Salvaterra: veteranos en misión
La intrincada red de islas y canales que forman el estuario del Amazonas, lo convierten en un auténtico prodigio de la naturaleza. Aquí se encuentra Marajó, la isla fluvial más grande del planeta. Su extensión es como la de Portugal. El principal medio de locomoción en la prelatura de Marajó es el barco. En el interior de la gran isla, apenas hay carreteras. Hace poco más de un siglo que los agustinos recoletos llegaron a estas tierras. Desde entonces unieron su destino al del pueblo marajoara. Según la ONU, el Índice de Desarrollo Humano en la Prelatura de Marajó está muy por debajo del del resto del país. Su renta per cápita apenas llega a la cuarta parte de la renta media en Brasil. En esta región cuatro de cada diez familias viven por debajo del umbral de la pobreza. Y otro dato relevante: el 85% de sus habitantes, es decir, casi la totalidad de los marajoaras, depende de los programas asistenciales del Estado para sobrevivir.
Naufragio
En 1981 este rincón del planeta se oyó en todo el mundo debido a un accidente de barco. Durante la fiesta de San Pedro, en una procesión por el río, el barco “Milagro de Dios” portaba la imagen del santo patrón y a muchos devotos. Al tomar una curva la nave volcó. Además de fray Román, párroco de Salvaterra, otras 42 personas perdieron la vida. Una placa delante de la iglesia matriz recuerda los nombres de los 43 fallecidos en el naufragio. El templo central de la misión está dedicado a la Inmaculada Concepción. Se inauguró en 1974, coincidiendo con los 25 años de la misión de los agustinos recoletos. Estos religiosos llevan desde 1949 viviendo en Salvaterra. Son casi 65 años de entrega al servicio del pueblo marajoara. Una placa delante de la iglesia matriz recuerda los nombres de los 43 fallecidos en el naufragio.
En 1992 la parroquia puso en marcha un centro comunitario pensado para los más pequeños. Aquí funciona la escuela municipal de educación infantil “Santa Rita” donde aprenden las primeras letras 50 niños del barrio. En las mismas instalaciones se ofrece el servicio de ludoteca a los pequeños de entre cuatro y cinco años. Tanto la escuela infantil como la ludoteca son gratis. La alcaldía sufraga la escuela mientras que la ludoteca se sostiene gracias a la ong “Haren Alde”. En el centro comunitario trabajan tres profesoras y dos cocineras. Todos los niños almuerzan aquí para asegurar, al menos, una comida al día.
Pedro, Salvador y Cleto
El padre Pedro llegó a Marajó siendo muy joven. De esto hace casi cincuenta años. Desde 1964 ha vivido aquí, en la desembocadura del AmazonaEste navarro nació en Cirauqui, un pequeño pueblo de la comarca de Estella, hace 74 años. El padre Pedro es testigo y protagonista de la historia de la misión. La capilla de Santa Rita, que da nombre al centro comunitario, fue construida por los agustinos recoletos para atender pastoralmente a los vecinos de este barrio popular. Se trata de la primera capilla urbana de la prelatura y su construcción se debe al empeño del padre Pedro por crear pequeñas comunidades de base en la ciudad, siguiendo el modelo rural del interior.
El padre Salvador es un vizcaíno de Ondarroa a punto de cumplir los 75 años. Lleva 30 años dejándose la vida en la desembocadura del Amazonas, en estas tierras de Marajó. Su castellano está trufado de expresiones brasileñas. Es fácil entenderle porque habla el idioma del Pueblo de Dios, el de la justicia y el amor al prójimo.
El padre Cleto, con 72 años, es el más joven de los tres misioneros que forman la comunidad de Salvaterra y el último en llegar a la misión. Este burgalés trabajó durante toda su vida en colegios y parroquias de España. También tuvo responsabilidades de gobierno en Roma. Cuando cumplió 57 años pudo ver cumplido su sueño misionero. Desde entonces no ha dejado de trabajar en la formación de líderes y comunidades eclesiales de base. Cleto es el párroco de Salvaterra. Su vida es un ir y venir de una comunidad a otra tratando de llegar a todos los lugares donde le reclaman.
Cleto con 72, Pedro con 73 y Salvador, con 74 años, probablemente formen la comunidad de misioneros en activo con la edad media más alta del mundo. La escasez de vocaciones y la necesidad de sacerdotes dispuestos a servir a los cristianos, les mantiene en primera línea evangelizadora. Mientras llega el relevo los tres viven felices entregando su vida a los que menos tienen. Y lo hacen en comunidad, siguiendo el carisma de san Agustín al estilo de la recolección