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Oscar a la mejor banda sonora: del 'clásico' John Williams a los eclécticos Son Lux

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Imagen de 'Babylon', nominada al Oscar a la mejor banda sonora.
Imagen de 'Babylon', nominada al Oscar a la mejor banda sonora.

En otro año más en que franquicias y segundas partes arrasan en taquilla y premios, las músicas nominadas amplían la inasible relación entre aspiraciones y resultados. Esto referido tanto a los propios argumentos fílmicos como a las bandas sonoras, donde el peso de la llamada “música clásica” ha tenido gran protagonismo.

Carter Burwell (Almas en pena de Inisherin)

El sincero ultimátum entre dos viejos amigos que solo debiera afectar a su relación, deviene en metafórico drama sobre la guerra civil. Y Burwell lo ha musicalizado como un oscuro cuento de hadas por el omnipresente timbre de la celesta, junto a los colores delicados y casi invisibles de una marimba, arpa y flauta, que evocan el sonido de una orquesta de gamelán.

Las sencillas, desnudas e interconectadas melodías (quizá demasiado) de los tres temas principales de esta partitura son opacadas por la imponente presencia musical y visual, en los reflexivos interludios narrativos, de dos lieder de Johannes Brahms (Sechs Gesänge, op. 7: nº 3, Anklage y nº 7, Die Trauernde).

John Williams (Los Fabelman)

La decisión de Steven Spielberg de ser cineasta es narrada como una sucesión de momentos vitales tanto difíciles como sugestivos. Esta autobiografía ha tenido al piano como referencia, ya que su madre fue intérprete de este instrumento, timbre omnipresente en la breve partitura escrita por Williams, tras casi 50 años de colaboración artística.

Se incorporan arpa, celesta, guitarra y una discreta orquestación que comparten espacio sonoro y visual con bandas sonoras del cine clásico hollywoodiense (que tanto han influido al director) y con las obras para teclado de Beethoven, Bach, Clementi, Satie y sobre todo Haydn, que vemos y escuchamos en pantalla.

Justin Hurwitz (Babylon)

Las decisiones radicales, apasionadas y dramáticas de tres personajes hilan el relato exacerbado, excesivo y superficial de Damien Chazelle sobre los inicios del cine sonoro en otra reflexión sobre la ambición, la creación y el musical clásico. Hurwitz teje una partitura autorreferencial exuberante, barroca y jazzística para unificar los trabajos en común de estos dos cineastas.

Además de las significativas autocitas a La la land o Whiplash, toda la música –tanto narrativa como diegética- está encarnada y enmascarada tras una big band que interpreta riffs de rock&roll, ritmos africanos y latinoamericanos -e incluso electrónica- junto a Musorgskiï, Mascagni, Mozart y sobre todo a Ravel y su bolero.

Son Lux (Todo a la vez en todas partes)

El metaverso de este sorprendente filme está repleto de humor infantilizado, pero de reflexiones familiares profundas entre personajes un tanto simples. Este multiverso argumental lo musicaliza este trío de la escena post rock alternativa, fusionando efectos de sonido, fugaces melodías, cambios de ritmo, ópera china y músicas de varios géneros cinematográficos.

Extensa partitura -entretejida por la melodía Claro de luna de Debussy citada en atractivas variaciones-, que es tan divertida como ecléctica, intensa pero sentimental, explosiva pero ambiental y que se escucha como si se estuviera cambiando constantemente de canal.

Volker Bertelmann (Sin novedad en el frente)

En este año de guerra en Europa, una película alemana antibelicista (menos sutil que Almas en pena en Inisherin) está arrasando, sorpresivamente, en premios y audiencias. El ridículo sentido de la patria y el honor de los jóvenes alemanes protagonistas los lleva a alistarse para ir a las trincheras francesas de la primera guerra mundial. Tres notas tocadas por un armonio -rítmicas y poderosas- que se escuchan en los momentos más insospechados, intentan retratar lo inhumano y la implacable maquinaria de la guerra.

Este simple tema es endurecido por Bertelmann con una sección de cuerdas hiriente y desgarrada y por un diseño sonoro electrónico, muy en la línea (demasiado) de su otra obra bélica del pasado 2023: War sailor (dir. Gunnar Vikene). Sólo la presencia de Bach y Alfredo Catalani suavizan la asfixiante banda sonora. ¿Podrá John Williams parar el previsible premio propagandístico?