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El orden sucesorio de la dinastía Al Saud ensombrece el futuro de Arabia Saudí

  • El nuevo príncipe heredero, Salman Ibn Adelazziz ibn Saud, tiene 77 años
  • La alianza entre los Saud y el wahabismo es la cuna del país

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Miembros de la familia Al Saud durante el entierro del Nayef bin Abdulazziz
Miembros de la familia Al Saud durante el entierro del Nayef bin Abdulazziz

El casi nonagenario rey de Arabia Saudí, Abdalá bin Abdelaziz Al Saud, de 88 añosya tiene heredero. Se trata de su hermano Salman bin Abdelaziz, de 77 años de edad,  que sucede al príncipe saudí Sultan Nayef bin Abdul-Aziz Al Saud. Nayef murió el pasado sábado con tan solo un año más que él. Una línea sucesoria que genera mucha sorpresa en Occidente.

Aunque Arabia Saudí carece de constitución,  la Ley Básica de 1992 hace las veces de norma fundamental, y allí se recoge la línea sucesoria. En ese texto se establece que la “forma de Estado es la monarquía” (art. 5.a) y que está “limitada a los hijos del fundador del Estado, el rey Abdelazziz ibn Saud y sus hijos, y los hijos de sus hijos” (art.5b.).

La norma se completa con una institución más, recuerda Esther Vázquez, periodista del programa En Portada de TVE. "Existe un  Consejo de la Alianza formado por hermanos y hermanastros  que designa al sucesor. Creado en el año 2007 por el rey,  el "Baiya"  está compuesto por 35 descendientes del fundador de Arabia Saudí y fue  establecido para organizar el traspaso del poder dentro de la familia Al  Saud. Aunque este rey tiene que presentar a su aspirante ante el  "Baiya", no está obligado a cumplir los dictámenes de ese órgano, que  sin embargo, si tendrán que ser cumplidos por los futuros monarcas del  reino".

Más de 30 hijos herederos

El rey fundador Abdelaziz, de quien se estima que tuvo más de 30 hijos con varias mujeres, murió en 1953. Comenzó entonces el desfile por el trono de sus hijos, la mayoría de los cuales, sobrepasan ahora los 70 años. “Hasta ahora lo que se ha hecho es mantener la tradición de que sean los hijos del fundador del reino los que asuman la corona. Y son hijos de un señor que murió hace 60 años”, apunta a RTVE.es el profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Alicante, Ignacio Álvarez-Ossorio.

“Muchos de ellos nacieron en los años 50, y algunos en los años 30 o los años 40. Y eso es un factor de inestabilidad permanente, porque casi todos los monarcas llegan con una edad bastante avanzada, con lo cual los mandatos son relativamente breves, sobre todo en los últimos años”, añade.

El petrorreino tiene la curiosa particularidad de ser el único país del mundo que lleva por apellido, el nombre de la familia que lo fundó. La regla deja poco espacio para cuestionar la legitimidad. “El régimen recibe su poder del Sagrado Corán y la Sunna del Profeta, que es la regla que rige las otras leyes estatales”, establece en su artículo 7.

Pero, además, dentro de la misma familia, “hay ramas más poderosas y menos. Abdelaziz se casó con varias mujeres, y hay ramas muy poderosas, como la de los sediriyíes, la del Rey Fahd, que acumula más privilegios, recursos y protagonismo político. Y algunas son más conservadoras, otras más aperturistas, y este también es un elemento a tener en cuenta”, añade Álvarez- Ossorio.

"El problema podría plantearse a la hora de que finalicen la línea sucesora de hermanos, esto  podría en el futuro generar alguna que otra rivalidad interna, aunque podría ser lo más probable que se elija al hijo del que fue primer sucesor del rey Abdelaziz", añade la periodista Esther Vázquez .

La dinastía que creó un país

La dinastía surgió en 1735 a manos de Mohammad ibn Saud, entonces Emir de la región arábiga Al Diriya, quien selló una estrecha alianza con el importante clérigo fundamentalista suní Muhammad ibn Abd al-Wahab. Desde entonces, entre conquistas otomanas y reconquistas saudíes, ha habido tres reinos en la región bautizados con el apellido Saud, todos ellos dirigidos por descendientes de Mohammad ibn Saud.

Abdelaziz ibn Saud, padre del actual rey y del príncipe heredero, con el apoyo de tribus beduinas, conquistó en 1924 a los otomanos la importante región del Hiyaz (donde se encuentran las dos ciudades más santas del Islam, La Meca y Medina) y estableció las bases territoriales que construyeron el actual reino. El descubrimiento de sus ingentes reservas de petróleo (el 24% de las reservas probadas del mundo) propició la transformación económica y social de la zona.

Desde sus orígenes en el siglo XVIII, los sucesivos reinos se han fundamentado en los mismos pilares: La familia Saud como dirigente (que con todas sus ramas cuenta en la actualidad con aproximadamente 4.000 príncipes), la alianza de esta familia con las tribus beduinas y sus jeques, y el wahabismo, la corriente suní extremadamente rigorista, como inspiración espiritual (y legal) del reino.

Wahabismo, el alma rigorista de Arabia Saudí

La suerte de los Saud y el wahabismo ha ido de la mano desde 1795, y se selló cuando el hijo del fundador de la dinastía, Mohammad ibn Saud, se casó la hija del clérigo Muhammad ibn Abd al-Wahab y convirtió sus enseñanzas en el alma y espíritu del reino.

“Llegaron a una especie de repartición de funciones. Por una parte los Saud se encargaban del poder político y por otra parte Abdel Wahab se encargaba del papel religioso. Y lo que pretendían era expandir el wahabismo. Eso sigue siendo hoy la razón de ser del reino y se mantiene esa repartición de funciones”, apunta Álvarez-Ossorio.

El wahabismo descansa sobre los pilares de la más tradicional de las cuatro escuelas jurídicas del Islam, la Hanbalí. No admite más ley que la Sharía, el Corán y el Hadiz (textos de la tradición), que según la Ley Básica saudí, son las reglas que imperan en el reino.

Se opone firmemente a cualquier innovación teológica moderna, lo que genera una insólita simbiosis en el país entre la tecnología más puntera comprada con el dinero del petróleo y las costumbres ancestrales más rígidas de la península arábiga. El código penal de Arabia Saudí contempla como castigos legítimos violaciones de derechos humanos como las amputaciones de manos para los ladrones, la lapidación por el adulterio o la decapitación por las ofensas más graves.

El wahabismo considera idolatría cualquier tipo de devoción popular basada en imaginería religiosa, como la adoración de las tumbas (incluyendo la de Mahoma o de su yerno Alí). Incluso el cine está prohibido.

Además, “una de las máximas prioridades de Arabia Saudí es expandir ese rigorismo al conjunto de países del mundo islámico y utilizan las riquezas petrolíferas, que ellos consideran una bendición divina, para expandir el wahabismo”, apunta el analista. "La corriente wahabí domina todas las facetas de la vida de Arabia, en material legal y en prácticamente todos los asuntos de la vida cotidiana. Pero las restricciones que se viven en el país, como en los asuntos relacionados con el derecho de la mujer y que se argumentan en el estricto seguimiento de la religión no tienen ninguna base, como la prohibición de conducir a las mujeres, que solo se contempla en este país", señala Esther Vázquez.

La visión tan rigorista hace que en ocasiones se equipare wahabismo al salafismo. "Su pensamiento deriva del mismo tronco que el wahabismo,  pero algunos salafistas consideran erróneo que se les vincule a la corriente wahabí porque no creen que Muhammad Ibn Al Wahhab creara una corriente religiosa", asegura la periodista. Actualmente, el salafismo "tienen un  fuerte componente  político-religioso. Pero su inclusión en la política se puede considerar como un fenómeno relativamente nuevo, para muchos el vínculo entre wahabismo y salafismo consiste sobre todo en la financiación de estos movimientos por parte de Arabia Saudí".

Riqueza y pobreza en el país del petróleo

El resultado es una monarquía absolutista y teocrática que desde los años 40 está financiada por el petróleo, y en menor medida, el turismo de peregrinación a los lugares santos. Según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), Arabia Saudí tiene un Producto Interior Bruto de 733.143 millones de dólares y una renta per cápita en 2012 de 25.465 al año.

Sin embargo, el más reciente informe del FMI sobre el país establece que la mitad de los ciudadanos de Arabia Saudí vive en una situación de pobreza, una cifra que supera en un 20% la de otros países de la región. Incluso uno de los príncipes saudíes, Talal Bin Abdelazziz, confesó en su portal de internet que la mitad de la gente de su país viven en desiertos, tiendas de campaña, debajo de puentes e incluso en los cementerios.

Al calor de las revueltas de la llamada “primavera árabe”, algunas voces críticas, aunque minoritarias, comenzaron a pedir cambios en el país. En abril de 2011, Human Rights Watch afirmó que más de 160 disidentes fueron detenidos en tres meses como parte de la ofensiva del gobierno saudí contra los manifestantes. La Asociación por los Derechos Civiles y Políticos estima que más de 30.000 personas están detenidos bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo.