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Cómo las pulgas cambiaron el curso de la historia

  • Las pulgas de las ratas transmiten la bacteria de la peste bubónica
  • La peste ha aniquilado dos culturas dominantes de europeas
  • El bacilo ha matado a decenas de millones de personas

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El triunfo de la muerte. Jan Brueghel 1597
El triunfo de la muerte. Jan Brueghel 1597

Doctores pico

En ese oscura Edad Media los médicos creían que las enfermedades se originaban en las miasmas, unos efluvios que salían de la tierra y la atmósfera. Siguiendo esta falsa creencia, para evitar el contagio los médicos llevaban un atuendo que les merecía el apodo de doctores pico. Les cubría todo el cuerpo y evitaba el contacto con los pacientes. Consistía en un largo abrigo hasta los pies, polainas, botas, guantes, sombrero y una máscara en forma de cabeza de ave, con un largo pico relleno de flores secas, alcanfor, hierbas aromáticas para evitar el hedor maligno de la peste.

Liderados por las pulgas, un equipo de tres pequeños seres ha matado a decenas de millones de personas, devastado civilizaciones y cambiado el curso de la historia. Este dream team del terror lo completa las ubicuas ratas negras que sirven de medio de transporte a las pulgas y un arma, la bacteria que provoca la peste bubónica.

Todo comenzó con el auge del comercio entre Europa y Asia en el siglo VI. Escondida en los transportes, la rata negra o rata de los barcos, originaria de Asia, se extendió por el norte de África y las ciudades muy pobladas de Europa y con ella las pulgas que portaban la bacteria asesina. Era el escenario ideal para la propagación de una enfermedad como la peste.

Cuando las pulgas muerden a las ratas para alimentarse de su sangre depositan con su saliva los microorganismos que puede albergar. Uno de estos microbios es el bacilo Yersinia pestis, que provoca la peste bubónica en roedores y en humanos. A estas pulgas (distintas a las que atacan a los perros y gatos) les gusta sobre todo la sangre de roedor, pero cuando mueren por la enfermedad, buscan otras opciones, entre las que figura el ser humano.

En ese momento de la historia, el Imperio Romano, que durante 500 años había dominado la cuenca mediterránea desde España hasta Egipto, estaba fragmentado y los bárbaros habían tomado gran parte de su territorio. El emperador Justiniano I trataba de devolver el esplendor perdido al Imperio y lo estaba consiguiendo. Sin embargo, la posibilidad de cualquier recuperación despareció abruptamente con la irrupción de la peste en Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente. Surgió a lo grande y azotó hasta el siglo VIII.

Las pulgas de las ratas asiáticas infectadas mordían a los humanos, las bacterias llegaban al torrente sanguíneo se acumulaban en los nódulos linfáticos que se inflamaban formando los bubones. Allí se reproducían hasta reventarlos y se esparcían por todo el sistema circulatorio causando una septicemia generalizada. Entonces se producían hemorragias que daban lugar a manchas negras sobre la piel y gangrena en las extremidades. Al cabo de unos 4 días morían más del 60% de los casos.

Por aquél entonces no había antibióticos para combatirlas, ni siquiera sabían qué era aquel mal, que terminó matando a 30 millones de personas, un 25% de la población mediterránea y el 40% de la población de Constantinopla. Tras este terrible episodio, conocido como la Plaga de Justiniano, el Imperio Romano se hundió en el ocaso. Es curioso, Justiniano sí sobrevivió.

Pasaron ocho siglos hasta que la peste volvió a azotar Europa. Era la Edad Media, cuando la sociedad estaba dominada por una opresiva nobleza y una tiránica iglesia. Europa estaba sumida en la hambruna por el fracaso en los cultivos provocado por la llamada Pequeña Edad de Hielo, un súbito enfriamiento del clima que se prolongó hasta el siglo XVI.

Cadáveres lanzados con catapultas

En ese escenario, en 1347 el Imperio Mongol, que dominaba un vasto territorio desde China a Oriente Próximo, y el comercio de la Ruta de la Seda, sitió el puerto genovés de Caffa (hoy en Ucrania). Sus hombres sufrieron en la contienda un brote de peste. Para atemorizar a los europeos lanzaron con catapultas cadáveres con sus correspondientes pulgas portadoras de la bacteria y ávidas de sangre.

Los genoveses espantados huyeron hacia Constantinopla y Europa Meridional, se llevaron las peste encima y la expandieron. Mató a unos 20 millones de europeos, la cuarta parte de la población, y a 50 millones en África y Asia. Este episodio se conoce como la peste negra.

En este caso la peste sirvió de modulador, trajo equilibrio poblacional y marcó el inicio de un cambio de mentalidad, dejó atrás el abuso de los poderosos a los pobres mediante el miedo y la ignorancia y se volvió a dar valor a la cultura, las ciencias y las artes. Comenzó el Renacimiento.

Hasta el siglo XIX la ciencia no descubrió el origen bacteriano de la peste negra. Fue el médico suizo Alexandre Yersin, en plena efervescencia de la microbiología. La última pandemia se inició en China durante la primera década del 1800 y se prolongó hasta 1930. Mató a unos 12 millones de personas. Hoy en día, la peste mata a cerca de 150 personas al año en el mundo. Sin embargo, la amenaza permanece, desde que en 1995 se descubrió una cepa en Madagascar resistente a los antibióticos.