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Premios Goya

León Siminiani y su 'Arquitectura emocional 1959': "Los recuerdos de nuestras vidas están asociados a un espacio"

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Elías León Siminiani, en el portal madrileño protagonista de su corto 'Arquitectura emocional 1959'
Elías León Siminiani, en el portal madrileño protagonista de su corto 'Arquitectura emocional 1959'

Quizás mirar por la ventana es una acción que ya apenas hacemos, en parte porque preferimos mirar otra ventana sin cuerpo, de apenas unos milímetros de grosor, con sonido artificial y la realidad en píxeles.

La historia de Andrea y Sebas, los protagonistas de Arquitectura emocional 1959, propone volver a mirar a la ventana. Observar el mundo desde el lugar donde pudimos ser felices en algún momento, y pensar en que los espacios, los edificios, un banco o un cine, nos puede unir o separar con otras personas.

En el portal número 16 de la céntrica calle Antonio Maura de Madrid, hemos quedado con Elías León Siminiani, director de uno de los cortometrajes que este año puede llevarse el Goya al mejor cortometraje de ficción.

En la película, ese mismo portal aparece representado en todas las estaciones del año. Nosotros, vamos una noche de viernes de invierno, hace bastante frío y León tarda unos minutos en llegar a la cita.

Mientras llega y el equipo acomoda cámaras y focos, observamos cómo es el edificio e incluso pensamos desde donde se han podido sacar los planos que salen en el corto. Entre bromas con el equipo, deducimos que por las dimensiones y por la ubicación, ninguno de nosotros podríamos vivir ahí, al menos por ahora. León nos llama por teléfono y nos dice que está a unos minutos en coche, que se han complicado las cosas en el rodaje en el que actualmente está trabajando, pero que llega igualmente.

Por la fuga del retiro aparece un todoterreno negro que aparca en doble fila, justo delante de donde estamos. Es León, que pide disculpas por llegar un pelín tarde. Deja ahí el coche, por la hora no tendrá mucho problema. Si preguntan, pueden ver de qué se trata.

El director vuelve al lugar donde decidió grabar parte de su cortometraje. En vista de que aún no teníamos claro cuál iba a ser el plano para la entrevista, León saca su teléfono donde parece tener guardados los tiros exactos que aparecen en su corto. Decidimos hacerlo en un plano parecido justo al lado de la puerta del portal. El equipo da el ok y comienza la entrevista.

PREGUNTA: Si nos dices por favor tu nombre, apellido y cómo quieres que te pongamos en el rótulo para la tele.

RESPUESTA: Yo soy León Siminiani. León, Si - mi - ni - a - ni. M, n, n. Y puedes poner Siminiani… cineasta. algo así, o director.

P.: León, estamos justo en la puerta de uno de los emplazamientos de tu cortometraje, nominado para los premios Goya, Arquitectura emocional, 1959: ¿cómo ha sido la arquitectura para hacer este corto?

R.: Bueno, pues es un corto que estuvimos tres años para hacerlo porque desde el principio quería que cubriera las cuatro estaciones en los dos o tres edificios o espacios de la ciudad de Madrid en los que sucede, para poder observar el paso del tiempo, el cambio de luz, el cambio del follaje… toda una serie de cosas que hace que nuestra percepción de los edificios sea distinta. Se cruzó también la pandemia por medio, el invierno del corto lo hicimos en marzo de 2020 y acabamos cinco días antes de que nos confinaran. A partir de ahí, hemos ido haciendo las otras tres estaciones, tratando de pelear o de esquivar a todas las restricciones que hubo durante el 20 y el 21.

Ha sido un proceso largo, muy artesanal, es un corto que ha tenido tres días de rodaje por estación. Al final han sido 12 días, un período bastante largo para un cortometraje. Esto también nos ha dado la opción de ir posando cosas de montaje y finalmente acabar en la obra que hemos visto.

P.: Los cortometrajes en tu vida son muy importantes, ¿qué puede dar un cortometraje, sin ánimo de dejarlo ni por encima ni por debajo de nada, que igual en un largo no podemos ver?

R.: Yo creo que hay dos formas de abordar el cortometraje. Depende también mucho de en qué punto de tu vida lo haces. La gente que está empezando, muy joven, se acerca al corto para probar cosas y mucha gente lo hace como una carta de presentación para poder hacer largos. Cuando va pasando el tiempo, si vuelves a hacer cortometrajes y trabajas en el medio audiovisual, creo que el corto es un lugar en el que, de alguna manera, puedes explorar lenguajes que no has podido o intereses que son muy personales. En este caso, mi interés por la arquitectura y el urbanismo, que igual, no son muy habituales.

Siempre he sentido que el cortometraje es una obra en sí misma que no es deudora de nada y que te permite tratar historias concisas, que requieren ese metraje. Una cosa que sí tiene que no tiene el largo es la libertad creativa. Respecto a la carencia de medios que se pueden tener en producciones con mayor presupuesto, un cortometraje no tiene tanta intermediación y no tienes que rendir cuentas más que a ti mismo.

El cortometraje tiene una libertad creativa que no tiene el largo

P.: ¿Ha sido complicado para ti poder hacer cortos? ¿Has tenido la financiación necesaria, lo posible para poder crear?

R.: Yo llevo casi 25 años trabajando en cine con dos momentos con el corto muy distantes en el tiempo. Tuve una etapa larga de cortometrajista a principios de los 2000. Ahí fue un tipo de cortometrajes que era de producción muy exigua y al mismo tiempo muy propia. Fue cuando salieron las cámaras de vídeo, todavía no se podía grabar con el móvil y me sirvió como un gran banco de pruebas. Luego entré en una dinámica más profesional, hice dos largometrajes, he trabajado en series también, y, hace tres años, decidí volver al cortometraje. En esta segunda etapa he hecho dos cortometrajes de media hora. En realidad, son cortometrajes generosos y, sí, he intentado perseguir un plan de financiación a base de ayudas y también de inversión propia que me diese ciertas herramientas que igual en la primera etapa pues no tuve.

P.: ¿Por qué crees que Arquitectura emocional 1959, es un cortometraje al que merece la pena dedicarle tiempo y verlo?

R.: Lo que propone el corto es poner en primer término la importancia de los espacios, de los edificios, de las casas y de los lugares en nuestra vida y en cómo conforman nuestras emociones.

Creo que es un corto que puede generar interés porque tengo la sensación de que son intuiciones que todos hemos tenido en algún momento de nuestra vida. Todos tenemos un lugar especial en la ciudad o todos recordamos una casa donde vivimos con especial cariño, por lo que sea. También porque cuando recordamos un momento de nuestra vida, lo asociamos a un espacio. Este corto propone una reflexión y una ficción en torno a esta idea y pienso que a mucha gente le puede resonar.

P.: Está estupendo, León.

R.: Pues fenomenal. Gracias.

Mientras se retira el micrófono, y Luis y Benjamín aprovechan para hacer unos planos de recurso, León comenta que es la cuarta vez que va nominado a los Goya y que, desafortunadamente, aún no subió a recoger uno. El equipo da por bueno el rodaje y despedimos a León, que vuelve a su todoterreno en doble fila que había dejado con los warning encendidos.

Antes de subirnos a la furgoneta para volver a la tele, volvimos a mirar a aquel edificio, y una pareja estaba mirándonos por la ventana. Seguramente no sería la que pensó Siminiani para su corto o, quién sabe, igual sí. Lo que es seguro es que ese edificio era importante para ellos. Nos saludaron con la mano antes de irnos.