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La apicultura se marchita ante la falta de lluvia: "Están en riesgo millones de colmenas y su capacidad de polinización"

  • La sequía está golpeando de lleno a una actividad que juega un papel fundamental en los cultivos y en la biodiversidad
  • El deterioro del sector apícola, que se prolonga desde hace años, es un efecto más del avance de la crisis climática

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Las prácticas agrícolas y el cambio climático amenazan a las abejas

La falta de lluvia, cada vez más habitual, se ha convertido en una amenaza añadida para el sector apícola en España, que atraviesa su momento más complicado. Por tercer año consecutivo, la sequía está golpeando de lleno a una actividad económica que, si bien es minoritaria -con una producción anual de aproximadamente 60 millones de euros, según datos del Ministerio de Agricultura-, juega un papel fundamental en la polinización de los cultivos y el mantenimiento de la biodiversidad.

La ecuación es sencilla: sin lluvia no hay flores, sin flores no hay polen y sin polen no hay abejas. El deterioro del sector apícola es un efecto más del avance de la crisis climática en España, reflejada en un insecto que se convierte en uno de los principales indicadores de salud de los ecosistemas en los que viven. Un medio natural sin polinizadores es un hábitat enfermo que está condenado sin remedio a la esterilidad.

"El año pasado, el verano ya comenzó a primeros de mayo, y tuvimos importantes pérdidas", expresa Eva Miquel, una apicultora que también es secretaria de la Fundación Amigos de las Abejas. Ella tiene sus colmenas en el sureste de Madrid, en el Valle del Tajuña, pero ha empezado a trasladarlas al entorno del Valle del Tiétar, en el otro extremo de la comunidad autónoma, para buscar nuevas floraciones y una zona más confortable para sus abejas, ya que "debido al calor, todo está cada vez más desértico".

La cosecha de miel que habitualmente extrae de sus panales es discreta: apenas 300 kilos al año, que comercializa de manera directa, bote en mano, a familiares, amigos y vecinos. Aunque también se dedica a la cría de abeja, creando núcleos que luego vende a otros apicultores. Sin embargo, la difícil coyuntura actual le ha obligado a presdincir de un tercio de sus colmenas: de 150 ha pasado a tener apenas un centenar. "La cosa está seria, porque si el año pasado tuvimos pérdidas, este año tenemos que recuperar cabaña, pero si recuperamos cabaña no hacemos miel. Es la pescadilla que se muerde la cola, y al final solo crías abeja para recuperar abeja", comenta a RTVE.es.

Larga lista de amenazas

Aunque la Apis mellifera o abeja doméstica es la más conocida, en Europa existen alrededor de 2.000 especies silvestres de este insecto, de las que casi un 10% están amenazadas y, un 40%, en declive, según un informe de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN, por sus siglas en inglés). Numerosos estudios científicos han constatado que el número de polinizadores ha disminuido significativamente en todo el mundo, y que esta tendencia se está acelerando también en España, con amenazas como el parásito varroa, la avispa asiática, al abejaruco o los pesticidas utilizados en la agricultura, a lo que se suman ahora los episodios de calor extremo cada vez más frecuentes y la falta de precipitaciones.

"Llevo 25 años en apicultura, y ni los compañeros más veteranos ni yo recordamos un año como este. Ni siquiera 1995 o 2005, que fueron especialmente secos", manifiesta a RTVE.es Pedro Loscertales, responsable del Sector Apícola de la organización agraria COAG, quien explica que el sector se enfrenta a una situación generalizada de quiebra y cierre de explotaciones. "Ya no es que te quedes a cero, sino que tienes que invertir el dinero que no tienes en mantener las colmenas porque no son capaces de hacer miel ni polen para sobrevivir ellas mismas", se lamenta.

Pero la apicultura española tiene que enfrentarse a un enemigo aún más implacable, que lleva años poniendo en peligro su continuidad como actividad económica: la miel procedente de otros países, principalmente de China, cuyos precios son abismalmente más bajos y hacen imposible competir con ella. De hecho, a pesar de la escasa producción del año 2022 derivada de la sequía, con una caída en algunos casos del 70%, la miel de origen español sigue almacenada por toneladas en los almacenes.

"La industria envasadora, la que puede mover kilos porque coloca el producto en los lineales de los supermercados, ya no le interesa la miel española de apicultor, porque con que está entrando sobre todo de China están haciendo un gran negocio", asegura Loscertales, quien explica que la normativa europea permite mezclar la miel manteniendo el origen en su etiquetado, de tal manera que si por ejemplo una miel tiene un 51% de producto español, puedes etiquetarla como procedente de España, independientemente del 49% restante. Además, otro vendedor puede volver a mezclarla, añadiendo un nuevo 49%, en un proceso que se puede repetir varias veces, por lo que la proporción de miel realmente española puede llegar a ser muy baja.

"Se pueden importar millones de kilos de miel china, que será un gran negocio para las envasadoras, pero hay que tener claro que la polinización de nuestras plantas, y la alimentación que produce, eso no se puede importar", advierte el representante sindical, para quien la sequía "puede ser la puntilla a los cuatro años en negativo en los que estamos".

España es el principal productor de miel de la Unión Europea.

España es el principal productor de miel de la Unión Europea. GETTY IMAGES

"Un bolsillo roto para el apicultor"

Según los datos aportados por el Registro general de explotaciones ganaderas (REGA), España es el principal productor de miel de la Unión Europea, con algo más de 30.000 toneladas recolectadas en 2020. El país cuenta aproximadamente con 3,1 millones de colmenas, de las que casi 2,5 millones pertenecen a apicultores profesionales, que están reconocidos legalmente como los que tienen más de 150 colmenas. El resto de la actividad apícola, más extendida en la zona norte y noroeste de la Península Ibérica, se caracteriza por estar en manos de pequeños apicultores, en muchos casos aficionados.

"La abeja ahora mismo es un bolsillo roto para el apicultor. Por mucho que la miel se venda, tú sabes que por ese animal vas a tener que estar poniendo dinero, de una u otra manera, simplemente para que sobreviva... Pero el que empieza con abejas va a seguir con ellas hasta que se muera", expone a RTVE.es Mario F. Navarro, presidente de la Asociación Española de Apicultores (AEA).

"El año pasado ya bajó la producción de miel en todas las regiones de España debido sobre todo a la falta de lluvia, y este año pinta igual o peor", describe este apicultor, cuya explotación se encuentra en La Alpujarra. Aunque, en este escenario de incertidumbre, Navarro no cree que la miel española corra peligro como producto, ya que "está muy bien valorada, tanto en el extranjero como en España". Sin embargo, considera que lo que sí que está en riesgo "es el oficio del apicultor, así como millones de colmenas", con la "enorme capacidad de polinización" asociada a ellas.

Según denuncia, la falta de ayudas, también para los apicultores no profesionales, está provocando que se abandonen las abejas y que mueran. "Los profesionales se están jubilando y la gente joven no tiene alicientes para dedicarse a esto de manera profesional", señala.

Al margen de la falta de polen, la sequía también encarece la infraestructura necesaria, lo que dificulta aún más esta actividad desde el punto de vista económico. "El agua es un elemento básico que la abeja tiene que tener al alcance, como albercas o ríos. Si hay escasez, vamos a tener que poner bidones y bebederos para las abejas, y eso nos incrementa el gasto a los apicultores", describe Navarro.

Cosechas en peligro

Pedro Loscertales, responsable del Sector Apícola de COAG, tiene sus colmenas en la comarca aragonesa de los Monegros, y describe cómo allí, después de un año 2022 extremadamente seco, al que ha seguido una primavera similar, "la producción de miel, esencialmente de romero y de tomillo, ha experimentado un 95% de pérdidas, por no decir el 100%". Según explica, en otras regiones de España también peligra la cosecha de primavera. "En el sur, por ejemplo, en el Valle del Guadalquivir, ya dan por terminada la temporada apícola, y ahora hay que mantener las colmenas para que las abejas no se mueran de hambre", destaca.

"Desde julio, llevamos pidiendo 10 euros por colmena para que no se mueran las abejas, porque en estos tiempos de escasez, los precios de las materias primas se han incrementado un 100%, aunque ahora mismo esos 10 euros ya no son suficientes", añade este representante sindical, quien define también como "insuficiente" la ayuda de 5 millones de euros al sector anunciada por el ministro Planas dentro del paquete de ayudas directas para que la agricultura y la ganadería puedan hacer frente a los efectos de la sequía.

A pesar de todo, Loscertales mantiene que los apicultores "miran a 2024 con optimismo, pensando que la cosa va a cambiar"; aunque también es consciente de que "la situación es crítica y no tiene pinta de llover". "Como no llueva, a ver lo que hacemos", se pregunta.

La apicultora Eva Miquel reconoce que, a pesar de este panorama tan oscuro, continuará criando abejas en la medida de sus posibilidades. "Me gastaré mi dinero en las abejas, igual que otros se van a esquiar", declara. "¿El futuro? Es amor al arte, como lo está siendo ya. Que sí, que va saliendo, pero necesitas otra actividad para poder vivir... Se convierte casi en un hobbie", afirma. "¿Por qué lo hago? Porque la apicultura es vida. Sabes que estás polinizando el campo y creando vida", asegura con determinación.