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El 85% de los niños españoles se pasa con la sal

  • Según un estudio de la Complutense, toman de media 7,8 gramos al día
  • Este hábito aumenta el riesgo de hipertensión, osteoporosis y obesidad
  • Solamente el 20%-25% de la sal ingerida procede de la sal de mesa

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Los niños representan un colectivo especialmente sensible, ya que es en esta etapa cuando se forman los hábitos alimentarios.
Los niños representan un colectivo especialmente sensible, ya que es en esta etapa cuando se forman los hábitos alimentarios.

La sal es un enemigo oculto en la alimentación de los niños. Así concluye un estudio, realizado por investigadores de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), que apunta cómo más del 80% de los escolares españoles toma una excesiva cantidad, lo que se asocia con un aumento en el riesgo de hipertensión, osteoporosis y obesidad. Según los autores, es necesario conocer su procedencia para disminuir su ingesta.

La sal es posiblemente el aditivo más antiguo y más usado en alimentación, un condimento que potencia el sabor de los alimentos. Pero además de sus propiedades culinarias, su excesivo consumo es la causa de numerosos problemas de salud.

Si desde la niñez consumimos alimentos salados, con toda probabilidad también lo haremos cuando seamos mayores.

Por eso, un equipo de científicos de la UCM ha analizado la ingesta de sal en los niños, un colectivo especialmente sensible ya que es en esta etapa cuando se forman los hábitos alimentarios.

Los resultados, publicados en European Journal of Nutrition, afirman que los niños toman de media 7,8 gramos de sal al día, lo que supone que el 84,5% de los menores de 10 años y el 66,7% de los mayores de 10 consume más sal de la recomendada -entre 4 y 5 gramos de sal al día, respectivamente- por la Organización Mundial de la Salud.

“Los consumidores, en general, son conscientes de que un excesivo consumo de sal aumenta las cifras de presión arterial en adultos, con el consiguiente riesgo de sufrir hipertensión y enfermedad cardiovascular”, explica a Sinc Aránzazu Aparicio, investigadora de la UCM y autora principal del trabajo.

Predisposición a ser adultos hipertensos

“Sin embargo, la población no es tan prudente cuando se trata de la población infantil”, añade Aparicio. Y eso que desde hace años diversos estudios señalan cómo la ingesta de sal también puede contribuir a elevar la presión arterial en los niños, lo que les predispone a ser adultos hipertensos.

Según los expertos, si desde la niñez consumimos alimentos salados, con toda probabilidad también lo haremos cuando seamos mayores. Por esta razón, es esencial reducir la ingesta de sal desde edades tempranas y, para ello, tenemos que conocer lo que comemos.

“Muchos padres no son conscientes de que sus hijos, o ellos mismos, están tomando un exceso de sal. Y se piensa que, para reducir su consumo, es suficiente con controlar la cantidad que se le añade a los alimentos para cocinar”, indica la investigadora.

Sal ‘oculta’ en los alimentos

Pero en la mayoría de los países industrializados, como España, solamente el 20-25% de la sal que ingerimos procede de la sal de mesa. Como señala Aparicio, “la mayor parte de la sal que consumimos los adultos y los niños proviene de la sal ‘oculta’ en los alimentos, especialmente de los procesados”.

En concreto, los productos que más sal aportan a la dieta de los niños españoles son los embutidos, incluyendo el jamón, seguidos del pan y pan de molde, la pizza y los platos precocinados, los caldos en cubito y las salchichas.

“Es evidente que tenemos que controlar la sal que añadimos a los platos a la hora de cocinar. Sin embargo, estos resultados también ponen de manifiesto la necesidad de establecer actuaciones por parte de la industria alimentaria para reducir el contenido en este aditivo de los alimentos procesados”, subraya la experta.

Rebaja de sal en el pan

Algunos sectores alimentarios ya han empezado a reducir su contenido de sus productos de forma paulatina para que los consumidores no noten la diferencia de sabor y los rechacen. Este es el caso del pan, que pasó de un contenido de 22 gramos de sal por kilogramo de harina a 16,3 gramos de forma progresiva en cuatro años sin que los consumidores protestaran por su sabor ni dejaran de consumirlo.