Enlaces accesibilidad

Honduras, caminos de misión

Por
La comunidad garífuna de Travesía, en la parroquia hondureña de Puerto Cortés durante la procesión de entrada.
La comunidad garífuna de Travesía, en la parroquia hondureña de Puerto Cortés durante la procesión de entrada.

Las comunidades campesinas de Puerto Cortés y Cuyamel, en Honduras, son muy pobres. Los campos son pequeños y la agricultura es de subsistencia. Aquí se cultiva algo de café, cacao y, sobre todo, maíz. La única alternativa que tienen los jóvenes es trabajar en las maquilas de la ciudad de Choloma, en la costa, o emigrar. Antes era a Estados Unidos, ahora la cosa se ha puesto casi imposible. Para ayudar a las familias en momentos de necesidad, la comunidad cristiana se ha organizado en Grupos de Solidaridad o de Promoción Humana.

Hemos salido de Puerto Cortés a las cinco de la mañana. A las seis llegamos a Cuyamel. El ascenso hasta San Antonio de las Palmas nos llevará otras dos horas. Una comunidad de seis misioneros paúles atiende dos parroquias que abarcan más de 55 pueblos. La extensión es enorme. Se organizan por zonas para llegar a los rincones más alejados e inaccesibles. El padre Ángel Echaide nació en Pamplona hace 58 años. Es misionero paúl. Llegó a Honduras hace casi tres décadas con un máster en Doctrina Social de la Iglesia bajo el brazo. Desde entonces no ha dejado de predicar la buena noticia del Evangelio a los más pobres. El padre Javier Irurtia ha subido en el todoterreno acompañando al equipo de Televisión Española. También es navarro. Nació hace ya 80 años en Irañeta. Su misión ha girado siempre en torno a los hispanos. En Estados Unidos trabajó con ellos en Los Ángeles y Nueva York. Al igual que su compañero Ángel, lleva casi tres décadas en Honduras. La comunidad de San Antonio de las Palmas es una de las más alejadas de la misión. También es una de las más comprometidas con su fe. En el pueblo viven 31 familias de las que 27 son católicas. Las otras cuatro son protestantes. En total son unos 260 habitantes. Se dedican a la agricultura de subsistencia, aunque la mayor parte de sus ingresos proceden de “las remesas” que envían los que emigraron a “los Estados”, a Norteamérica.

Muy cerca de Puerto Cortés, junto al mar, está la comunidad garífuna de Travesía o “Changua-changua” en su propia lengua. La capilla está dedicada a San Juan Bautista y, desde el altar, se pueden ver la playa y el mar. Los garífunas son una etnia muy especial. Cada 12 de abril, desde hace 220 años, los garífunas celebran su llegada a las costas caribeñas como hombres libres. Los galeones en los que eran transportados desde África como mano de obra esclava, naufragaron. Los que lograron llegar a tierra firme se establecieron y formaron un pueblo con lengua y cultura propia: la nación garífuna.

Narcoselva

En la otra punta de Honduras, también en la costa Atlántica del mar Caribe, está el departamento de Gracias a Dios. Desde 1960 los misioneros vicentinos comparten sus días con los misquitos, la etnia que habita en la región más extensa, más olvidada y más pobre de todo el país: La Mosquitia. Los misioneros españoles Isaac Demets y Jesús Palau atienden las 70 comunidades católicas diseminadas por los ríos y lagunas de esta inmensa parroquia.

Para llevar la buena noticia a las 70 comunidades de la misión dispersas por la selva nació Radio Kupia Kumi. Un nombre misquito cuya traducción literal sería “Radio Corazones Unidos”. Desde hace quince años funcionan sorteando todo tipo de problemas. La falta de energía eléctrica y la sostenibilidad económica son los dos principales, pero no los únicos. Junto a los misioneros, un grupo de jóvenes educadores están comprometidos con el proyecto.

“Brotes Nuevos” está pensado para sacar a los niños de la calle. El objetivo es prevenir que los menores entren en contacto con la delincuencia y las drogas. También intentan concienciar a las familias, a la comunidad misquita y a las autoridades para evitar que los pequeños sean víctimas de cualquier tipo de explotación infantil. Durante el último año 372 niños y niñas de entre seis y catorce años han pasado por “Brotes Nuevos”. La asistencia a las actividades es completamente gratuita y la entrada al centro es libre. Basta con cumplir unas normas básicas de convivencia. Para poder comer o cenar hay que acreditar la participación en las actividades formativas de la mañana o de la tarde. El proyecto tiene dos turnos para adaptarse al funcionamiento de la escuela en Puerto Lempira. Los niños que van por la mañana al colegio pueden hacer sus tareas y asistir a “Brotes Nuevos” por la tarde. Y viceversa. Si los niños asisten a la escuela por la tarde, pasan la mañana aquí. El proyecto arrancó en 2005 y recibe el apoyo directo de COVIDE-AMVE desde el año 2011. El mantenimiento de la misión y de sus diferentes acciones pastorales sería imposible sin la ayuda económica de la ong vinculada a las Hijas de la Caridad y los Misioneros Paúles en España.

En 2013 la misión vicentina puso en marcha el centro juvenil “Asla Wapaia”, expresión misquita que significa “Caminando juntos”. En el Centro Juvenil también se imparten cursos reconocidos por el Instituto Nacional de Formación Profesional. Al finalizar los dos meses de capacitación los alumnos salen con un certificado oficial. Han impartido talleres de cocina y costura, de piano y de guitarra. Pero quizá el que más éxito tiene entre los jóvenes es este de computación. A lo largo del último curso una media de 150 jóvenes pasaron diariamente por Asla Wapaia. Los jóvenes de Puerto Lempira, casi todos de etnia misquita, tienen muy pocas posibilidades de encontrar trabajo en la ciudad. La tasa de paro es la más alta del país. La tentación de ganar dinero rápido colaborando con el narcotráfico es una constante. El equipo de educadores que coordina los dos centros socioeducativos de la misión se reúne todas las semanas.

Estos y otros proyectos no serían posibles sin la acción misionera vicenciana que se lleva a cabo desde España. Los misioneros vicentinos de La Mosquitia celebran en 2017 los 400 años del carisma vicentino. Hace cuatro siglos que su fundador, Vicente de Paúl, se encontró cara a cara con la pobreza en las localidades francesas de Gannes y Chatillón-les-Dombes. Y decidió cambiar de vida para tomar partido por los últimos, por los descartes, por los pobres. En Honduras el carisma vicentino sigue muy presente. En Puerto Cortés y en Puerto Lempira. En cada uno de los hombres y mujeres que han entregado su vida para dar luz y esperanza a los a los desechos, a los que no cuentan, a los nadies. A los preferidos de Dios.