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Tokyo 2020 | Juegos Paralímpicos

Chano Rodríguez, el campeón paralímpico de las 16 medallas y las mil vidas

  • El nadador español Sebastián Rodríguez concede una entrevista a RTVE tras finalizar su participación en sus sextos Juegos
  • Chano Rodríguez se despide de Tokio con dos diplomas paralímpicos en 50m y 200m libres

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Chano Rodríguez disputa sus sextos juegos a sus 64 años
El nadador español Sebastián Rodríguez, durante su participación en los relevos mixtos 4x50 libres de los Juegos Paralímpicos Tokio 2020

A Sebastián Rodríguez lo llaman Chano desde pequeño. En la tierra que lo vio crecer, Cádiz, tenían por costumbre poner un mote a las familias y la de su progenitor fue bautizada así. El niño curioso que se llamaba como su padre también heredó su sobrenombre cuando nació, aunque tardó en conocer el origen. Lo buscó en la enciclopedia, pero la verdadera respuesta estaba en sus raíces. Como casi todo. Porque Chano es un hombre leal a los de siempre. El compromiso consigo mismo y los demás es el eje de su columna vertebral y lo ha llevado a muchos lugares del mundo, porque antes de ganar 16 medallas en natación paralímpica y convertirse en uno de los deportistas más laureados de la historia de España, Chano ha vivido mil vidas, sólo que todas han sucedido en 64 años. Tras despedirse de sus sextos Juegos, atiende en una entrevista a RTVE.

Nació en 1957 en Cádiz. Allí, su padre ejercía como inspector de una empresa naval que lo obligaba a viajar a Vigo más tiempo del que quería. Chano, el séptimo de quince hermanos dio sus primeros pasos en las calles gaditanas y disfrutó de una infancia feliz. "Éramos diecisiete en casa y no teníamos televisor", ríe al otro lado del teléfono. Jugaba al fútbol, llamaba al telefonillo a sus amigos y pedía agua a cualquier vecina cuando tenía sed. Eran otros tiempos, pero sus recuerdos siempre son con el mar de fondo. En las playas andaluzas, se esconde uno de los más valiosos: su primer contacto con el agua. "Mi cuñado me tiró en peso al mar y me dijo: ahora, ven aquí. Fue mi primer entrenador, Paco".

Cuando tenía doce años, Galicia acabó comiendo terreno y "como mi padre no podía estar mucho tiempo sin mi madre, nos trasladamos, salvo mis hermanos mayores que se quedaron. Mi vida está alrededor del agua". Su amor por este elemento guiaba a la familia hasta en vacaciones. "Siempre que escogíamos un sitio donde acampar, tenía que haber un río al lado. Me bañaba aunque estuviera petrificado, fuera invierno o verano. Es un sitio donde siempre me encuentro bien".

Fue en Vigo donde decidió que no quería seguir estudiando. "Entonces, se atajaba rápido. Mi padre me dijo: 'si no quieres estudiar, a trabajar'". Aunque antes de abandonar, había una condición: sacar los estudios primarios y el graduado escolar. Cumplió, como siempre, su palabra. Lo sacó y empezó a trabajar a los 16 años. Se abrió camino y conoció mundo, muchas aventuras e historias de marineros. Le picó el gusanillo y se empeñó en echarse a la mar. "Empecé a comer la cabeza a mi padre. Pero me dijo: 'de eso nada, tú, al mar, nada'. Conocía cómo era de duro". Chano era -y es- cabezón y su padre lo sabía. Cedió, pero con dos condiciones. "Tenía que marcharme en un barco de su compañía y no como marinero, sino trabajando en máquinas. Lo segundo era que no me hiciera un tatuaje". Chano volvió a cumplir su promesa.

Del apartheid en Sudáfrica a fingir ser analfabeto

Viajó a Sudáfrica en 1973, donde desembarcó en pleno apartheid. "Allí conocí la segregación racial, fue mi despertar social. Mi casa siempre fue de izquierdas, mi padre no podía manifestarlo abiertamente, pero lo sabía por su forma de educarnos. Viví lo que fue Franco, tener desaparecidos en la guerra, represaliados, se hablaba de ellos en voz baja. Venía de estar mal en España, pero en Sudáfrica me sentí peor. Una vez, subí unas cervezas y unos bocatas para mis compañeros y llegó el capataz para quitarme los bocadillos. Con esa edad no entendía por qué no podía. Tuve un follón muy grande, pero mi padre conocía al capitán y tuvo que bajar para sacarme de ese lío. Aquí empezó un poco el tema de 'por qué tú si y yo no'".

La conciencia de clase apareció silenciosa porque eligió centrarse en las clases de náutica pesquera a su regreso de Sudáfrica. Sus estudios se vieron interrumpidos por el servicio militar obligatorio, la mili, el mismo año en que Franco murió. "Fue en el 75. Para no abandonar los estudios, le dijeron a mi padre que me hiciese el analfabeto cuando hiciera el examen, así podía elegir destino. Si sabías leer y escribir en la mili, ya eras cabo y si era cabo, el contacto de mi familia ya no podría hacer nada para mandarme a Cádiz. Me costó hacerlo, me daba vergüenza ajena fingir que no sabía escribir mi nombre" Se lo creyeron y volvió a su tierra natal, donde pudo terminar sus estudios de náutica pesquera.

Terminó la mili y su incomprensión de la sociedad comenzó a crecer cuando detuvieron a uno de sus hermanos, acusado de pertenecer a los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO). "Detienen a un hermano mío y a partir de ahí yo paso al punto de mira. Todos esos años que estuvo en la cárcel yo estaba en asociaciones, iba a verlo, te pedía libros, comida, dinero… A partir de aquí es cuando comienzan las detenciones".

Chano empezó a formar parte de la banda y en 1985 fue detenido acusado de participar en varios atentados con explosivos y en el asesinato del empresario Rafael Padura. Fue condenado a 84 años de cárcel. "Nunca voy a decir dejé o no dejé de hacer, ni digo ni respondo, ni afirmo. Nunca justificaré nada. Cada uno tiene su conciencia y yo socialmente ya he pagado con mis 30 años de condena".

La huelga de hambre que lo dejó en silla de ruedas

En prisión, en noviembre de 1989, comenzó, junto con otros compañeros, una huelga de hambre para reclamar la reunificación de presos. Duró 432 días. "Pensé que era lo que había que hacer. Me avisaron en todo momento de lo que había, tuvimos información. Pero, aguanté hasta el final". Un año y dos meses sin ingerir comida voluntariamente porque una sentencia del Tribunal Constitucional avaló la alimentación forzosa a los presos para impedir su muerte. Recibía alimentos por una sonda. "No recuerdo cuánto pesaba, me vienen imágenes del hospital de Carabanchel, las ambulancias...".

Llegó el momento de enterarse de las graves consecuencias. "Mi cabeza dejó de mandar glucosa a mis piernas, a mi cerebro le faltaba gasolina. El nervio quedó afectado, no fue de repente, sino paulatinamente. Chano quedó parapléjico, no volvería a andar. La recuperación fue progresiva. "Empecé a comer como un bebé, me hacían una papilla cada dos horas. Era algo totalmente nuevo, como un niño. Pierdes el paladar, lo salado sabe muy salado, lo dulce poco dulce… El organismo tuvo que aprender de nuevo". Eso es pasado, tardó poco en reconciliarse con la comida. "Soy un comilón nato".

No puede borrar la cárcel de su vida, tampoco lo ha pretendido nunca. "Me ha enseñado lo mejor y lo peor del ser humano. Los amigos y la familia se reconocen en la cárcel y en el sanatorio, dice un refrán. Es así, ahí conoces lo que es de verdad".

Antes de nadar, la cancha de baloncesto

Llegó a la cárcel de Picassent (Valencia), donde los médicos le sugirieron empezar la rehabilitación en la piscina. "Todo el mundo estaba expectante, hasta el guardia civil de la garita, por si me ahogaba. Yo sabía que no iba a pasar nada. Fue hundirme, estar en el fondo y tuve la sensación de estar en el viento de mi madre. Saqué la cabeza, miré y todo el mundo estaba sorprendido de que no me ahogara. En el agua, olvidé por un momento que estaba preso".

No dejó de nadar en la piscina entre rejas hasta que pudo hacerlo en libertad en una de Vigo en noviembre de 1994, cuando salió de la cárcel. "Pedro, mi amigo, me venía a buscar y me llevaba a la piscina en Vigo. Me gustaba, el agua ha sido siempre una línea contiua en mivida y los especialistas me recomendaron hacer esta rehabilitación en piscina. "No lo dejes", me dijeron. No lo hice. Ahí empezó todo, en el pabellón del Carmen".

Chano seguía nadando, pero empezó a tontear con el baloncesto un año más tarde. "Yo empecé deportivamente hablando con ficha técnica en baloncesto en 1995. Estoy aquí con los compañeros de Tokio que hoy juegan en la selección española y cuando yo jugaba eran pequeños. Los mejores años deportivamente y personalmente me los ha dado el baloncesto. Nunca me juzgó nadie".

Le costó trabajo que Pablo Beiro, presidente del Club Amfiv de Vigo, le hiciera la ficha de natación. "A mí lo que realmente me gustaba era el agua". Chano, una vez más, lo consiguió. Y, compaginó desde entonces sus dos amores, el baloncesto y la natación, con sus trabajos variopintos. Encuadernador de libros, cobrador de recibos de asociaciones de vecinos... y, en 1996, llegó su oportunidad de trabajar con la ONCE. Ahí se afincó hasta que llegó el momento de saltar a la piscina de verdad.

Sidney 2000, el comienzo de todo

Consiguió su ficha y comenzaron los campeonatos. El primero, en su Galicia del alma, en Orense. Se dieron cuenta de que apuntaba maneras y escaló a las competiciones nacionales. Pasó de ganar de vez en cuando a ganarlo todo.  "Me aburrían y pensé "o doy un paso al frente y me comprometo más con el agua o competir así no me aporta". Dejé de fumar, recortar lo que comía, me empecé a tomar en serio todo y en el campeonato de España, en Cádiz, batí el récord del mundo en los 50 metros libres. Curiosamente, esa piscina está hecha sobre la antigua cárcel de Cádiz". La grada estaba llena porque no faltó nadie de su familia. Su madre, su fan número uno,  tenía una sonrisa imborrable.

Era 1998 y había que encarar la preparación para Sidney 2000. Sus primeros Juegos Paralímpicos donde se bañó de oro. "Cinco oros y cinco récords del mundo. Lo trabajamos mucho, sacamos la experiencia de los años, de la vida. Me la jugué y fueron cayendo en los 50m, los 100m, los 200m libres y los relevos".

Tokio, sextos Juegos Paralímpicos

Después de volver, siguió jugando como titular en baloncesto hasta 2002. Estuvo en todos los partidos, pero había que decantarse, y la natación era el talón de Aquiles. Después de Sidney llegaron Atenas 2004, con otros tres oros y un bronce; Pekín 2008, con dos platas y dos bronces y Londres 2012, con dos platas y un bronce. Río 2016 lo dejó, por primera vez, fuera de la lucha por las medallas.

En Tokio ha disputado sus sextos Juegos Paralímpicos. Pero, aún tiene una espinita enquistada. "La espina fue no ser abanderado en la ceremonia de clausura de Sidney 2000. Hace años que estoy en libertad total, sigue siendo una espina ahora. Estoy orgulloso de los abanderados, pero también me gustaría serlo yo".

Su palmarés de 16 medallas paralímpicas -y otras decenas de títulos europeos, internacionales y nacionales- es un currículum resumido, pero, en realidad, para Chano, "las medallas son metal, lo importante es lo que ellas me aportan". Especialmente una, un oro de Sidney que llevó a una buena amiga de la que tuvo que despedirse. "Si tuviese que rescatar una, sería esa. Donde ella iba, iba la medalla. La tengo marcada para que no se me olvide que fue la que le llevé. La medalla de Lola, esa es la que salvaría".

París 2024, por ganas que no quede

Tokio le ha regalado estar: disputar dos finales y un relevo, ganar dos diplomas y su mejor marca. "Lo ideal hubiese sido una medalla, pero no me ha traumatizado. Somos objetivos y veníamos sabiendo lo que había. Hacer mi mejor tiempo en años a estas alturas del cuento es increíble".

Para París 2024, Chano aún tiene fuelle. Soplar 67 velas en la ciudad de la luz sería un sueño. "Ganas me quedan, pero son 67 años. Hay que cumplir requisitos, unos tiempos que me piden para llegar. En marzo, iremos al campeonato de España y veremos la mínima. Poco a poco".

Con sus mil vidas vividas, "¿qué le queda por hacer a Chano Rodríguez?", pregunto. "Espero que mucho. Hay un eje que siempre me ha guiado, que es es el compromiso y mi compromiso social. Después de mi vida deportiva, para mí sería un lujo darle un nuevo objetivo a mi vida, seguir yendo a dar charlas a las escuelas y las universidades para transmitir a todos que una silla de ruedas no es impedimento de nada, es una gran oportunidad para hacer grandes cosas".

Haya o no París, Chano seguirá nadando porque el agua es su hábitat natural. "En el agua no tienes atadura, allí puedo estar de pie. El deporte no me ha salvado, me ha cambiado la vida un 170%, los otros 10% es defecto del animal".