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El autodenominado Estado Islámico ha reivindicado la autoría del atentado en Estambul de la pasada Nochevieja en el que 39 personas murieron asesinadas. En un comunicado difundido a través de internet, el grupo terrorista afirma que el autor de la matanza, que sigue huido, es un "heroico soldado del califato" que "golpeó una de las más famosos discotecas donde los cristianos celebran su fiesta apóstata". En el texto, cuya veracidad no ha podido ser comprobada, se detalla que el terrorista usó granadas y una ametralladora y causó unas 150 víctimas entre muertos y heridos. El EI afirma que esta acción es en "venganza" por los bombardeos contra musulmanes que efectúa Turquía en territorio sirio, por lo que acusa al gobierno de Ankara de ser "servidor de la Cruz".

Turquía apoya a las facciones rebeldes en Siria y desde agosto pasado participa con carros de combate y aviones de guerra en una operación para combatir al EI en el norte del país vecino. "Que el Gobierno apóstata de Turquía sepa que la sangre de los musulmanes que se está derramando por los bombardeos de sus aviones va a convertirse en fuego en su propia casa", se indica en el texto del grupo yihadista.

El Dáesh ha retomado la ciudad siria de Palmira hace diez días, pero en general, está retrocediendo en el territorio que dominaba en Siria e Irak; en dos años calculan que ha perdido más de 50.000 combatientes y una cuarta parte del terreno. A medida que pierde territorio aumentan sus atentados fuera de su autoproclamado califato: en 2014 atentaron en 13 países y en 2015, en 28.

"Conseguí escapar, y antes de llegar a un lugar seguro mi amiga pisó una mina y pude oir sus gritos de dolor mientras fallecía. Fue lo peor que he oído en todo mi vida". Así relata su fuga de las garras del Dáesh la refugiada yazidí Lamiya Aji Bashar ante el Parlamento Europeo (PE). Sus palabras resuenan en la ceremonia de entrega este martes del premio Sájarov 2016 a la Libertad de Conciencia, que este año Lamiya comparte con Nadia Murad, otra refugiada yazidí.

"cuando el Dáesh llegó mataron a todos los hombres. Yo tenía 15 años, nos separaron de las mujeres mayores y las mataron. Me compraron y vendieron cuatro veces. El último fue un médico iraquí (...) Nos torturaba todos los días. Violaba a niñas de nueve años, y a mí también", explica la joven de 19 años y algunos asistentes no pueden contener las lágrimas. Nadia, de 23 años, añade cómo su madre fue asesinada por ser "demasiado mayor para ser vendida, sin valor en el comercio de mujeres".

Lamiya huyó junto a una compañera de cautiverio a través de un campo minado. Un mal paso acabó con la vida de su amiga, como ha relatado, y la dejó ciega. Pero también abrió una puerta que ha convertido su voz "en la voz de todos los yazidíes ante el mundo". En Alemania pudo ser intervenida para recuperar la visión de un ojo y emprender el activismo, junto a Nadia, para "ser la voz de los que no tienen voz".

El presidente estadounidense, Barack Obama, ha advertido este martes, en su último discurso sobre seguridad nacional, de que estigmatizar a los musulmanes y actuar como si el país estuviera en guerra con el Islam envalentonaría a los grupos extremistas y tendría un coste humano y moral para Estados Unidos, en una clara alusión a la retórica de su sucesor, Donald Trump.

"Nosotros no imponemos test religiosos como prueba por la libertad", ha dicho Obama en su último discurso sobre seguridad nacional, en Tampa (Florida).

El mandatario saliente se refería así a la polémica propuesta del presidente electo de EE.UU., que asumirá el poder el próximo 20 de enero, de someter a los inmigrantes de ciertos países, muchos de ellos con mayoría musulmana, a una "supervisión extrema" basada en "test ideológicos".

"Somos un país que ha derramado sangre contra ese tipo de discriminación y normas arbitrarias", ha subrayado Obama, sin nombrar en ningún momento a Trump.