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Hollande o Sarkozy: la ruta al Elíseo en 6 pasos

  • Pese a sus diferencias, Sarkozy y Hollande han tenido trayectorias similares
  • Ascendieron como ‘fontaneros’ a la sombra de líderes políticos fracasados
  • Acumularon cargos locales y provinciales, pero su meta siempre fue nacional
  • Su habilidad entre bastidores les hizo tomar el mando de sus partidos
  • Despreciados por sus rivales internos, la fortuna se alió con ellos

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Tras cuatro meses de campaña llega la calma: jornada de reflexión en Francia

Durante tres minutos y con 17 millones de personas al otro lado de la pantalla, François Hollande repitió en 16 ocasiones la misma expresión: "Yo, presidente de la República".

Eran las dieciséis cosas que no haría como Nicolás Sarkozy, el rival situado a apenas dos metros y medio con el que mantuvo el pasado miércoles un agrio debate en el que, ni más ni menos, se juega ser el inquilino del Elíseo, el presidente de Francia, una especie de monarca republicano que cuenta con una serie de poderes -como la inmunidad legal, por ejemplo- que poco o nada tienen de "normales".

Sin embargo, ésa es la seña de identidad que el dirigente socialista quiere darle a su mandato en una campaña en la que por primera vez el perfil mismo del presidente de la República se ha convertido en un arma arrojadiza.

El estilo de la presidencia de Sarkozy, hiperactiva, con un primer ministro reducido a un mero "colaborador" y con frecuentes connivencias con la élite económica -de ahí el apodo de presidente bling-bling que le puso cierta prensa- ha hecho que, de repente, surja su némesis: un señor tranquilo, regordete, con gafas, que busca acercarse a sus conciudadanos y poner fin a la "República de los privilegios".

Pero Sarkozy y Hollande, Nicolás y François, ¿solo tienen en común sus libros de familia: varón, 57 años y cuatro hijos? Y si es así, ¿cuál de ellos cumple mejor con los seis requisitos indispensables para ser presidente?

Primer paso: Estudiar en la ENA (Hollande)

Desde su infancia, Sarkozy y Hollande mostraron las divergencias de su carácter, pese a que sus orígenes coinciden en algo: son contradictorios.

Hollande, el socialdemócrata, es hijo de un médico que se metió a político de extrema derecha en los años 60. Mientras, Sarkozy, el campeón contra la inmigración, es él mismo hijo de un inmigrante húngaro y de una mujer de origen griego, hija de un judío de Salónica.

Ambos estudiaron derecho y los dos quisieron realizar estudios suplementarios en el prestigioso Instituto de Ciencias Políticas de París (Sci-Po), pero donde el alumno aplicado Hollande triunfó, el hiperactivo Sarkozy fracasó.

De hecho, si hay un dato que muestra hasta qué punto el presidente saliente es un outsider respecto a la clase política de su país es que no estudió en la selecta Escuela Nacional de Administración (ENA), algo que sí consiguió Hollande.

El tener o no tener el sello ENA no es un dato baladí: en la misma promoción de Hollande estaba la que fue su compañera durante décadas, Segolene Royal, y el enemigo político de Sarkozy, Dominique de Villepin.

Los otros dos presidentes de derecha anteriores a Sarkozy estudiaron en la ENA, Jacques Chirac y Valey Giscard, e incluso algunos de los que suenan como sus sucesores, como Alain Juppé, son destacados alumnos de esta ‘gran escuela’.

Segundo paso: Acumular cargos (Sarkozy)

Pese a lo que ocurrió con Chirac o Mitterrand, que entraron en política  pasada la treintena tras las experiencias bélicas de la II Guerra  Mundial y la Guerra de Argelia, tanto Sarkozy como Hollande se iniciaron  con apenas 19 años, cuando apoyaron desde las juventudes gaullistas y  comunistas respectivamente las candidaturas de sus líderes en 1974.

El candidato centrista y tecnócrata Valey Giscard gana las elecciones presidenciales contra pronóstico frente al experimentado François Mitterrand por escaso margen. Pese a acudir dividida, la derecha francesa se movilizó finalmente para mantenerse en el poder tras la muerte de Pompidou.

En 1982, con apenas 26 años, Jacques Chirac interpeló a François Hollande en una reunión pública. "¿Quién es usted, señor?", le preguntó en su feudo rural de Correze en precampaña de las elecciones legislativas.

"Soy al que comparó con perro labrador de Mitterrand", le contestó el joven, que fue destinado a esa batalla casi imposible como prueba de fidelidad al presidente socialista, al que un año antes empezó a escribir "notas" junto a la que ya era su pareja, Segolene Royal.

Un año después, Sarkozy se convertía en uno de los alcaldes más jovenes de Francia al convertirse en el primer edil del acomodado suburbio de París de Neully, del que era concejal desde 1976, cuando se afilió a la gaullista RPR.

El presidente saliente fue alcalde de Neully entre 1983 y 2002, periodo en el que también ejerció las tareas de diputado, ministro de presupuesto, ministro portavoz, jefe de campaña de Edouard Balladur y primer secretario del RPR gaullista.

Luego, entre 2002 y 2007 compatibilizó ser presidente de consejo del departamento de Hauts-de-Seine con ejercer de ministro de Interior primero, Economía después y de nuevo Interior mientras a la vez ocupaba la presidencia de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), sucesora del RPR, pese a que el propio Chirac le advirtió de que esos cargos eran incompatibles.

Sarkozy gana a Hollande por goleada en experiencia gubernamental, aunque su rival nunca ha ejercido a la vez varios cargos, fundamentalmente en Correze.Así, allí fue diputado finalmente entre 1988 y 1993 además de vice alcalde de Tulle pero sobre todo entre 2001 y 2008 ha ejercido de primer secretario de los socialistas franceses, diputado y alcalde de la misma localidad.

Tercer paso: Apostar a caballo ganador (Hollande)

Pero en realidad, como reconoció Hollande cuando perdió a mediados de los 90 su escaño en Correze y su puesto en Tulle, el interés de ambos políticos siempre ha estado puesto en las batallas nacionales.

Sarkozy ha estado en primera línea política desde 1993, cuando pasa a ser ministro de presupuestos y portavoz dentro del ejecutivo de Edouard Balladur. Entonces, no duda en hacer una de las apuestas políticas que le saldrán más caras: apoyar a Balladur frente a Chirac y deja el gobierno para llevar su campaña.

Jacques Chirac acaba con el dominio socialista del Elíseo

En cuanto a Hollande, vive de lleno el proceso por el que los socialistas empiezan un proceso de lucha intestina de cara a la sucesión de Mitterrand. En aquel momento ya había formado su propia corriente, llamada Democracia 2000, y en las primarias de 1995 se inclina por Jacques Delors frente al que finalmente resultó ganador, Lionel Jospin. 

Sin embargo, mientras Hollande sacó partido de su talante negociador y buscador de consensos para convertirse en el portavoz de Jospin y luego en el primer secretario de los socialistas cuando su jefe ganó las legislativas en 1997, Sarkozy no dudó en ridiculizar a Chirac en unas cartas escritas con pseudónimo -Mazarin- en el diario Les Echos mientras el presidente de la República le condenaba al ostracismo.

Cuarto paso: Hacerse con el aparato (Sarkozy)

Tras un sonoro varapalo en las elecciones europeas de 1999 -en las que perdió contra Hollande- la vida política de Sarkozy parecía destinada al fracaso, pero al igual que antes hicieron otros como Mitterrand o Chirac, el presidente saliente supo recuperarse de su derrota y volver a primera línea política en 2002, cuando Chirac logra la reelección.

El presidente Chirac es reelegido por una amplísima mayoría gracias a un fenómeno que conmociona al país: el resultado histórico del ultraderechista Frente Nacional, que se impone al Partido Socialista en la primera vuelta en una derrota dolorosa para la izquierda y su líder, el primer ministro Jospin.

Después de su caída en desgracia, Sarkozy sabe que no sólo tiene que dominar las encuestas -que hasta unos meses antes de las presidenciales colocaban a Balladur por delante de Chirac- sino también a tu organización.

Consciente de ello, junto a su labor fue hacerse con el control de la nueva plataforma creada para la reelección de Chirac, a la Unión por un Movimiento Popular (UMP), donde puso a la cabeza a un hombre de su máxima confianza, Alain Juppé.

El escándalo de los empleos ficticios en el ayuntamiento de París pone a Juppé contra las cuerdas y Sarkozy aprovecha para convertir el partido en el principal escenario de su guerra soterrada con Chirac, que quiere guiar su sucesión y tiene un favorito: Dominique de Villepin.

Para conseguir su meta, Sarkozy tiene en Hollande un aliado inesperado. Tras el desastre de las presidenciales de 2002, se convierte en el principal dirigente socialista y bajo su liderazgo logra claras victorias en las regionales y europeas de 2004, que son las que sellan el dominio de Sarkozy en la UMP, aunque a cambio el presidente saliente tiene que dejar el ejecutivo por exigencia expresa de Chirac.

Por su parte, el candidato socialista asume su principal reto interno en el referéndum sobre la Constitución Europea, que su partido decide apoyar pese al rechazo del ala euroescéptica de Laurent Faubius.

El “No” constitucional refleja también los dos modos que ambos líderes tienen de dominar sus aparatos: mientras Sarkozy fuerza su vuelta al Gobierno por la puerta grande tras el fracaso de Chirac, Hollande consigue una amplia reelección integrando a los disidentes en lo que sus críticos denominan “síntesis blanda” o “evitar el enfrentamiento”.

Quizá por este motivo, el ascenso de Sarkozy a la candidatura del Elíseo fue cinco años antes que el de Hollande, pese a que muchos le daban como favorito para las primarias del partido en 2006.

Quinto paso: Aprovecha los errores de tu enemigo (ambos)

El primer secretario socialista decidió erigirse en árbitro -nada neutral- para dejar paso a su pareja, Segolene Royal, que aupada por su popularidad y pese a las fuertes antipatías internas que generaba se convirtió en candidata.

Su rival, Nicolás Sarkozy, fue elegido por los suyos con un 98% de apoyos al ser el único candidato de las primarias, pero lo cierto es que los obstáculos que tuvo que superar fueron tanto o más grandes que los de Royal.

Inmerso en una lucha sorda con la cara amable del gaullismo, encarnada por el primer ministro Villepin, Sarkozy se beneficia de la polémica surgida en torno al contrato juvenil impulsado por el gobierno francés en 2006 para tomar distancias ante el rechazo popular que genera.

Este paso en falso de Villepin, al que abandona a su suerte el propio Chirac, se une a la chapuza perpetrada en el llamado caso Clairstream, por el que el supuestamente el primer ministro, con el consentimiento del presidente, se propone hundir la carrera política de Sarkozy al implicarle en un caso de venta de fragatas a Taiwán.

El golpe de suerte de Hollande es conocido: el gran favorito, el ex director gerente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, fue detenido por un escándalo sexual en Nueva York que acabó con su carrera política.

El final de Strauss-Kahn lastró de paso a su aliada interna, la primera secretaria Aubry, que se presentó contra un Hollande consciente de que su perfil de “presidente normal” adquiría un sentido totalmente distinto a la luz de los acontecimientos.

Sexto paso: Reinvéntate o muere (Hollande)

En una biografía reciente publicada por Serge Raffy, redactor jefe de Nouvel Observateur, se pone una fecha al cambio radical en la vida de Hollande, que le hace dar el salto mental de ser un hombre gris de partido a creerse candidato a la presidencia de la República.

Es enero de 2009, cuando muere su madre, una veterana militante socialista, el momento en el que Hollande deja aparcado el “nosotros” de hombre de partido por el “yo” de presidente de la república.

Desde ese momento, Hollande afronta una transformación física al cambiar sus gafas gruesas y adelgazar varios kilos pero sobre todo retórica, ya que empieza a abandonar su lenguaje tecnocrático y sus frecuentes bromas para tratar de tener cierto aire presidencial.

Pero en realidad los deseos presidenciales del hoy candidato se remontan a 2007, cuando su compañera Royal le cerró la puerta con una razón secreta: el affaire que su pareja y padre de cuatro hijos tenía con la periodista política Valerie Rottwailer.

En el otro lado, su rival también afronta la labor de reinventarse. Atado a la etiqueta de presidente bling-bling, Sarkozy no ha dudado en reconocer que durante su mandato se ha comportado más como un primer ministro que como un presidente.

Y es que, las victorias también obligan a los políticos a reinventarse: de ser el ministro más popular, Sarkozy ha pasado a ser el presidente menos querido para los franceses, cansados de la misma hiperactividad que antes les encantaba.

“Si pierdo, haré otra cosa. El qué, aún no lo sé", confesaba de forma enigmática durante la campaña. Tras dedicar 38 años de su vida a la política, aún se hace difícil creer.