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'El perro que comía silencio' o la rebelión de las palabras y los objetos

  • Las palabras se desatan en la primera colección de cuentos de Isabel Mellado
  • 'El perro que comía silencio' ha sido alabado por escritores como Neumann

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Ficha Técnica

Fecha de publicación: 2011

128 páginas

Colección: Voces / Literatura, volumen

“La mejor época para cultivar palabras es el invierno, y el vino es el mejor abono. En cuanto a la cosecha, preferentemente en la tarde o la noche”, escribe Isabel Mellado en "Sueño o página", un cuento en el que una mujer, sola en su casa y leyendo un libro asiste a una repentina e insólita orgía de palabras que culmina cuando una frase “implacable” y “borracha” le planta un beso en la boca.

Es uno de los cuentos que forman la antología El perro que comía silencio de la hispano-chilena Isabel Mellado, recién publicado por Páginas de Espuma.  25 cuentos articulados en tres partes: “Mi primera muerte”, “La música y el resto” y “Huesos”; tres partes que podrían ser los tres movimientos de un concierto escrito por esta violinista nacida en Santiago de Chile y que ahora vive entre Granada y Berlín.

"La idea de escribir no fue una idea sino una necesidad de escribir en mi lengua que estalló cuando vine a vivir a España, después de varios años en Berlín", cuenta a RTVE.es, esta violinista y ahora cuentista, hija y hermana de poetas. "La figura del padre que se va agrandando con la edad también ha podido tener que ver con esta necesidad de escribir cuentos", añade.

Los objetos amorosos

Los cuentos portan títulos tan hermosos y desconcertantes como el que los reúne: “Carne de espejo”, “Me enamoré de un pez”, “La nota larga”…Pequeños relatos de dos o tres páginas a lo sumo, en las que las palabras no son los únicos objetos presuntamente inanimados que cobran vida.

Hay por ejemplo una historia de amor entre una dama y un espejo (“La mitad de mi ya es suya, la mitad de él ya es mía”), una planta que añora la llegada de su dueña y tararea El arte de la fuga de Bach ( “Aunque ella no era verde yo la quería”) o un polaco enamorado de una mujer que aparece cada noche, en sus sueños y que le lleva hasta una playa de la isla de Pascua (“Para regresar a ella, atravesaba la jornada como un mero trámite burocrático).

"Este animismo -explica la escritora- seguramente procede de mis muchos años de convivencia con el violín que toco desde pequeña, un instrumento que provoca en mí respeto porque ha vivido antes que yo y vivirá después de mí", agrega.

Los músicos que sufren por amor

Y también, abrazos comprados en las rebajas, señoras que se enamoran de un pez y lo llevan a un hotel de cinco estrellas.

historias tristes, como la del violinista Teodoro que perdió a su mujer y su cabeza tocando una sola nota, cada vez más larga, día y noche. O como la del clarinetista ciego que se enamoró a primera vista y un día que llego antes a casa sorprendió a su mujer enlazada a un hediondo vecino: “Esa noche perdí a mi mujer y esos dos dientes ineludibles para tocar como Dios manda el clarinete”.

Son relatos que recuerdan en algún momento a la peculiar relación con la realidad de Juan José Millás, que Mellado ha leído a posteriori, después de que le comentaran la analogía, y en otros pasajes, a los cuentos de Mario Benedetti.

Sólida ópera prima

“Cuando nos decidimos a publicar este libro, teníamos la confianza de tener un texto sólido y arropado además por escritores”, cuenta Juan Casamayor, de Páginas de Espuma. La primera edición de El perro que comía silencio luce en su portada a un perro –que a modo de resumen de las historias contenidas en él- contempla en un espejo su silueta rellena de notas musicales.

Y como dicen desde la editorial, esta colección de cuentos de Isabel Mellado ha despertado emociones en escritores afianzados. “¿Por qué no imaginé yo antes estos cuentos?, me pregunto. Cuantísimo me hubiese gustado escribirlos, firmar tanto talento. Te odio, te amo, Isabel Mellado. Te robaría ahora mismo las palabras todas, y también los silencios”, ha afirmado, por ejemplo, el cuentista onubense Hipólito G. Navarro.

Tampoco se ha quedado corto Andres Neuman: “Pocas veces se tiene el privilegio de encontrar un primer libro capaz de transmitirnos tanto asombro literario, tanto placer del lenguaje. Un banquete de talento, humor e ingenio melancólico”.