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De "cura, sana, culito de rana" a "Aserejé": la fascinación por los ritmos de la lengua

  • José Antonio Millán muestra el origen de la estructura rítmica del lenguaje
  • En Tengo, tengo, tengo analiza canciones infantiles, refranes y trabalenguas

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Los niños son maestros en crear ritmos inventados en el lenguaje
Los niños son maestros en crear ritmos inventados en el lenguaje

Quién no ha dicho alguna vez “a otra cosa mariposa”, ha consolado a un niño con el tradicional “cura, sana, culito de rana” o ha tarareado letras sin aparente sentido como el pegadizo “Aserejé”.

Las rimas, los refranes, las canciones infantiles, y hasta las consignas de las manifestaciones están tan entretejidos en nuestras vidas, que apenas somos conscientes de su repetición constante en nuestro vocabulario cotidiano.

El lingüista y escritor José Antonio Millán nos sitúa sobre la pista de los ritmos de la lengua en su último libro Tengo, tengo, tengo (Editorial Ariel), donde de forma didáctica y amena llama la atención sobre cómo nos fascinan estos compases comunes a todas las culturas.

Millán relata cómo la infancia es uno de los semilleros donde brotan espontáneamente centenares de cancioncillas rítmicas que acompañan a los juegos de la niñez: Al corro de la patata, las palmas, el conteo para botar la pelota o el salto a la comba, son algunos de los ejemplos.

El lingüista José Antonio Millán

Los niños beben de múltiples fuentes como la publicidad o las canciones populares para dar rienda suelta a su creatividad. Los chavales son maestros en la invención de rimas sin sentido como el famoso “Pinto, pinto, gorgorito” al que recurren para sortear. Unos soniquetes que evolucionan a través del tiempo y no se pierden.

“En youtube se pueden encontrar muchas coreografías que durante mucho tiempo se han transmitido pero lo hacen ahora digitalmente. Es posible que las tecnologías de la información estén contribuyendo de rebote a que se transmitan estas cosas”, señala José Antonio Millán en una entrevista para RTVE.es.

El experto reconoce que las melodías repetitivas sin significado nos atrapan –“Obladi, Oblada” de Los Beatles o la infantil “Aserrín, aserrán”-, también detalla el enganche de la machacona “Aserejé” del grupo Las Ketchup en el verano del 2002.

"Aserejé" (Las Ketchup) - Escuchar ahora

En este tipo de “delirios verbales” se puede insuflar a las palabras el sentido que uno desee, dotándolas de “una vida más especial que las letras que significan algo”, añade.

“Está comprobado en psicología que las cosas que no se entienden del todo permanecen más en el inconsciente y es el caso de “Aserejé”, que no significa nada. Pueden abrir un poco la puerta a interpretaciones extrañas o curiosas por esas tiradas fonéticas. En “Aserejé” se dijo durante un tiempo que era una canción contra la Iglesia porque decía “a-ser- (h)ereje””, explica el escritor, que ha publicado numerosos manuales de divulgación lingüística cómo De dónde vienen las palabras, cómo viajan, por qué cambian y qué historias cuentan.

Conjuros y trabalenguas con trampa

El autor profundiza en uno de los capítulos de Tengo, tengo, tengo en los remotos orígenes de “ensalmos y encantamientos”. Son canturreos que han sobrevivido en el mundo infantil como restos de conjuros de otros tiempos, en los que se creía firmemente en los poderes de las palabras recitadas, según ahonda el lingüista.

Es el caso de “Cura, sana, culito de rana” para curar o de “Qué llueva, que llueva, la virgen de la cueva”, para invocar cambios en el tiempo o de la tonadilla “Caracol, col, col, saca tus cuernos al sol” para influir sobre el comportamiento de los animales.

Según asegura el autor, el juego rítmico con el lenguaje es universal en todas las culturas, buen ejemplo de ellos son los trabalenguas, que aparecen representados en idiomas muy lejanos como el suajili.

Estos retos verbales, manejan los fonemas más complejos del habla en un ejercicio de habilidad en el que a veces plantean pequeñas trampas. “En estos casos si no lo recitas bien, dices burradas o tacos como en los “Cojines del Obispo””, dice José Antonio Millán:

Los cojines del Obispo,

Los cajones del Alcalde,

¡Qué cojines, qué cajones,

Los cojines del Obispo, los cajones del Alcalde!

Un aspecto más “juguetón” es el que plantean los restos lingüísticos. Se trata de estructuras de palabras que contienen en sí mismas el ritmo y la rima, y que se usan en el lenguaje informal.

Son expresiones como “hola caracola”, “a troche y moche” o “chisgarabís”, que nos ayudan a introducir “viveza” en el discurso y rompen la monotonía. “Se puede decir de una persona es muy inquieto, pero si dices es un chisgarabís no cabe duda de que estás reflejando más como lo ves”.

El ritmo está por todas partes. El libro también dedica un apartado a explicar cómo las consignas en una manifestación (“Ahora diréis que somos cinco seis”) y los cánticos que se corean en los eventos deportivos (“Alirón, alirón, Atleti campeón”) aumentan el sentimiento de pertenencia a un grupo e incluso suben la emoción.

El divulgador lingüístico señala que estos lemas mantienen una estructura pareada ideal para que se coreen acompasando el movimiento del grupo, como ocurre en las protestas.

Refranes, sonidos africanos y el arte de la oratoria

Tengo, tengo, tengo también ahonda en el misterioso y antiquísimo origen de los refranes, a menudo rimados, y que continúan muy vivos en el imaginario popular. Algunos tan populares como Cuando las barbas de tu vecino veas cortar pon las tuyas a remojar, es de origen árabe y data del siglo XI.

Un aspecto muy curioso es el apartado dedicado a la herencia de los ritmos africanos en la literatura del Renacimiento. Una época en la que España contaba con la mayor población negra esclava de Europa, y cuyas palabras vibrantes introdujeron Góngora o Lope de Vega o en sus creaciones.

Usié, usié, usiá

Que no sabemos lo que será;

Purutú,purutú,purutú,

Si nadie la sabe, cáyala tú

(Fragmento de una obra de Lope de Vega)

“Luego está la herencia de los ritmos cubanos cuyo máximo exponente es la poesía de Jorge Guillen que te arrastra el ritmo que tiene”, afirma el especialista en los meandros del lenguaje.

La maestría en el manejo de los ritmos de la lengua no está al alcance de cualquiera. Periodistas, políticos y anunciantes deben ejercitarla al máximo para transmitir con claridad sus alocuciones.

Las retransmisiones deportivas, en especial las radiofónicas, son puro regate verbal donde los colores de la voz pintan las imágenes en la mente del oyente. “La voz del locutor debe transmitir el ritmo del juego. Es una especie de transmisión casi mágica porque influye sobre el ánimo del que oye. Si el juego se pone más vivo, la voz del narrador aumenta de velocidad. Estos ritmos del juego son un arte complejo”, señala el autor.

En el arte de la oratoria, el experto destaca la habilidad del líder afroamericano defensor de los derechos civiles Martin Luther King con su vibrante “I have a dream” (Yo tengo un sueño), en 1963.

“I have a dream es buen ejemplo de discurso con estructuras repetitivas: “Tengo un sueño, tengo un sueño”, que va creando un ritmo especial. Este tipo de discurso de los afroamericanos sale directamente de las iglesias negras”.

En palabras del escritor, los discursos de los políticos españoles actuales “no son muy buenos porque los leen y nada tiene que ver con un discurso pronunciado. Lo hacen para no meter la pata, porque hay un movimiento en contra del énfasis y los discursos son muy aburridos. Son una sosada. En alguna transcripciones de políticos del siglo XIX como Castelar sí que vemos como eran más chispeantes”, concluye.