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Viajamos al corazón, y nunca mejor dicho, de África, a un país lleno de claroscuros, porque si bien mantiene zonas selváticas y de sabana donde viven elefantes, gorilas o antílopes, se trata a su vez del lugar que la ONU declaró en 2018 el país más pobre del mundo. Rico también en recursos minerales, posee grandes ríos, como el Ubangi y el Chari, pero desde hace décadas vive sumido en un caos político con golpes de estado y guerras civiles constantes. Ocupa más de la superficie de España, aunque su población no pasa del 10% de la nuestra. Y entre esta población multitud de etnias, como los bantúes o los pigmeos. Acudimos a la República Centroafricana, y concretamente a Dzanga Sangha, una reserva de 4.000 kilómetros cuadrados que dirige desde hace dos años Luis Arranz, un biólogo español al que este continente atrapó hace ya décadas. Hablamos con él, y con Rosa Tristán, que ha viajado hasta allí para mostrarnos un pedacito único y todavía bastante imperturbable de la vida salvaje de África.

En Argelia, se le complican aún más las cosas al Presidente Bouteflika, su principal aliado de gobierno pide su dimisión. La Reagrupación Nacional Democrática recomienda la dimisión del presidente gravemente enfermo, para facilitar el periodo de transición dirigido a salir de la crisis política que atraviesa el país norteafricano.

El Jefe del Estado Mayor argelino ha pedido en un discurso retransmitido por televisión, que el Parlamento aplique el artículo 102 de la Constitución que obliga a incapacitar al Presidente de la República si por enfermedad larga y duradera no puede ejercer sus funciones.

Es el caso del octogenario Abdelaziz Buteflika desde que en 2013 sufriera un ictus. El Ejército ha escuchado la voz de la calle donde desde hace un mes se vienen produciendo manifestaciones multitudinarias pidiendo la marcha inmediata del Presidente.

Diez días después del ciclón Idai, Mozambique trata de recuperarse de los destrozos que afectan a más de dos millones de personas. El país sigue buscando a supervivientes mientras evalúa los daños incontables. La escasez también está afectando a los supervivientes: "No tenemos nada, la situación es pésima", dice una mujer en Beira. Falta agua, energía, no hay carne ni pescado porque no se puede conservar...Las autoridades temen que la situación desencadene un brote de cólera o diarrea.

Las familias sobreviven en los tejados de sus casas y es imposible acceder a ellos por otra vía que no sea la aérea. A través de helicópteros se les está facilitando alimentación y abrigo mientras siguen esperando a que baje el nivel del agua. Desde el Gobierno mozambiqueño insisten en que las víctimas superarán las mil personas. Las escuelas siguen cerradas, las cosechas se han perdido y más de la mitad de los edificios de esta gran ciudad están en ruinas. Las autoridades temen que la malaria y, sobre todo el cólera, hagan su aparición y agraven aún más una situación ya de por sí calamitosa.