Niños de agua
El río Amazonas transporta más agua que el Misisipi, el Nilo y el Yangtsé juntos. Su cuenca es también la mayor del mundo. El volumen de agua que lleva hasta el Atlántico es absolutamente descomunal. El Amazonas es responsable de la quinta parte de toda el agua dulce incorporada a los océanos del planeta. Su caudal es tan abrumador que cuando desemboca en el Atlántico, el agua continúa siendo potable 160 kilómetros mar adentro. En mitad del estuario donde el gran río vierte sus aguas al océano, se encuentra la isla fluvial más grande de la Tierra: Marajó. En ella, una pequeña localidad de 50.000 habitantes llamada Breves. Aquí llegaron los agustinos recoletos en 1940 para hacerse cargo de la parroquia Santa Ana. La misión tiene su sede aquí, pero desde ella atienden a más de cien mil personas que se reúnen en las 180 comunidades fundadas en las orillas de los ríos.
Falta agua
Entre los problemas que los misioneros se han encontrado está la ausencia de agua potable. En Brasil son más de 45 millones de personas los que no tienen acceso al agua limpia. Nada menos que el 25 por ciento de la población. Esto, en el caso de los habitantes de la Amazonía, supone una contradicción y una paradoja sorprendente.
Sobra violencia
El año pasado se denunciaron en Brasil más de 82.000 casos de violaciones de los derechos humanos a menores y adolescentes. La media es de 225 casos cada día, casi el triple de las 30.000 denuncias contabilizadas en 2010 según el informe de la Secretaría de Derechos Humanos de la Presidencia de la República. El gobierno brasileño ha puesto en marcha una gran campaña para acabar con los abusos sexuales a menores. Intentan implicar a toda la población para que denuncien estos casos de un modo anónimo a través de un número de teléfono fácilmente memorizable. Los últimos datos arrojan un promedio de 418 llamadas al día sobre posibles maltratos de niños y adolescentes Según una investigación del Hospital de Clínicas de la Universidad de Sao Paulo, el 88% de los casos de abuso sexual cometidos en Brasil contra niños provienen del círculo familiar de la víctima. Los misioneros que trabajan en Breves lo saben y se han puesto del lado de las víctimas. Las hermanas de Notre Dame de Namur, las de la Caridad de Santa Ana y los Agustinos Recoletos tienen clara cuál es su opción preferencial.
Escuela especial
En la misión existía una escuela infantil parroquial que funcionaba en dos barracones. El 26 de abril de 2006, los agustinos recoletos inauguraban la escuela “Santa Mónica” donde 23 profesores educan a 405 niños del barrio Riacho Doce. Todos tienen entre 3 y 5 años. En la escuela funciona un grupo de diez niños especiales. Algunos son ciegos o tienen una deficiencia visual altísima, otros tienen deficiencias auditivas, y casi todos vienen con una discapacidad intelectual asociada. Están integrados en las aulas y allí mismo los maestros de educación especial hacen un trabajo específico con cada uno de ellos.
Jóvenes
La carpintería de la parroquia se está cayendo a pedazos. Se construyó sobre un terreno pantanoso y la madera se pudre. El techo está a punto de vencerse y las paredes apenas se sostienen en pie. Los dos carpinteros y los misioneros rezan cada día para que llegue el dinero que les permita construir una nueva carpintería. Así podrán organizar cursos y enseñar a muchos jóvenes el oficio. Mientras llega esa inversión de futuro, Sergio junior y Everaldo, continúan trabajando en las estanterías de la nueva escuela que los agustinos recoletos estrenarán con el próximo curso.
Agustinos recoletos
Luchar para que el agua potable llegue a las casas. Proteger a los menores que han sido violados y abusados. Abrir escuelas donde los niños especiales tienen un lugar privilegiado. Apostar por la educación de los más pobres, de los jóvenes que tienen menos oportunidades. Y todo desde la fe. En comunidad. Con una sola alma y un solo corazón. Al estilo de san Agustín. Así es el día a día de los misioneros en Breves. En la isla brasileña de Marajó. En la desembocadura del Amazonas.