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Estados Unidos está cada vez más cerca de su límite de deuda. Si no lo sube, no podrá hacer frente a facturas obligatorias. Tendrá que decidir qué deja de pagar: nóminas de funcionarios, pensiones o ayudas sociales.

Al principio, podría abonar intereses y deuda. Pero si los problemas se alargan, dejaría de pagar a sus acreedores, entre los principales, China. Por primera vez en su historia entraría en suspensión de pagos. Todo un golpe para una potencia, en un momento crítico en el tablero estratégico mundial.

La deuda más segura del mundo dejaría de serlo, se juega su prestigio. Las consecuencias son inimaginables. La economía estadounidense podría caer entre un 0,3% y 6%, en función de lo que dure el bloqueo. Su parón se transmitiría rápidamente al resto del mundo.

Desde 1960, se ha elevado 78 veces el tope de deuda, 49 de ellas con un presidente republicano. Ahora, el FMI pide un acuerdo permanente, que no ponga al mundo al borde del abismo cada vez que se alcanza ese techo.

Nueva York prohibe por ley la discriminación por peso y estatura; mucha gente la sufre al buscar una casa o un trabajo. Ya conocíamos leyes contra los prejuicios por raza, orientación sexual o religión, pero en un país con casi la mitad de la población con problemas de obesidad, cada vez hay más iniciativas legales contra la 'gordofobia'.

De intelectual, estadista, brillante negociador y nobel de la Paz a cínico, arrogante, ególatra y criminal de guerra. O quizás todo a la vez. Henry Kissinger, el hombre que lo ha sido casi todo en Estados Unidos, cumple el sábado 100 años agrandando su propio mito, aunque cada vez más cuestionado.

Hace décadas que el que fuera consejero de Seguridad Nacional y secretario de Estado de Richard Nixon (1969-1974) y de Gerald Ford (1974-1977) no ocupa un puesto en el Gobierno, pero la larga sombra del diplomático más famoso del siglo XX llega hasta hoy.