necesita un buen cabeza de cartel, impecable como Clinton, para completar la hazaña internacional. 

A lo largo de estos últimos cuatro años, Obama ha pronunciado en varias ocasiones aquello de "pasar al lado bueno de la historia". Ahora tiene los 332 votos electorales para hacerlo. 

"Nunca dije que el cambio sería fácil ni rápido" recordaba en la pasada Convención Demócrata. Quizás el momento de aquel cambio prometido sea ahora, en el segundo mandato. Una mayor libertad le dará más poder. El presidente de EEUU sólo tiene que encontrar la manera de convertirlo en realidad.