Enlaces accesibilidad
arriba Ir arriba

La justicia tunecina ha sentado hoy en el banquillo a Amina Tyler, la joven que mostró el pecho en internet hace unos meses. La acusan de vandalismo y podrían condenarla hasta a dos años de cárcel. Su causa se ha convertido en la de muchas feministas, sobre todo en el mundo árabe.

Por primera vez tenían permiso del Tribunal del Distrito de Jerusalén para rezar como hombres. Y con esta intención -ataviadas con talit y kipás- han acudido un centenar de mujeres al Muro de las Lamentanciones, donde judíos ultra-ortodoxos las han recibido con piedras, botellas y aguas. Allí, en el lugar más sagrado de su fe, no son bievenidas.

Son las "Mujeres del Muro", judías que reivindican su derecho a rezar igual que los hombres, es decir, en voz alta, con cánticos, y con la indumentaria que describe la Torá. Y lo han conseguido aunque, eso sí, escoltadas por la Policía israelí.

El Tribunal del Distrito de Jerusalén dictaminara recientemente que no suponía una "vulneración de la costumbre local" hacerlo ataviadas con indumentaria característica de los varones judíos. Cada mes este grupo de féminas había acudido al Muro de las Lamentaciones ataviadas con filacterias y solideos para leer directamente de rollos del libro sagrado del judaísmo, lo que es considerado por los sectores ortodoxos como un desafío, una blasfemia y un acto de provocación.

Es un dato: el celibato entre las mujeres marroquíes de entre 25 y 35 años ronda ya el 35%, casi 15 puntos más que hace 10 años . Invierten más tiempo estudiando, se dedican a su carrera profesional, la vivienda es mucho más cara y las bodas también, pero algunos quieren añadir otra razón a la lista: la monogamia.

La poligamia es una cuestión religiosa bendecida por el Islam, cuenta Mohamed Dorid, profesor de movimientos islámicos de la universidad de Casablanca, pero también aritmética porque si cada hombre se casa con una sola mujer acaban sobrando mujeres. De hecho, la orden nacional de vigilantes de la religión pretende con este argumento relajar los requisitos aprobados en 2004 para desposar a varias mujeres: el consentimiento de las esposas anteriores, una situación económica lo suficientemente desahogada como para que cada una tenga un hogar independiente y la autorización judicial.

Desde entonces, la poligamia ha entrado en un proceso de extinción. Y así tiene que ser, asegura la presidenta de la liga democrática de los derechos de las mujeres, que trabaja en terapias de grupo con segundas, terceras o cuartas esposas que necesitan salir del círculo de la violencia psicológica. Ninguna ha querido hablar a cámara ni siquiera con la cara tapada porque casi todas hacen la terapia sin que lo sepan sus maridos y porque muchas se casaron con un hombre ya casado para evitar la soltería. Pero ahora que ha llegado la tercera esposa se convierten en víctimas.

En Jerusalén, la policía ha detenido hoy a un grupo de mujeres judías que querían orar ante el Muro de las Lamentaciones de la misma forma que lo hacen los hombres. El gobierno israelí no descarta establecer una zona mixta para rezar con menos restricciones.

La primera fumata que se vio el martes en Roma fue rosa: el color de las mujeres que piden el derecho a ser ordenadas sacerdotes. El sucesor de Benedicto XVI se enfrenta también a la falta de adeptos en Europa, y al ascenso de los evangélicos en América Latina. En San Pedro también hubo protestas contra la pederastia. La banca vaticana, el Vatileaks, son otros de los retos que deja abiertos el último papa.

Un año más, el ocho de marzo, Día Internacional de la mujer trabajadora, conmemora la lucha por la igualdad y nos evoca historias de mujeres luchadoras y emprendedoras que han sido y son capaces de cambiar el mundo. Pero junto a esa realidad están también las historias de violencia, desigualdad y maltrato que millones de mujeres sufren en diversas partes del Mundo.

La situación de las mujeres en Afganistán es especialmente delicada porque muchos temen que la retirada de la comunidad internacional provoque un retorno a las costumbres del pasado en las que el régimen Talibán sometía a las mujeres a todo tipo de vejaciones y les prohibía cualquier tipo de actividad pública. El pueblo afgano se enfrenta ahora al gran reto de gestionar su futuro y romper con las ataduras de los más radicales que criminalizan a las mujeres por el hecho de estudiar o trabajar.

Las mujeres que cultivan el cacao se comen la parte más amarga del chocolate: Hambre, desigualdad, salarios injustos. Lo ha comprobado Oxfam en los países donde los tres gigantes del chocolate compran el cacao. En víspera del día de la mujer trabajadora y con el apoyo de la cantante Sole Giménez, nos piden que hagamos presión para hacer ver a esas empresa que nos importa de dónde viene el chocolate que consumimos.