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La lengua envenena la lucha electoral en Bélgica

  • La tensión entre valones y flamencos se desata a las afueras de Bruselas
  • Los neerlandeses quieren que solo se pueda votar allí a partidos flamencos
  • Los valones se niegan porque viven allí unos 150.000 de los suyos

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Carteles electorales en la localidad de Kraainem, a las afuertas de Bruselas.
Carteles electorales en la localidad de Kraainem, a las afuertas de Bruselas.

Cada vez que celebran un pleno municipal, los alcaldes de Kraainem y Linkebeek, dos pequeñas localidades a las afueras de Bruselas, sufren con impotencia la misma situación absurda: aunque la mayoría de los concejales y ellos mismos hablan francés están obligados a hacerlo en flamenco por un inspector del Gobierno que vigila por que se conserve la pureza lingüística.

Más aún, como detalla Arnold d'Oreye de Lantremange, el alcalde de Kraainem, la biblioteca de la ciudad no tiene ninguna subvención porque el gobierno regional de Flandes ordena que el 75% de los libros estén en neerlandés.

"¿Quién visitaría la biblioteca si el 80% de la población habla francés? No habría nadie. Así que la biblioteca tiene que funcionar sin subsidios", relata a la agencia Reuters.

Lantremange y su colega de Linkebeek, Damien Thierry, no están reconocidos por el Gobierno de Flandes como alcaldes porque se niegan a cumplir la norma que prohíbe comunicarse con sus ciudadanos en otra lengua que no sea el flamenco.

Ambos consideran que ignorar la lengua materna de la mayoría de sus electores para comunicarse con ellos no tiene sentido.

Discriminación lingüística

"Hasta 1970 los consejos municipales se llevaban a cabo en los dos idiomas. Hoy el debate se celebre en lengua neerlandesa, y un inspector del gobierno de la provincia del Brabante Flamenco se asegura que cada sesión se celebra así", detalla Thierry.

Estos dos pequeños municipios, junto a otros cuatro situados en el Brabante Flamenco -la región fronteriza con la provincia autónoma de Bruselas- han provocado nada menos que la caída del Gobierno del primer ministro Yves Leterme, abocando al país a unas elecciones anticipadas a apenas quince días de asumir la presidencia rotatoria de la Unión Europea.

Para colmo, la crisis de la deuda soberana de la eurozona amenaza con convertir al país -cuya deuda supera el 100% de su PIB- en la 'Grecia del norte' si a las elecciones de este domingo le sigue otro periodo de inestabilidad política similar al de los últimos comicios, cuando el país estuvo sin formar gobierno varios meses.

El origen de este terremoto político -provocado por motivos más simbólicos que prácticos- está en el acuerdo firmado en 1963 entre flamencos y valones, que dividía el país en dos partes y dejaba aparte la capital del país, Bruselas, como distrito bilingüe.

De esta manera, en Valonia solo se puede votar a los partidos valones y en Flandes a los flamencos, mientras que en Bruselas es posible hacerlo por ambos.

Expansión francesa

El problema es que este distrito electoral engloba no solo a los 19 municipios de Bruselas -que se encuentra geográficamente en Flandes pero que está poblada mayoritariamente por valones- sino a 35 de la región vecina del Brabante flamenco.

La expansión de la capital europea ha provocado que la mayoría que habla francés en Bruselas se extienda de forma progresiva a estos pueblos de alrededor, seis de los cuales, los que están en conflicto, daban "facilidades administrativas" para los francófonos por ser una minoría importante en estas ciudades.

Ahora, los francófonos están dejando de ser la minoría y es en algunos casos, como en de Linkebeek, la flamante mayoría. Y los partidos flamencos, de forma unánime, quieren separar el distrito electoral de Bruselas de Brabante, de forma que los cerca de 150.000 valones que viven en ellos no podrían votar por los partidos franceses.

Éstos últimos aseguraban que aceptaban la partición del distrito, pero solo si estos municipios con mayoría de hablantes franceses se desgajaba de Flandes y pasaba a depender de Bruselas, algo visto como inaceptable por parte de los flamencos.

"Tememos que si no reaccionamos la tendencia continuará.  Debes aceptar las reglas básicas, éste es el pacto que rige en este país, no puedes cambiarlas a mitad del partido", defiende Michel Doomst, alcalde cristianodemócrata flamenco de la localidad rural de Gooik, que tiene un 95% de población neerlandesa pero que teme una 'invasión' de los valones.

Símbolo político

"La región alrededor de Bruselas es un símbolo político muy importante. Es más que una frontera lingüística, es cómo los hablantes neerlandeses y franceses tratan los unos con los otros", señala Carl Devos, profesor de ciencia política de la Universidad de Gante, en Flandes.

Y, según la inmensa mayoría de los flamencos, los valones bloquean un acuerdo sobre la región de Bruselas y sus elementos colindantes porque saben que cuentan con la ventaja demográfica.

El que lo dice más claro es el partido de ultraderecha flamenca Vlaams Belang, que podría obtener un 15% de voto en Flandes, que denuncia una política "nazi" de los valones, que se querrían anexionar de facto territorio flamenco con una política de "espacio vital", es decir, 'invadiendo' territorio vecino convirtiéndose poco a poco en mayoría.

"Si nos mudamos a Valonia tenemos que hablar francés. No tengo  problema con eso", recalca Doomst, reflejando ese temor atávico de la  mayoría flamenca del país -son un 60% de la población- a ser colonizados  culturalmente por el francés, anulando su identidad.

El factor Bruselas

En este  sentido, Bruselas y todo lo que le rodea tiene un papel muy importante.  Esta ciudad está anclada en Flandes y es su capital, pero tiene un  abrumadora mayoría de franceses.

Por eso, casi sin quererlo,  se ha convertido en la principal salvaguardia de la unidad: ni los  flamencos renunciarían a ella en una eventual partición aunque sea  mayoritariamente de habla francesa ni los valones pueden marcharse,  teniendo en cuenta que viven allí un millón de ellos.

Por eso también la disputa del distrito de Bruselas, con su importancia simbólica, no es en última instancia más que un elemento de enfrentamiento político muy jugoso en periodo preelectoral pero con poco recorrido ciudadano.

"Existe una profunda contradicción entre el sentimiento popular y la representación política y es ésta última la que domina el debate", se queja el alcalde de Kraainem

"El distrito judicial de Bruselas es muy simbólico para los partidos políticos, pero solucionar esta cuestión no cambiará nada la vida cotidiana de los belgas", añade Regis Dandoy, investigador de estudios políticos de la Universidad Libre de Bruselas.